Paula lleva días sufriendo en primera persona los disturbios de la ciudad de Barcelona. Se declara como una ciudadana anómina y asegura sentirse "intimidada" ante la escalada de violencia que se vive en las calles de la ciudad condal. Su casa se encuentra en el epicentro de las protestas, en pleno Paseo de Gracia. Salir a la calle supone ver cientos de contenedores calcinados y comercios destrozados. "Tenemos la memoria muy corta. Esto ya lo hemos visto en el País Vasco", alerta en conversación con Vozpópuli.
¿Cómo está viviendo estos días?
Barcelona, desgraciadamente, en los últimos años ha sido territorio de los violentos desde las huelgas generales del 2010. Yo ahora mismo estoy encerrada en casa, voy a por mis hijos al colegio. La ciudad está tomada y ha habido las primeras manifestaciones. Y yo a esto no le veo otra solución que mano dura igual que cualquier delincuente o con cualquiera que quiera alterar el normal funcionamiento de las cosas. Eso pasa por concienciarnos todos los españoles y por que haya un Gobierno y un Govern aquí en Cataluña que tengas las cosas claras y sepa cuál es la frontera entre la ley y el caos. Son cosas muy obvias, pero seamos todos conscientes de esto, sobre todo todos los españoles.
¿Cree que hay suficientes efectivos policiales? El ministro ha dicho que se puede viajar a Barcelona con "total normalidad".
No, no se puede. Ahora mismo en mi calle hay un montón de motoristas y de coches con pitidos y con rugidos, que al final hace que una se sienta intimidada en su propia casa. No hay un normal funcionamiento. Una de mis mejores amigas ha tenido que ir al aeropuerto esta mañana cinco horas antes porque no sabía si podía llegar. No sé si mi marido podrá volver. Tengo que ir a por los niños antes al colegio… ¿Eso es normal?
Esto no debería pasar, no se debería permitir ni darle una pátina de normalidad como si esto fuese la consecuencia normal de que un tribunal dicte una sentencia judicial. Un juez ha impartido Justicia en un país democrático y como consecuencia de eso se han formado unas algaradas en la calle que nos hacen sentir a más de la mitad de la población asustados, atemorizados y angustiados de no saber qué va a pasar porque ellos llevan la delantera.
Imagino que entre sus amistades habrá gente que defienda la independencia, no sé cómo están viviendo esta escalada de disturbios. ¿Todo el mundo lo respalda o hay gente que reivindica la movilización pacífica?
Es que el independentismo no es un movimiento pacífico. Aunque una persona no salga a quemar contenedores, un independentista me quiere echar a mí de mi casa. Quiso y salió a votar en esa farsa de referéndum para que a mí se me suspendieran los derechos constitucionales a las pocas horas de haber cerrado los colegios electorales. A mí me da igual que no salgas a quemar un contenedor, pero tu pensamiento es profundamente reaccionario. Va en contra de mí y de mi familia porque quiere levantar una muralla y una frontera. Por lo tanto la palabra independentismo y pacifismo es un oxímoron en este momento. Si ellos hubiesen querido, lo hubieran parado. Y no lo han hecho. Aquí las culpas se tendrán que repartir y todos sabemos quiénes estamos en un lado y quiénes en el otro.
Echando la vista atrás, ¿cómo ha cambiado la relación con sus amigos o familiares que defienden la independencia?
Pues se ha enfriado, se ha viciado. Con algunas personas no puedes hablar del tema; hablas de otras cosas porque no vas a estar todo el día discutiendo. Esto agota a cualquiera. A mí este estado de indignación y angustia me cansa, me pone triste. Con otros directamente nos hemos dejado de hablar, con gente de la familia, amigos o gente del ámbito laboral. Y al final hacen que estemos como en pequeños guetos, dándonos calor unos a otros. Y hay que estar aquí para saberlo. No sólo en Barcelona; en cualquier pueblo pequeño de Gerona, de Lérida o de donde sea.
¿Qué es lo que más le preocupa de los disturbios?
Los comercios están algunos abiertos y otros cerrados. Muchos cerrarán por miedo. Pero me preocupa que una ciudad que amo, en la que han nacido mis hijos, esté como estaba esta mañana. Me preocupa que al final el estómago y la rabia prevalezca sobre la razón. Es muy triste. Y lo que van a conseguir es que muchos al final tiremos la toalla, nos marchemos y dejemos desamparados a los que quedan aquí a los que no pueden irse. Y es que tenemos la memoria muy corta. Esto ya lo hemos visto en el País Vasco. Esta ideología perversa ya la hemos visto. ¿De verdad hay que explicar estas cosas?