Política

Casado rescata para el Congreso a Carlos Aragonés, la mano derecha de Aznar

Carlos Aragonés fue durante años el fiel cancerbero de José María Aznar. En Moncloa y fuera de ella. Casado le rescata ahora en las listas al Congreso

  • Carlos Aragonés

Carlos Aragonés vuelve a las listas al Congreso por Madrid, tras un breve periodo en el Senado. Pablo Casado lo recupera para la Cámara Baja, en el puesto número once de la lista, casi en el límite con derecho a escaño. Justo detrás de Javier Fernández-Lasquetty, jefe de Gabinete del presidente del PP y el 'cerebro en la sombra' de Génova.

Aragonés, 62 años, también fue jefe de Gabinete de un presidente del PP. De José María Aznar, concretamente, con quien llegó a la política en los tiempos de la presidencia de Castilla y León para pasar luego a Génova y a la Moncloa. Discreto, reflexivo, ingenioso y bien leído, Aragonés ha sido, junto a José Errique Serrano, el arquetipo del jefe de Gabinete de un presidente del Gobierno. Ninguno de los dos aparecía en los medios ni se dejaba ver en más actos que los imprescindibles. Manejaban agendas y dossieres con la soltura con que el croupier maneja el naipe o la ruleta. 

Nunca fue 'marianista'. Pero tampoco desleal. Rajoy no le tenía por uno de los suyos desde el famoso Comité Ejecutivo de 2008, en el que cinco voces críticas se dejaron oír ante la deriva del partido. El PP acababa de ser derrotado por segunda vez a cargo de Rodríguez Zapatero. Un evidente malestar recorría sus filas. En aquel comité se vivieron momentos de tensión. Alejo  Vidal-Quadras reclamó al presidente que explicara su proyecto para España, y pidió que se tranquilizara a quienes dudaban de que iba a defender la unidad de la nación. Gabriel Elorriaga reprochó falta de diálogo interno. Juan Costa subrayó que el PP necesita "un ideario integrador, capaz de generar ilusión".

El más duro fue Ignacio González, mano derecha de Esperanza Aguirre, y luego presidente de la Comunidad de Madrid, quien le dijo a Rajoy a la cara que "no debemos caer en el oportunismo cortoplacista y acomplejado, o en pensar que hay que parecerse a nuestros adversarios, ser su segunda marca en los planteamientos ideológicos o tener complejos de falsa progresía". Carlos Aragonés también intervino, aunque en tono más razonable y mesurado, para recordarle al presidente que llevaba varios meses con los órganos de dirección congelados y reclamó "más sesiones como ésta, en la que todos puedan exponer sus planteamientos". 

Aguirre no da el paso

Quince días después, el PP celebró su congreso más ríspido y crispado, en el que Rajoy se lanzó a la yugular de Esperanza Aguirre, quien había amagado con disputarle la presidencia, y les espetó una frase para la antología: "Quien quiera irse al partido liberal o conservador, que se vaya". Y ahí acabó todo. Aguirre no movió un dedo y defraudó a quienes esperaban su paso al frente. Rajoy, llevado en volandas por Francisco Camps y Javier Arenas, renovó su mandato al frente del PP y, tres años después, aterrizó en la Moncloa a caballo de una mayoría absoluta e irrepetible.

Aragonés, una de aquellas cinco voces críticas con Rajoy, es el único que aparece ahora en las listas electorales del PP. En un puesto discreto, con posibilidades. Fiel a su estilo, ni hace ruido ni pretende acaparar espacios informativos. "Vive bien quien bien se oculta", decía el clásico.

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