El pasado viernes, la OMS declaró a Europa epicentro mundial del contagio del coronavirus. Italia aparecía en las estadísticas como el país con más afectados. España era el segundo a nivel europeo, pero el gobierno de Pedro Sánchez todavía no había decretado medidas excepcionales a pesar de registrar más de 3.000 muertos. Los protocolos de actuación del gobierno de Giuseppe Conte y de Pedro Sánchez, ambos de centro izquierda, arrojan tiempos diferentes para luchar contra la enfermedad.
Hay patrones comunes, pero también discursos opuestos ante el contagio, con la desventaja para Italia de haber sido el primer país de Europa en haber padecido los estragos de la enfermedad. España, en cambio, pudo gozar de una ventaja estratégica. Pero, ¿lo aprovechó?
Italia declaró el estado de emergencia nacional ya el 31 de enero, cuando detectó los dos primeros casos de coronavirus en dos turistas chinos. Un mes después activó la primera cuarentena en once pueblos de Lombardía y Véneto (en los que ahora ya no hay contagiados). Era el 23 de febrero, e Italia tenía 60 casos confirmados de coronavirus, con dos fallecidos. Eran las primeras cuarentenas en Europa y una decisión sin precedentes por la crisis del virus. Los pueblos en cuarentena se encuentran en el corazón del motor económico italiano: dos regiones cuyo PIB es superior a Madrid y Cataluña.
Es solo una gripe
El 27 de febrero, con 400 casos detectados, Italia dio otra vuelta de tuerca. Empezó a cerrar escuelas, universidades y a limitar los horarios de lugares de ocio como bares y restaurantes. Los partidos del calcio empezaron a celebrarse a puertas cerradas. El Gobierno Conte recibió críticas de los que pensaban que la reacción era exagerada. Los escépticos incidían en que los fallecidos caían por problemas de salud anteriores, y no tanto por el virus. Corresponsales españoles minimizaban el fenómeno. El mantra de que sólo se trataba de una gripe cuestionaba a Italia. El Ejecutivo resistió.
El 1 y 2 de marzo el país tembló. Las cifras de afectados a nivel nacional subieron hasta las 2.000 personas (siete días antes eran 229). Francia, con tan solo 100 contagios, empezó a prohibir las aglomeraciones de más de 5.000 personas, lo que obligó a anular el maratón de París. En España, en cambio, el debate político seguía su curso.
Cifras actualizadas: España en los primeros días va peor que Italia. Amigos europeos: aprended de lo que nos ha ocurrido, intervenid sin demora! pic.twitter.com/nMXlFZkoNp
— Matteo Renzi (@matteorenzi) March 13, 2020
El gobierno de Sánchez y Pablo Iglesias entraban entonces en la semana de aprobación de la Ley de Libertad Sexual. En ese contexto, el ministerio de Sanidad de España, dirigido por Salvador Illa, sostenía que “por el momento, nada indica que haya una transmisión comunitaria descontrolada y una entrada masiva de casos importados”. Los enfermos ya eran 119, con un aumento del 63% de casos con respecto al día anterior, y se registraban los primeros fallecidos.
Riesgo "moderado"
El 5 de marzo España tenía 237 contagios y tres muertos (uno en Madrid, otro en el País Vasco y otro en Valencia). Sanidad, no obstante, insistía en su lectura minimalista. Es más, el Gobierno explicaba que "es previsible que en las próximas horas esta cifra se reduzca". Y el máximo experto del gobierno, Fernando Simón, rebajaba constantemente la tensión, sorteando todo tipo de comparación con Italia: "No es necesario cerrar colegios o universidades porque no ayudaría a frenar la expansión del coronavirus", dijo.
En esos días, Iglesias atacaba al ministro de Justicia por frenar la ley de Irene Montero. Después selló un pacto con Sánchez para rebajar la tensión y no empañar la manifestación del 8-M. Querían que fuera multitudinaria, aunque la UE ya había avisado de la peligrosidad de las aglomeraciones. La única ministra que alertó sobre el virus, Yolanda Díaz, fue mandada a callar.
España ya había sufrido un repunte de contagios. Los enfermos eran 430 (queda por señalar que el sistema de doble control Comunidad Autónoma-laboratorio de Majadahonda deja entrever que los reales son más de los contabilizados), y los fallecidos 8. Pero Sanidad seguía hablando de "riesgo moderado" y mantenía el escenario 1 de contención.
El director del CCAES, Fernando Simón:
"No es necesario cerrar colegios o universidades porque no ayudaría a frenar la expansión del #coronavirus" pic.twitter.com/KEC1OYgx64
— Ministerio de Sanidad (@sanidadgob) March 4, 2020
Madrid y País Vasco reaccionan
La noche del 7 marzo Italia dio otro acelerón. Conte tomó una decisión trascendental. Decretó la cuarentena para la región de Lombardía, con 16 millones de personas bloqueadas. Las cárceles italianas sufrieron motines con más de diez muertos. Pero en España todo seguía igual, aunque a nivel local empezaba a crecer el malestar.
La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso pedía al Ejecutivo medidas de contención. Los sanitarios madrileños y vascos detectaban un preocupante repunte de afectados. Tras las negativas de Sánchez, Ayuso decretó unilateralmente el cierre de los centros de mayores el sábado 7 de marzo. Sánchez se irritó porque consideró que esa medida era "alarmista".
Entre el sábado y domingo 8 de marzo, Italia sufrió un pequeño éxodo de Lombardía hacia el sur. Conte reaccionó, esta vez ordenando la cuarenta nacional pocos días después. Era el cuarto decreto extraordinario en diez días. En esas horas convulsas, en Madrid 120.000 personas marchaban por el Día de la mujer.
Giro de 180 grados de Sánchez
El lunes 9 de marzo, por fin España despertó. Los afectados llegaban a 1.000 y todo se aceleró. El gobierno vio como Madrid y País Vasco cerraban colegios, bares, restaurantes… Pablo Casado, líder de la oposición, denunciaba la “falta de liderazgo” de Sánchez. Tras días de inacción, España tomó conciencia de que era el país de Europa con más afectados por el coronavirus. En cinco días, los contagios habían pasado de 999 a 6.200 el sábado.
Con ya 130 muertos, Sánchez declaró el estado de alarma, o sea la cuarentena para todo el país con importantes limitaciones de los movimientos de los ciudadanos (medidas más flexibles que en Italia, donde nadie puede salir de su municipio de residencia) y el cierre de las tiendas, menos los supermercados y farmacias. Sánchez tomó la decisión después de un convulso Consejo de Ministros que no supo acordar las medidas económicas necesarias para evitar el colapso de una economía recién salida de la crisis de 2008. Aun así, el país pudo ver cómo, tras una espera de varios días, el Ejecutivo movía ficha.
Las estadísticas destacan que por ritmo de contagio España puede incluso superar a Italia. Conte activó cuarentenas y cierres de colegios con menos de 300 enfermos. En España se tuvo que esperar a los 2.000. Los retrasos de Sánchez han sido muy criticados. Diarios internacionales como Le Monde y The New York Times han cuestionado su política. Italia y España, dos países cercanos y con el mismo problema, ahora adoptan medidas muy similares para enfrentarse a una crisis que amenaza con durar mucho tiempo.