En aras de la siempre deseable transparencia, el Gobierno debería tomarse algo más en serio los mensajes que transmite en relación a sus reuniones con el Ejecutivo catalán de Quim Torra. Que se reúnan varios miembros de ambos gobiernos es una buena noticia, pero siempre que sea para mejorar el bienestar de los ciudadanos. Si es para otra cosa, conviene aclararlo, porque de lo contrario siempre quedará la sombra de la sospecha.
Lo hemos visto esta semana con la reunión que el jueves mantuvieron en Madrid los dos consejeros de más alto rango de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès y Elsa Artadi, con las ministras Carmen Calvo y Meritxell Batet, vicepresidenta del Gobierno y titular de Política Territorial, respectivamente. La cita duró tres horas y acabó con un escueto comunicado señalando que habrá nuevas reuniones en el futuro.
¿De verdad alguien en su sano juicio se cree que esos cuatro políticos de tanto nivel estuvieron reunidos durante tres horas para pactar una declaración con dos párrafos insulsos? ¿De qué hablaron entonces? No lo sabemos, de ahí la necesidad de que el Gobierno aclare, sobre todo cuando se produzcan nuevas reuniones, en qué consiste exactamente lo que se está negociando.
A nadie se le escapa que el Gobierno trata de conseguir el apoyo de los independentistas a los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, ¿por qué no estaba la ministra de Hacienda en la reunión si se trataba de negociar las cuentas públicas? La respuesta es sencilla: los chicos de Torra no quieren dinero, como antaño sí pedía Jordi Pujol, ahora lo que buscan son contrapartidas políticas. ¿Cuáles? Todavía no las conocemos, pero seguro que no tardarán en saberse.
La clave de este cambalache de "tú me apruebas las cuentas y yo cedo en otras cuestiones" la dio este viernes, quizás sin quererlo, la ministra portavoz, Isabel Celaá: los Presupuestos pretenden, además de "corregir los desequilibrios sociales" que trajo la crisis, "encauzar la crisis catalana". Es difícil entender cómo las cuentas de 2019 van a "encauzar" un problema tan grave como la independencia de una parte del territorio y que excede ampliamente las cuestiones económicas. Urge una explicación de lo que está pasando. En caso contrario, habrá que temerse lo peor.