Política

¿Qué fue del 'procés'?

No todo lo que ha traído el coronavirus es malo: el postureo político ya no cabe en nuestras vidas; es más, penaliza, y el examen para los partidos será su voto ante el presupuesto de emergencia que se avecina

  • Pedro Sánchez.

Algo ha cambiado ya en nuestras vidas tras esta dura crisis del coronavirus que ya ha infectado a 11.500 compatriotas y se ha llevado por delante a medio millar, y no es solo el aumento espectacular del comercio electrónico o del teletrabajo por confinamiento de la población en sus casas. Que también. 

Me refiero al final de esa especie de guerra incivil política que se estaba librando hasta el lunes 9 de marzo, cuando al presidente del Gobierno se le enmudeció el rostro y pasó de un silencio sepulcral sobre la enfermedad a comparecer hasta en tres ruedas de prensa en una semana; la última para anunciarnos un estado de alarma que nos mantiene en vilo confinados en nuestras casas.

¿Dónde está el procés? ¿Y la mesa de diálogo con el independentismo? ¿Alguien sabe si Oriol Junqueras ha vuelto a salir de la cárcel para dar clase? ¿Dónde están Franco y tanto antifranquismo retrospectivo? ¿Se habrán dado cuenta ya Quim Torra o Carles Puigdemont lo patéticos y despreciables que resultan en su afán por imponer su particular agenda catalana entre tanto dolor?

Sí habrán cambiado las cosas, sí estaremos todos tan preocupados por nuestra salud, por nuestro futuro, por nuestro trabajo, por esa hipoteca y esa cotización a la Seguridad Social que no podremos pagar a día uno de abril, que la plaga que nos aflige ha servido hasta para que Pedro Sánchez haya levantado el veto a Vox y Santiago Abascal. Siquiera por unas horas; me basta. 

Cuando vuelva la normalidad no les va a ser fácil a nuestros Sánchez, Iglesias, Casado, Arrimadas y Abascal seguir manteniendo tanto enfrentamiento artificial

No. Cuando vuelva la normalidad no les va a ser fácil a nuestros Sánchez, Iglesias, Casado, Arrimadas y Abascal seguir manteniendo tanto enfrentamiento artificial en el Congreso y fuera de él, tanto postureo, si me permiten la expresión, para satisfacción de unas parroquias partidarias cada vez más menguadas y más alejadas del sentir de una inmensa mayoría que quiere y va a exigir soluciones a su drama personal.

Nos quedan semanas de cuarentena en casa y meses por delante para que la economía salga del colapso, pero ya podemos anticipar que, una vez solventado el problema económico más inmediato,  habrá que ponerse manos a la obra para confeccionar los presupuestos 2020, o los de 2021, que serán de emergencia nacional o no serán.

Unas cuentas públicas que tendrán que asumir, sí o sí, un techo de gasto desmadrado para hacer frente no solo al ingente servicio sanitario; también a los aproximadamente 300.000 millones -calculan los expertos- que ha de inyectar el Estado en la Economía, mínimo, para hacer frente a medidas como la moratoria de las hipotecas o el impago de los recibos del agua, la luz y el gas.

¿Apoyará Podemos un presupuesto que muy probablemente tendrá que renunciar a la subida del Impuesto de Sociedades, a la tasa Google y a la de transacciones financieras para no perjudicar la liquidez?

Por no hablar de los avales y del dinero fresco que va a tener que poner el Instituto de Crédito Oficial (ICO) encima de la mesa para solventar el enorme problema de liquidez inmediato que tienen unas empresas, la mayoría pymes, en estado de shock tras poco menos de una semana de inactividad.

Y, digo yo, ¿apoyará Podemos ese presupuesto, que muy probablemente tendrá que renunciar a la subida del Impuesto de Sociedades, a la tasa Google y a la de transacciones financieras para no perjudicar más la liquidez de una economía absolutamente paralizada? ¿Están dispuestos Pablo Casado y el PP, Inés Arrimadas y Ciudadanos... y Santiago Abascal y Vox, sí Vox, a apoyar ese presupuesto de emergencia nacional?

De la respuesta que ofrezcan todos y cada uno de los actores políticos, el presidente del Gobierno en primer lugar, renunciando a su flamante presupuesto "progresista" por uno más "realista", si me lo permiten, va a depender que la credibilidad del sistema no se resienta. Un sistema al cual lo que le faltaba es una crisis en la jefatura del Estado como la que protagonizan estos días Felipe VI, su padre... y la inefable Corinna, a cuenta del dinero poco claro de la familia.

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