El PP no las tiene todas consigo respecto a la aparente ruptura de las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez, protagonizada este martes por las delegaciones de PSOE y Unidas Podemos después de otras cuatro horas de reunión a puerta cerrada, reconocen a Vozpópuli fuentes populares.
La dirección nacional del principal partido de la oposición se fija el viernes 20 -a 72 horas de que el Rey Felipe VI disuelva las Cortes- como fecha límite para constatar un "fracaso político sin paliativos" de Sánchez. Ese viernes empezaría el pleno, cuya primera votación sería al día siguiente, sábado, y la segunda el mismo lunes 23, día que el Rey Felipe VI tiene como tope para disolver las Cortes si no hay investidura.
Hasta ese viernes 20 Pablo Casado y los suyos no se van a fiar porque en un minuto las cosas pueden cambiar, y queda una semana, "un mundo en política", dicen; y todavía falta que el monarca reciba a los líderes políticos en una nueva ronda de consultas, previsiblemente lunes y martes o martes y miércoles de la próxima semana.
Casado y su equipo dudan de que Iglesias no acabe sucumbiendo a las presiones, incluso desde el propio Podemos, para que permita a Sánchez gobernar
Una semana es mucho como para dar por hecho que Pablo Iglesias vaya a resistir las enormes presiones económicas, mediáticas y políticas, incluso desde sus propias filas: IU, Equo, la federación andaluza y los Anticapitalistas son partidarios de dejar gobernar a Sánchez.
En este sentido todos los ojos del PP están puestos en la sesión de control al Gobierno que va a tener lugar este miércoles 11 en el Congreso. Ahí se verá el estado real de las relaciones entre Sánchez e Iglesias; si se intercambian duros reproches desde la tribuna de oradores o dejan abierta alguna puerta al acuerdo in extremis.
De momento, tanto Pablo Echenique como la vicesecretaria general de los socialistas, Adriana Lastra, se esforzaron este martes en resaltar el ambiente "cordial" de la cita pese al desacuerdo. Porque el 10-N tiene riesgos para los dos; también para los socialistas si una izquierda enfadada se queda en casa masivamente, no acudiendo a votar como sí hizo el 28 de abril contra Vox.
El PP da por descontado que la formación morada va sufrir el 10-N, pero puede que no tanto y que siga siendo decisiva tras pasar por las urnas. Ese escenario produce escalofríos en el equipo de Casado, que teme verse entonces obligado a abstenerse para acabar con el bloqueo político de España.
Martillear con el "fracaso" de Sánchez
Si se confirma la repetición electoral el 10 de noviembre, los grandes aliados de Iglesias para devolver la pelota a los socialistas van a ser, paradójicamente, Casado y Albert Rivera.
Llevan semanas responsabilizando a Sánchez, no a Podemos, de haber tenido todo el viento de cola para ser reelegido y puede acabar llevando a España a la parálisis absoluta. "Y los sondeos no dicen que la gente, tampoco la de izquierda, culpe a Iglesias en solitario", advierte una fuente popular.
Sánchez ha pasado todo el verano como un hombre-anuncio anticipando su precampaña. Si su responsabilidad era formar Gobierno, ahora es evitar nuevas elecciones, acabar con la incertidumbre y dejar de jugar a aprendiz de brujo con las expectativas de los españoles. pic.twitter.com/Dwi8wcQmwK
— Pablo Casado Blanco (@pablocasado_) September 9, 2019
Esta va a ser la estrategia a seguir por Casado por lo menos hasta que el viernes 20 se despeje el horizonte político español. Y luego se pondrá ya a la carrera electoral, en la cual un handicap no menor va a ser la elaboración de las listas.
Porque el PP obtuvo el pasado 28 de abril el peor resultado de su historia, 66 diputados, y como los sondeos le auguran una subida el 10-N hasta casi 80 escaños, básicamente por el desplome de Vox, no son pocos los cargos del PP que se quedaron fuera hace cuatro meses que quieren formar parte de las listas.