"Es un histrión desatado. Ya nadie lo controla". Gabriel Rufián enerva a un amplio sector de su partido, ERC, donde sus 'numeritos madrileños' suenan como un trombón desafinado. "Sólo sabe hacer ruido, y ahora no toca", apuntan estas fuentes. Los republicanos, con su líder Oriol Junqueras en prisión y su número dos, Marta Rovira, prófuga en Suiza, carece de resortes para conducir las pugnas internas. "Sólo lo controla Tardá, pero se ha cansado", añaden.
Pere Aragonés, el vicepresidente de la formación, está centrado en grandes cuestiones. Intentar que Puigdemont no los destroce y montar la estructura de una Generalitat desvencijada, con Quim Torra de invitado especial del 'show' de la república. Sergi Sabriá, el jefe de filas del grupo parlamentario, bastante tiene con lo suyo, mantener el pulso del día a día. Y Roger Torrent, el presidente de la Cámara, evita los problemas domésticos, a la espera de dar el salto a una posición aún más relevante.
ERC, encumbrada el viernes por el CIS catalán como primera fuerzas catalana, pretende llevarse bien con el gobierno de Pedro Sánchez. Ha advertido de que no le va a votar los presupuestos y, al tiempo, le exige gestos de la Justicia para que salgan los presos. Pero hay puentes entre los republicanos y los socialistas que funcionan con normalidad, así como un diálogo bastante engrasado para que fluyan los fondos hacia la Generalitat. Carmen Calvo y Meritxel Batet están permanentemente en ello.
"Un país vecino"
Es entonces cuando irrumpe Rufián, el diputado que prometió irse del "Parlamento de un país vecino en 18 meses" y ya lleva más de tres años. Tiene a gloria Rufián haber sido el segundo diputado español expulsado del Congreso en la historia de la democracia, después de Martínez Pujalte. "Fascista, hooligan", le espetó al ministro Josep Borrell en el Hemiciclo. Gesticuló luego, brazos en cruz a lo Leonardo di Caprio, siguió berreando en forma estruendosa, como un bronquista profesional, asiduo a las broncas de taberna, hasta que a Ana Pastor se le agotó la paciencia. Tres avisos y devuelto al corral. Todo el grupo de ERC abandonó solidariamente el escaño, uno de sus miembros escupió al ministro ofendido, y ya no volvieron. Nadie en el Gobierno ni el PSOE vio nada. Como si nunca hubieran estado allí.
Esa mañana, tras el escándalo, Tardá, su supuesto padrino, compañero de militancia, de bancada y de pensión, ejerció de portavoz en la pueda de prensa explicativa del incidente. Mandó callar a Rufián, que seguía gesticulando como un poseso ante los periodistas. Tardá, un político también vehemente, visceral, de verbo atropellado y palabras gruesas, más experimentado y sin tendencia a los excesos escénicos, retó a la presidencia de la Cámara a que revisaran el vídeo de la sesión. Rufián, luego, se acercó a sus teles favoritas para dar su versión. "Le resulta imposible mantenerse callado", comenta un compañero de ERC.
Es una 'rara avis', un extraño espécimen, hijo y nieto de andaluces, criado en el conurbano barcelonés, se coló en las filas del independentismo luego de perder su empleo de diez años, de quedarse en la calle y de llegar a la conclusión de que en el 'procés' estaba la solución a sus problemas laborales.
Ingresó en 'Súmate', curioso montaje de castellanohablantes separatistas, la apoteosis de la esquizofrenia, donde destacó por su hablar pausado y sus ideas claras. "Sólo decía tres frases, pero bien dichas", comenta uno de sus compañeros de aventura. Luego se subió al carro de la ANC, el movimiento de agitación del separatismo y, en la Diada de 2014, le permitieron subirse al estrado para dirigirse en español a los congregados y allí se consagró.
Todo se lo debe a 'El padrino'
A Oriol Junqueras, obsesionado con ampliar la base del separatismo, le cayó en gracia. Tanto, que en pocos meses le puso a la cabeza de las listas de ERC a las generales de 2015. Ahí se convirtió en portavoz del grupo republicano, bajo el atento control del veterano Tardá. Y ahí empezaron sus intervenciones gloriosas. Desconoce el funcionamiento de la Cámara, la liturgia parlamentaria, los trabajos de su propio partido, los proyectos en marcha. "No es muy trabajador, piensa que con sus ruidosas astracanadas ya ha cumplido", menciona esa fuente. Cobra 7.500 euros al mes, según informaba La Razón, lo que le ha supuesto unos ingresos de 150.000 euros desde que calienta un escaño.
"Yo hablo como en twitter, me basta con 140 palabras", confiesa. Su biblia política es "El padrino", cuyos diálogos recita como un papagayo hipnotizado en todas sus intervenciones. En especial en la comisión sobre los dineros del PP. Insulta, ofende, chulea... "Es su estilo, no iba mal al principio, tenía que hacerse notar y daba cierto protagonismo a la causa", dice un diputado del PDeCat, el partido rival, donde se le desprecia. Ahora se ha convertido en "un numerero, un plasta, un pendenciero sin maldita gracia", añade. Pastor le ha protegido, le ha permitido sus ofensivas 'performances', como las de la impresora, las esposas, las ofensas. Hasta el miércoles, que dijo basta y lo mandó a la calle.
Ahora, mucha gente en ERC muestra en privado su hartazgo. El enfrentamiento con Borrell, un navajeo dialéctico de muy bajo nivel, no agradó a muchos republicanos, especialmente en Barcelona. A esa misma hora lidiaban en el 'Parlament' con otra sesión imposible para sacar su proyecto adelante. "Nos han llamado amigos socialistas para decir que le pongamos el bozal", comenta la fuente mencionada. El escutipajo de Jordi Salvador fue la gota que colmó el vaso.
En ERC se han hecho los ofendidos. Han arremetido contra Borrell, a quien detestan. Y han repetido por enésima vez el número de la víctima. Rufián está en las antípodas del estilo de Junqueras, más falsote y falsario. Pero agrada a las bases, comenta un veterano militante. "Ahora mismo, es intocable. Sus fantochadas agradan entre las bases, él lo sabe, y se tiene que ganar el sueldo". En eso está. hasta la próxima.