Política

Primera semana del juicio del  procés: cuando casi nadie está en su lugar

La idea de televisar el juicio supone un éxito en transparencia, pero arrastra a algunos protagonistas a trasladar mensajes al exterior en detrimento de las cuestiones jurídicas

El exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras rehusó defenderse y optó por un mitin. Su abogado prefirió una entrevista masaje que interrogarle. La intervención del fiscal Javier Zaragoza, muy celebrada en general, fue más propia de un informe de conclusiones finales que una respuesta a las cuestiones previas. Con todo, se impuso en el duelo personal con su compañero del Ministerio Público, Fidel Cadena, quien se enzarzó en varios encontronazos absurdos con el exconseller Joaquim Forn de los que no salió precisamente airoso.

Y así transcurrió la primera semana del juicio histórico del 'procés', con un ritmo endiablado probablemente por el tono que impuso el letrado de Junqueras. Andreu Van den Eynde tenía el saque. Fue el primero en hablar al representar al principal acusado y eso le permitió fijar el tono del debate, que lo lanzó directamente al tejado de Estrasburgo desdeñando el derecho penal (“no es la solución”) y glosando una batería de vulneración de derechos al pío Junqueras al que no dejaban ni ir a misa en prisión.

Zaragoza, ex fiscal jefe de la Audiencia Nacional, no le hace ascos a un enfrentamiento en Sala y más si es televisado. Replicó apelando a la defensa de la democracia y hasta recordó que la Constitución fue apoyada por un 62 por ciento del censo en Cataluña. Parecía como si quisieran competir en audiencia con las tertulias televisivas de la mañana.

Si Marchena hubiese declarado el juicio visto para sentencia, nadie se hubiese extrañado de no ser porque sólo llevaban una sesión y media

Fiscales y varios de los abogados hablaron como si ya se hubiese practicado toda la prueba. Si en ese momento el presidente del tribunal, Manuel Marchena, hubiese declarado el juicio visto para sentencia, nadie se hubiese extrañado de no ser porque sólo llevaban una sesión y media.

Uno de los protagonistas de la semana ha sido un biombo granate de grandes dimensiones que la Policía coloca en la intersección entre la salida de la Sala y los pasillos del tribunal para que nadie pueda tener acceso visual a los acusados presos. No se retira hasta que todos llegan a una sala habilitada donde comen y aguardan en los recesos solo con la compañía de sus abogados.   

En privado, por los pasillos del Tribunal Supremo, alguna sensibilidad independentista aparca el discurso oficial y se reconoce sorprendida ante la actitud de Marchena. El magistrado con el que el PP presumía de poder controlar la Sala Segunda por detrás se mostró condescendiente con varias de las reclamaciones de los independentistas, pero implacable con Vox. Los abogados de la formación política siguen calentando en la banda esperando su oportunidad. No llegará hasta bien entrado el juicio, con el turno de los testigos y peritos.

Pasarán muchos días hasta que se escuche a los abogados de VOX y lo mejor de la 'fiesta' ya habrá pasado

Los acusados se debaten entre contestar sólo a sus abogados como hizo Junqueras o responder también a la Abogacía y la Fiscalía como prefirió Forn en clara señal de que, a la hora de afrontar la cárcel, no hay disciplina que valga. Lo que no parece barajar ningún acusado es contestar a Vox. El juez tampoco les permitirá leer sus cuestionarios en alto. Transcurrirán muchos días hasta que se les escuche y lo mejor de la fiesta ya habrá pasado.  

El Tribunal Supremo apostó por la máxima transparencia y optó por televisar el juicio. Aún así, el primer día se presentaron observadores internacionales (uno de ellos admitía no entender el español). Si la televisión ayuda a despejar recelos sobre Justicia española, también entraña riesgos. El más patente, ya se ha visto, que las sesiones se dejen llevar por un exceso de espectacularidad en detrimento de las cuestiones jurídicas.

También la capacidad de influir en los testigos que van a declarar en próximas semanas y que en condiciones normales no pueden presenciar el juicio o tener contacto con otros testigos. Fue el caso del presidente del Parlament, Roger Torrent, quien en virtud de este principio no pudo entrar en la Sala de vistas, ni en el edificio, pero se quedó en un aparte siguiéndolo por una pantalla. El siglo XXI es lo que tiene.

Forn se quedó a dos preguntas de emular al mosso de “la República no existe, idiota”

En el caso de Forn, la publicidad fue un inconveniente, al menos para su carrera política si se tiene en cuenta que es el designado desde Waterloo para optar al Ayuntamiento de Barcelona en representación de la Crida de Puigdemont. Y es que el exconseller se quedó a dos preguntas de emular al mosso de “la República no existe, idiota”. En las antípodas de Junqueras, el responsable de los Mossos d’Esquadra durante el 1-O, optó por una defensa jurídica dirigida por su abogado Javier Melero, una de las revelaciones de lo que va de juicio.

El letrado de Forn, partícipe del origen de Ciudadanos, ya avisó en la previa de que él sí se ceñiría al Código Penal y lo hizo hasta el punto de ejercer de traductor improvisado al enarbolar diversos documentos que estaban en catalán. Su cliente se fajó con el interrogatorio de Fidel Cadena y se puede concluir que, al menos por la televisión, dio la impresión de salir airoso pese a las dudas que ofrece su esquizofrénica versión de que apoyaba el referéndum como político, pero no como conseller.

La Abogacía del Estado ha pasado desapercibida mientras el letrado que inició la causa y cesó el Gobierno sigue las sesiones por televisión

El fiscal incurrió en varios comentarios extemporáneos como cuando, para referirse a Puigdemont, le preguntó por “el delegado del Estado en Cataluña”. El acusado tardó en darse cuenta de que no estaban hablando del Delegado del Estado, Enric Millo, sino del expresidente de la Generalitat.

Tampoco quedó claro si el fiscal sabía el número de coches atacados en el 20S ante la Consejería de Hacienda. Incluso llegaron a protagonizar un intercambio que recordó a Tip y Coll cuando Cadena dijo que los vehículos habían sido “devastados” y luego quiso atribuirle el término al acusado que, perplejo, le tuvo que recordar que lo había usado él.

Mucho más airoso todavía salió del cuestionario de la Abogacía del Estado, que ha pasado desapercibida desde el principio. Aunque primero apostó por la rebelión -como Fiscalía-, finalmente rebajó a la sedición. Entre medias, el PSOE llegó a La Moncloa, nombró una nueva Abogada del Estado, Consuelo Castro, que a su vez cesó al letrado que hasta ese momento había llevado la causa, Edmundo Bal, bregado en otras plazas como Gürtel. Ahora también sigue las sesiones del juicio por televisión. Y aún no ha llegado la campaña de verdad, si es que alguna vez se fue.

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