El relevo de monseñor Rouco Varela, de 77 años y con cuatro trienios al frente de la Iglesia española, debería producirse el próximo marzo para hacerse efectivo dos o tres meses después. Sin embargo, dado el vértigo con el que se maneja el nuevo Pontífice se pensó que este cambio podría haberse producido a finales del año pasado. "Rouco ha entrado ya en tiempo de descuento", confesaba recientemente un eclesiástico español de visita en Roma.
No ha sido así, pese a que este movimiento es esperado y deseado sin demasiados disimulos en la Moncloa. El papa Francisco ya mostró su voluntad de imprimir nuevos aires en la Iglesia española con el nombramiento del sacerdote José María Gil Tamayo como portavoz de la Conferencia en sustitución del jesuita asturiano monseñor Martínez Camino. Sintomáticamente, el candidato apadrinado por Rouco resultó el menos votado.
El presidente del Gobierno español desea que el relevo al frente de la Conferencia Episcopal se concrete cuanto antes. El PP tiene ahora un enorme problema político con la reforma de la ley del aborto, tanto en sus propias filas como con la oposición. Monseñor Rouco, en su papel de primera jerarquía del episcopado español, ha mostrado su oposición a esta reforma ya que la postura de la Iglesia es, obviamente, la de que no haya norma legal alguna que permita la interrupción del embarazo. Sin supuestos ni excepciones. La beligerancia de la cúpula eclesiástica en este asunto no está siendomenor. Mueven a sus feligreses, activan a sus portavoces y movilizan a sus pastores. Y todo este 'ruido' que llega desde un sector de la sociedad tradicionalmente indentificado con el Partido Popular está creando serios inconvenientes al Gobierno. "Bastante tenemos con el PSOE y con nuestros barones como para que además, el clero te eche una mano", comentaba irónicamente a este diario un miembro del equipo de Moncloa. Más si se piensa que la reforma de Gallardón no va precisamente en una dirección liberalizadora, sino todo lo contrario. Pero la doctrina de la Iglesia es la que es. Y Rouco está agitando activamente a su peones.
También la Conferencia Episcopal ha mostrado su malestar con el encaje final de la asignatura de Relligión en la ley de educación impulsada por el minisitro José Ignacio Wert. Es obligatorio ofertarla pero no lo será escogerla. Su alternativa será Valores Culturales. Los obispos han reclamado siempre que Religión debe figurar como asignatura común y obligatoria. A ello hay que sumar la decisión del PP de no modificar la ley de matrimonio homosexual aprobada bajo el Gobierno de Zapatero fue otro punto de fricción, aún no superado.
Rajoy y Rouco apenas se hablan. Nunca lo han hecho. Han mantenido esporádicos e inevitables encuentros privados pero no se frecuentan. Ni se consultan. Recurren a intermediarios. "El cardenal se veía más con Zapatero y especialmente con su vicepresidenta que con Rajoy y la suya", comentan fuentes eclesiásticas. "Soraya Sáenz de Santamaría está casada por lo civil y Dolores Cospedal es madre soltera merced a la reproducción asistida", reprochan estas fuentes, que nunca han contemplado con agrado a las "manos derechas" del presidente.
No hay entendimiento ni hay ya, en esta recta final de la etapa Rouco, posibilidad de enmienda. Incluso Rajoy habría sugerido al Santo Padre, en la audiencia de abril del pasado año en el Vaticano, que en España se está a la espera de cambios. El encuentro fue sin testigos pero algunos conocedores de los despachos vaticanos comentan incluso que el jefe del Ejecutivo español se mostró muy explícito al transmitir sus ideas con respecto a la Confrencia Episcopal y a sus dirigentes.
Rouco ha de ser relevado tanto en el Arzobispado de Madrid como en la presidencia de la Conferencia Episcopal, dos puestos clave en la estructura de la glesia española. Su sustitución en la diócesis madrileña parece el paso menos complicado. Habrá de producirse al mismo tiempo que la salida de Martínez Sistach del arzobispado de Barcelona, otro "peso pesado" de la jerarquía española que también ha alcanzado el final de su mandato.
Aparece ahí la figura de monseñor Cañizares, arzobispo emérito de Toledo y desde hace cinco años afincado en Roma, donde ocupa el caergo de prefecto de la Congregación del Culto Divino. Cañizares acaba de ser confirmado por Francisco consejero de la Pontificia Comisión para América Latina, una entidad que ha cobrado relevancia en la Santa Sede dado el origen sudamericano del Santo Padre.
Monseñor Cañizares se haría cargo de Madrid y quedaría en el aire conocer quién asumirá la presidencia del "gobierno" de los obispos. "El papa ya ha tomado la decisión, pero se anunciará en su momento", comentaba un buen conocedor de los movimientos políticos en la Plaza de San Pedro.
La renovacón de la estructura de la Iglesia, incluso del estilo, las formas y los mensajes que el papa Francisco ha adoptado desde el instante mismo de asumir el sillón de Pedro, hace pensar en que ni Rouco ni buena parte del episcopado español encaja en los nuevos tiempos. "Algo tenemos que hacer con España", confesó el pontífice no hace mucho ante visitantes eespañoles en la sede pontificia, tal y como publicó este periódico.
La urgente cuestión para Rajoy son los tiempos. Algún emisario monclovita ha pasado recientemente por Roma con este mensaje. Pero en el Vaticano los ritmos son otros. El papa Francisco ha convocado a los obispos españoles a una visita ad limina del 24 de febrero al 8 de marzo, para tomar un contacto mucho más estrecho con la realidad de la iglesia española. Charlará con todos ellos en grupos de siete u ocho, según es costumbre. En activo son 79 obispos, de ellos dos cardenales, 14 arzobispos, 53 obispos titulares y diez prelados auxiliares. El objeto de estas visitas es permitir al pontífice recibir información sobre las cuestiones conciernientes a la misión eclesial de cada diócesis. Prudentemente, monseñor Rouco decidió aplazar la asamblea de primavera de la Conferencia Episcopal prevista para la última semana de febrero.
Los cambios, pues, deberán esperar al menos hasta marzo. Y no serán epidérmicos o cosméticos, según estas fuentes. El estilo firmemente conservador que Rouco ha trasladado a la jerarquía eclesiástica no se comparece demasiado con las ideas de renovación que mueven ahora al Vaticano. "Hay muchas cosas que no encajan y que se deben cambiar", mencionan los especialistas. Rajoy quiere que lo que sea, que sea cuanto antes.