Política

Moncloa obliga a Puente a ser más comedido en público tras el 'toque' de Albares por Argentina

El ministro de Transportes y su colega de Exteriores conversaron el pasado sábado para abordar cómo superar la crisis abierta con Buenos Aires

Todo parece indicar que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha molestado con su ministro de Transportes, Óscar Puente. Por eso, el núcleo duro de Moncloa ha obligado al exalcalde de Valladolid a ser más comedido en sus intervenciones públicas. Fuentes del equipo del ministro explican que Puente quiere prepararse con "más datos" y dejar atrás tanta retórica que le puede llevar a abrir crisis como la que ha enfrentado a España y a Argentina en las últimas 72 horas por sugerir que el presidente de aquel país, Javier Milei, consume drogas.

Estas fuentes explican que el pasado sábado el ministro de Exteriores, José Manuel Albares mantuvo con él una conversación para abordar el desafío diplomático y cerrarlo con el menor coste posible. El equipo de Albares, en conversación con este diario, lamenta sentirse como un apagafuegos cada vez que un colega del Consejo de Ministros se excede, puesto que no son conscientes de que sus intervenciones pueden acarrear problemas en la reputación del país e incendios diplomáticos que cuesta atajar.

Eso sí, las fuentes consultadas inciden en que Puente seguirá siendo él mismo en sus redes sociales, donde el ministro sigue haciendo uso de su estilo directo y soez, pese a que el propio presidente del Gobierno le aconsejó que dejara la gestión de sus perfiles en manos de profesionales. No solo señala a adversarios políticos, también a determinados medios de comunicación. El ministro de Transportes rectificó a su manera este martes en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, tras explicar que si llega a hacerse una idea de la repercusión de sus palabras sobre Milei no las hubiera pronunciado. "Mi gran error fue no saber la difusión y repercusión", dijo.

El papel de Puente

El aterrizaje de Puente en el aparato socialista -está en la ejecutiva desde mediados de enero- se debe a una estrategia del partido para contratacar la ofensiva argumental del PP, especialmente de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. En Ferraz y en Moncloa estuvieron dándole vueltas a la cabeza. ¿Cómo desarticular y contestar los mensajes del PP de Madrid, ("me gusta la fruta", "que te vote Txapote"...)? Pues con un perfil igual de duro (o más). Y Óscar Puente encaja perfectamente. Cabe recordar que ya fue portavoz de la ejecutiva del partido entre 2017 y 2021, de la que salió tras algunos excesos.

El fulgurante ascenso de Óscar Puente tiene muchas implicaciones. Se esperaba que el exalcalde de Valladolid, que intervino en nombre del Grupo Socialista durante la investidura de Alberto Núñez Feijóo, fuera el pararrayos político del presidente. Puente, con un marcado perfil político, absorbe buena parte de los golpes que se lleva el Gobierno en esta Legislatura, como hizo en su día uno de sus predecesores en el ministerio: el ex secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos. No obstante, Puente es más duro aún que Ábalos. Él mismo marca la diferencia con respecto al defenestrado Ábalos cuando se le pregunta.

Óscar Puente y Pedro Sánchez en un acto del PSOE

Hace tiempo que en el partido se hacen bromas sobre cuándo llegará el momento en el que Óscar Puente será la cara de las camisetas. En el horizonte está incluso la posibilidad de pasar del 'perro sanxe' a alguna de las frases del ministro de Transportes. El PSOE quiere que Puente sea una especie de nuevo icono pop, aunque a veces se pase de frenada. "Es que además gusta a los nuestros, que están cansados de recibir hostia tras hostia sin capacidad de respuesta", explican en el partido. Sánchez está orgulloso de su decisión. Puente es el engranaje perfecto para una legislatura con exceso de bilis y un Congreso de sordos y repleto de improperios.

El PSOE, "en modo zafarrancho"

No obstante, entre algunos miembros de la Ejecutiva y del Gobierno reina la preocupación por la deriva de crispación. Algunas fuentes gubernamentales reconocen, en conversación con este diario, que al PSOE no le viene bien entrar al trapo y bajar al barro con la derecha. "No es nuestro estilo. Y nos gustaría poder hablar de nuestras políticas y de derechos, que es donde marcamos la agenda. Pero con esta deriva y desde el estallido del caso Koldo, estamos en modo zafarrancho. Lo que no vamos a hacer es quedarnos de brazos cruzados", apunta una alta fuente del partido.

Los cinco días de reflexión de Sánchez van en línea a esta situación. El presidente del Gobierno está haciéndose la víctima de una, según él, campaña de bulos, difamaciones y ataques sin precedentes de la derecha, la ultraderecha y sus supuestos medios de comunicación afines (la conocida como fachoesfera). Y todo con el fin de movilizar a la España progresista que le dio la victoria el 23 de julio y que tiene que votar el 9 de junio en las elecciones europeas, de puro carácter nacional. Aunque antes, el 12 de mayo, lo harán los catalanes. Tampoco el PSC, según fuentes socialistas, carbura como quisiera Moncloa. El suflé Puigdemont ha crecido más de lo que esperaban.

Las perspectivas del PSOE en ambos comicios no son del todo buenas. Y muestra de ello es el recelo con el que parte la candidata europea, la vicepresidente tercera, Teresa Ribera. En la planta noble de Ferraz se trabaja ya con la tesis de que esos comicios, los europeos, serán una especie de plebiscito sobre el presidente del Gobierno tras tensionar al país con sus cinco días de reflexión y emprender a posteriori un camino de "regeneración" que apunta a los medios no afines y al Poder Judicial.

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