El programa con el que Pedro Sánchez aspira a derrotar al establishment socialista podría haber competido por la victoria en Vistalegre II. No es de extrañar, porque su planteamiento de la “nueva socialdemocracia” –título del documento con el que se ha presentado– y el populismo socialista de Podemos tienen un padre común: el zapaterismo. Las similitudes entre los proyectos de Sánchez e Iglesias son más que evidentes.
Los sanchistas, siguiendo el modelo podemita, buscan la identidad señalando al enemigo
El discurso sanchista se ha podemizado en dos sentidos. Ha asumido el conjunto de conceptos y expresiones de Podemos, como “empoderamiento”, “austericidio”, “precariado”, o “privilegiados” (ojo, que falta “machirulo”). El uso de esta jerga, a modo de código de tribu para indignados, demuestra la rendición de la supuesta socialdemocracia a la hegemonía cultural del populismo socialista. A esto hay que añadir la agresividad que muestra en el texto tanto para pedir la salida del PP de las instituciones, como para derrotar al adversario interno y conseguir la “unidad”; lema de Vistalegre II que está sirviendo para la purga.
Los sanchistas, siguiendo el modelo podemita, buscan la identidad señalando al enemigo. No me refiero solo a las cansinas referencias a Donald Trump y a la “derecha extrema”, sino a los obstáculos de fondo que señalan: la Unión Europea “neoliberal”, la globalización y la robotización. Desde el año 2000 la izquierda alternativa y el nacionalismo conservador han criticado el proceso de mundialización basado en organismos internacionales, apertura de mercados, tecnificación de la producción, y valores democráticos y liberales.
Es la imposición, dicen, del modelo norteamericano
Es la imposición, dicen, del modelo norteamericano. Esto ha hecho que, en su opinión, los Estados nacionales, incluso la Unión Europea, sean dependientes de EEUU y carezcan de soberanía. Es decir; que con la globalización esa izquierda perdía el sueño del “socialismo en un solo país”, la demagogia que lo acompaña, y la movilización a través de las emociones primarias. Son los movimientos antiglobalización tan queridos por todos los populismos, desde Podemos a Le Pen.
Sánchez, además, coincide en el concepto de democracia propagado por Podemos: solo hay democracia cuando existe justicia social, lucha contra las desigualdades y reparto de la riqueza. Ni una palabra sobre la representación, la libertad política o la separación de poderes. De esta manera, claro, la reforma que exigen de la Constitución solo se justifica por su ansia de reconstruir el frentepopulismo que el “golpe” de octubre impidió.
Hablan de blindar los “derechos sociales” como si fuera una constitución soviética
Por eso hablan de blindar los “derechos sociales” como si fuera una constitución soviética, o defienden un indefinido federalismo contraviniendo el Derecho constitucional, la Teoría del Estado y la Historia de las divisiones territoriales de España. El deseo de construir una “coalición de progreso” hace que prediquen también el cambio del artículo 135 de la Constitución para permitir la “soberanía económica”, tal y como exigía Podemos. Es más; hablan de la “realidad plurinacional” de España, al estilo podemita, y de sustituir el artículo 2, sin el cual, el resto del texto es papel mojado.
Es la primera vez desde 1935 que una parte del PSOE quiere ser como la extrema izquierda. Es cierto que los socialismos tienen un sustrato común, una misma visión de la Historia como lucha entre opresores y oprimidos con un horizonte final: la sociedad igualitaria, que es una utopía dictatorial. Esta es la razón de que la división que se produjo en el socialismo en torno a 1917 entre socialdemócratas y comunistas, no levantara muros entre unos y otros. Al contrario. Los primeros compartían con los soviéticos el objetivo final, y comprendían la violencia como instrumento, aunque no por ello dejaban de defender las vías legales para llegar al “paraíso socialista”. Un comunista era para los socialdemócratas un ingenuo descarriado, y para los de Lenin los otros eran “socialfascistas”, “renegados” o “infantiles”.
En las bases de los partidos socialistas y en muchos intelectuales de izquierdas quedó el ejemplo de la revolución bolchevique como un avance para la “justicia social”
En la década de 1920 los comunistas intentaron la “bolchevización por la base”, consistente en infiltrarse en la militancia socialdemócrata, y, desde ahí, forzar el paso a la III Internacional. Fracasaron. Sin embargo, en las bases de los partidos socialistas y en muchos intelectuales de izquierdas quedó el ejemplo de la revolución bolchevique como un avance para la “justicia social”. Esto explica gran parte de su comportamiento, por ejemplo, en la Italia del Bienio Rojo y en la España de 1931 a 1939.
A partir de 1945, gracias a la idolatría del Estado generada por los dos conflictos bélicos se instaló el consenso socialdemócrata como eje de la vida pública y paradigma interpretativo. Las numerosas variantes del comunismo eran satélites de la socialdemocracia, máxime cuando ésta asimiló la New Left del feminismo, ecologismo, pacifismo, antiamericanismo y tercermundismo para sobrevivir a la crisis de la década de 1970.
La socialdemocracia, instalada en todas partes, se convirtió en la ideología del establishment
Y cuando el comunismo dio una prueba inapelable de su fracaso con el desplome de la URSS y su cohorte de Estados, entre 1989 y 1991, pareció confirmarse el error de Lenin y sus sucesores. No es que la Historia hubiera concluido, como apuntó Fukuyama, es que la Historia no respondía a la pretendida lógica científica del marxismo. Pero la socialdemocracia, instalada en todas partes, se convirtió en la ideología del establishment. De ahí que la protesta izquierdista se canalizara en la renovación de las ideas de Marx a través del populismo, con los trabajos de Laclau y la escuela de Essex.
En la década de 1930 la socialdemocracia inoperante miró al comunismo, en los setenta a la Nueva Izquierda, y hoy al populismo. Pedro Sánchez se ha mostrado como el mejor candidato de Podemos en el PSOE, intentando que este partido que se dice heredero de la socialdemocracia europea copie, como si estuviéramos en 1935, el discurso, las tácticas y los proyectos de la extrema izquierda. No sé si hubiera ganado en Vistalegre II, pero se lo habría puesto difícil a Pablo Iglesias, quien hoy suspira por la victoria de Sánchez en la guerra civil socialista.