"Dudo que pueda hablar más de media hora sobre España". Corría 2016 cuando el ex presidente del Gobierno Felipe González lanzó este dardo a Pedro Sánchez en una entrevista en la revista francesa 'Politique Internationale'. Le acusaba, desde su posición de exmandatario, de estar más interesado en el partido que en la marcha del país.
Dos años más tarde, el político sevillano se ha sentado junto al también expresidente José María Aznar para participar en un debate sobre los 40 años de la Constitución organizado por la Cadena SER y El País. "A los dos el debate nos gusta mucho, nos va la marcha en condiciones", han reconocido.
La charla ha tenido lugar la misma semana en que el ex dirigente del Partido Popular ha vuelto al al Congreso de los Diputados arrancando los aplausos de los actuales miembros del partido presidido por Pablo Casado.
Una reaparición que no hubiese calado del mismo modo en la era de su sucesor, Mariano Rajoy, a quien no le ha unido precisamente una relación de colaboración. "Mucha gente me está pidiendo que vuelva", comentaba Aznar allá por 2013 en un foro repleto de empresarios, políticos y empresarios celebrado en México.
Para abandonar el poder no existe un manual de instrucciones. Así, la inactividad, la actividad o la hiperactividad de los expresidentes puede convertirles en héroes o villanos para sus partidos
Aunque el vínculo que le une a su heredero al frente del partido es más estrecho, José Luis Rodríguez Zapatero también ha puesto en un brete a Pedro Sánchez. Venezuela no está en la agenda política de este último, pero sí en la función de mediador que se atribuye el primero, por lo que declaraciones recientes sobre la culpabilidad de EE.UU. en el éxodo venezolano no han sido bien encajadas por el nuevo Ejecutivo.
Para abandonar el poder no existe un manual de instrucciones. Así, la inactividad, la actividad o la hiperactividad de los expresidentes puede convertirles en héroes o villanos en sus partidos. "Por lo general, sus intervenciones suelen perjudicar a sus sucesores. En la actualidad existe una falta de liderazgo y, aunque ellos lo perdieron en su momento y se tuvieron que marchar, el paso del tiempo hace que incluso se les eche de menos", comenta Javier Álvarez, responsable de la consultora Stratego Comunicación.
"Los expresidentes no conectan nada o no suelen conectar con sus sucesores en el cargo y cuando lo hacen y hablan a favor, a veces parece que adoptan una actitud paternalista, como si los nuevos dirigentes fuesen sus cachorros", apunta. Sin embargo, en referencia al tándem Casado-Aznar, cree puede salir bien al PP desde el punto de vista electoral.
"Casado tiene la estrategia de recuperar los valores del PP que logró aquella primera mayoría absoluta, por lo que contar con Aznar puede servir para recuperar los votos que se perdieron, por un lado, con la llegada de Ciudadanos y, por otro, con los han ido a parar a Vox", explica.
El inédito caso de Rajoy
Álvarez cree que, por lo general, todos presumen de lo que han hecho, olvidándose de cómo se fueron. "A Adolfo Suárez se le suele recordar con mucho cariño, pero ya no le votaba nadie", explica.
"Tanto González, como Zapatero y Aznar han optado por un papel muy activo y ejemplo de ello es la especie de think tank que han montado con Venezuela. Zapatero está poniendo sobre la mesa temas que no están en la agenda socialista y si al principio su actitud de mediador no molestaba, sus últimas declaraciones pueden perjudicar a los socialistas", dice.
Y añade que, por primera vez en la historia de España, hay un expresidente que se ha puesto a un lado de la vida política. Al menos en el plano de lo público. Es el caso de Mariano Rajoy, que acaba de hacerse con una plaza de registrador en Madrid. Aunque, según reconoce, es pronto para comparar si es mejor o peor para los partidos la actitud de unos con respecto a este último.
"Hasta la llegada de Donald Trump al poder en EE.UU., los expresidentes americanos tendían a no criticar públicamente de las medidas llevadas a cabo por sus sustitutos, aunque sí colaboraban con ellos. Sin embargo, para eso hace falta altura de miras que no suele darse en España", considera.