La consulta del 9N dejó a la antigua Convergencia un manual de instrucciones que está dispuesta a seguir ante la posible convocatoria de un nuevo referéndum. En primer lugar, Carles Puigdemont quiere que Esquerra Republicana se implique en ella para que no sea solo él quien se arriesgue a quedar inhabilitado después de encarar un calvario judicial parecido al que ahora sufre Artur Mas. En segundo lugar, Puigdemont teme que en esta ocasión la movilización no llegue a alcanzar las cotas de hace dos años y medio y, por lo tanto, el resultado sea peor y tenga un efecto boomerang sobre el proceso. En noviembre de 2014, 1,8 millones de personas apoyaron la independencia, aunque solo participó en las urnas un tercio de los llamados a votar.
Esquerra y la antigua Convergencia no quieren arriesgarse a tener un resultado peor que el del 9N
Estos problemas del bloque soberanista, según fuentes gubernamentales, están sobre la mesa de estrategia desde la que Mariano Rajoy y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, diseñan semanalmente el guion a seguir en Cataluña.
Dirigentes del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDEcat) confirman que hay un serio malestar dentro de la organización por la forma en que Oriol Junqueras ha conseguido esquivar desde la Vicepresidencia de la Generalitat y desde la dirección de Esquerra la mayoría de los inconvenientes que tuvo la convocatoria del 9N, por mucho que Artur Mas esté aprovechando la actuación de los jueces contra él y otros altos cargos de la antigua Convergencia para hacer un lavado de imagen e intentar su rehabilitación política. “Es evidente que si ahora hubiera elecciones, Junqueras querría ir como cabeza de lista y tendría altas posibilidades de sustituir a Puigdemont en la Presidencia”, afirman estas fuentes, convencidas de que este último está de salida y de que Mas habrá puesto fin a su carrera política si los jueces deciden su inhabilitación.
Elecciones en otoño
Junqueras no parece proclive a estampar su firma en la convocatoria de otra consulta soberanista, por lo que todo apunta a que Puigdemont sigue utilizando el referéndum como una palanca de bloqueo que conducirá a unas elecciones plebiscitarias en otoño. Ello obliga al PDEcat y a ERC a mirar por el rabillo del ojo a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pues su intención es concurrir a ellas con un nuevo partido que aglutine a buena parte de los movimientos que hicieron posible la instalación de En Comù Podem como primera fuerza política en Cataluña en las legislativas de 2016, por delante de Esquerra y de Convergencia. Las encuestas que maneja en estos momentos la Generalitat reflejan que de concurrir por separado sin repetir la coalición Juntos por el Sí, el partido de Mas quedaría relegado a la cuarta e, incluso, quinta posición.
El bloque soberanista no pierde de vista a Colau, pues a partir de ella podría articularse una nueva mayoría en las elecciones previstas para otoño
En el supuesto de que Colau y la filial de Podemos en Cataluña obtuvieran un buen resultado, surgiría la posibilidad de articular una nueva mayoría en la que podría recuperar un espacio propio el Partido Socialista de Cataluña (PSC). Ello explica, en parte, el acuerdo en doble dirección alcanzado recientemente entre esta formación y el PSOE por el cual los militantes catalanes participarán en las primarias de mayo a cambio de que la ejecutiva que se siente en Ferraz después del congreso de junio tenga también voz y voto en las posibles alianzas que ensaye el PSC después de las autonómicas catalanas. No será sencillo llegar a acuerdos ya que el tripartito que presidió José Montilla dejó un triste recuerdo en la dirección federal del PSOE e incluso en el sector del socialismo catalán que ha concluido que aquel experimento fue un grave error que acabó hundiendo al partido hasta situarlo como cuarta fuerza política.