Unión de Centro Democrático (UCD) llegó al Parlamento en 1977 con 166 escaños, se quedó en 11 tras su paso por el poder (1982) y desapareció definitivamente del mapa cuatro años después. El Centro Democrático y Social (CDS) con que Adolfo Suárez trató de regresar a la primera línea osciló entre el 8% y el 9% de respaldo electoral de 1986 a 1989 -sacó casi 6.000 concejales en 1987- y se hundió en la irrelevancia en los años 90, hasta desaparecer definitivamente en 2005. El Partido Reformista Democrático de Miquel Roca, Antonio Garrigues y Florentino Pérez, que pretendió ser bisagra entre derecha e izquierda, resultó un completo fiasco en los únicos comicios a los que concurrió (1986). UPYD entró en el Congreso a la primera (2008), quintuplicó sus resultados en la cita siguiente (2011) y se diluyó por completo de 2014 a 2016, coincidiendo con la expansión de Ciudadanos.
El partido de Albert Rivera se propone cambiar la trayectoria gaseosa del centro político en España y consolidar al fin un proyecto reformista moderado en las instituciones. Objetivo para el que sentará las bases en la IV Asamblea General naranja, primera desde la expansión nacional, que este fin de semana celebra en Coslada (Madrid). Ciudadanos revisará su ideario, estatutos y estrategia con la meta de estar listo para “gobernar España en 2019”.
Tres ponencias, una de cada uno de esos tres ámbitos, serán aprobadas este sábado por los 560 compromisarios naranjas. En ideario-valores, el principal conflicto ha estallado en Cataluña, la región donde nació el proyecto: un sector de la militancia se ha organizado para mostrar su rechazo a la decisión de la cúpula de eliminar la socialdemocracia como fuente de referencia. Esa corriente entiende que encuadrar a C’s únicamente en el liberalismo progresista -también se elimina la catalogación del partido como de “centro izquierda”- estrechará su espacio y le penalizará en las urnas. Además, son partidarios de mantener la misma beligerancia mostrada hasta ahora frente al nacionalismo, sin contemporizar para tratar de pescar en el caladero de la antigua Convergencia y seguir creciendo. Juan Carlos Girauta será el encargado de defender la ponencia de la dirección, que ya recibió un alto índice de contestación cuando se sometió a veredicto del Consejo General, máximo órgano del partido entre asambleas.
La militancia histórica de C's en Cataluña se ha rebelado contra el viraje liberal impulsado por la dirección
En la estrategia, la cúpula plantea armarse para empezar a entrar en los gobiernos en el siguiente ciclo electoral, a partir de 2019. Hasta ahora, ha seguido la misma pauta en todas las instituciones donde ha sido decisivo: explorar pactos de gobierno o investidura dando prioridad a la fuerza más votada y limitarse a ofrecer apoyo externo, previa firma de condiciones principalmente centradas en economía, regeneración y protección social. Así respaldó las candidaturas de Susana Díaz en Andalucía, Cristina Cifuentes en Madrid, Juan Vicente Herrera en Castilla y León, José Ignacio Ceniceros en La Rioja, Pedro Antonio Sánchez en Murcia y Mariano Rajoy para el Gobierno nacional. Además, participó en decenas de pactos municipales y provinciales tras los comicios de 2015, casi siempre siguiendo este mismo guion y castigando a los cargos que se lo saltaran.
El debate sobre si hubiera sido más conveniente entrar en los ejecutivos y asegurarse así de que sus exigencias se siguen con más determinación -además de aprovechar para lograr una mayor implantación y beneficiarse de potenciales éxitos de gestión- pretende ser cerrado por dos años más con esta orientación de que pronto llegará el momento de formar parte de gobiernos. Además, Ciudadanos elaborará planes de actuación por autonomías para tratar de solventar las graves carencias que tiene en Galicia, País Vasco o Navarra, donde la formación naranja es extraparlamentaria y residual. Rivera tampoco tiene representación en los Parlamentos de Castilla-La Mancha y Canarias, aunque allí se debe más a los efectos de sendos sistemas electorales muy sui generis.
Nuevos estatutos
Ciudadanos revisará los estatutos para garantizarse que no penetren ‘submarinos’ capaces de desestabilizar el proyecto constituyendo corrientes que contravengan los principios y directrices marcados por el conjunto de la organización. Los cambios también blindan al presidente del partido -que no podrá ser destituido- y no abordan la limitación de mandatos que se exige para los cargos ejecutivos de todas las administraciones. C’s defiende que alcaldes, presidentes autonómicos y presidentes nacionales no puedan estar más de ocho años o dos mandatos en el poder, pero mantiene indefinido el de su propio líder, que acumula once años en el cargo y allí permanecerá al menos cuatro más.
Rivera ha ampliado su Ejecutiva hasta los 37 miembros, manteniendo a su núcleo duro en la Comisión Permanente que se encargará del día a día del partido. Sus principales lugartenientes, José Manuel Villegas e Inés Arrimadas, han sido promocionados como número dos y tres de la organización, respectivamente. Arrimadas, además, ha asumido la portavocía nacional y está claramente señalada como sucesora natural del actual líder.
Los cambios orgánicos fueron refrendados en primarias la semana pasada, mientras los de ideario, estrategia y estatutos deben ser validados por los compromisarios de la asamblea. Rivera tiene garantizado el apoyo de al menos el 70% de ellos, por lo que difícilmente prosperará cualquier enmienda que no cuente con su aval.
Ciudadanos pretende rearmarse para una época en la que se espera que permanezca la atomización parlamentaria -el multipartidismo parece consolidado en las encuestas-, pero en la que puede pasarle factura el pacto de investidura que firmó con Mariano Rajoy. No solo por el descrédito de incumplir una de sus promesas de campaña más reconocibles, sino por la posibilidad de quedar desdibujado. El entendimiento con el PP achica el espacio de Ciudadanos, al que la izquierda no para de martillearle con la etiqueta de “marca blanca” de los populares -ataque que también se ha hecho desde dentro, como ejemplifica la eurodiputada Carolina Punset-.
Los partidos liberales de Clegg y Rösler se estrellaron en las urnas tras aliarse con los conservadores en Reino Unido y Alemania
Los ejemplos del británico Nick Clegg (Lib Dems) y del alemán Philipp Rösler (FDP) debiera tenerlos bien presentes Rivera. El líder de los liberales en Reino Unido fue vicepresidente del conservador David Cameron de 2010 a 2015, periodo tras el cual pasó del 23% al 8%. Rösler, por su parte, gobernó junto a la democristiana Angela Merkel de 2009 a 2013 y su Partido Democrático Libre quedó prácticamente borrado del mapa tras ese periplo -se quedó sin ninguno de sus 93 escaños al no superar la barrera del 5% en las últimas elecciones-. Ciudadanos, partido homologable a estos dos, no ha entrado en el Gobierno pero es el principal sostén de un Rajoy comprometido con 150 medidas firmadas en agosto por el PP y la formación naranja.
Estos antecedentes y la irregular trayectoria que ha mostrado el centrismo en España y en los países del entorno juegan claramente en contra de los propósitos de un Rivera que prefiere referenciarse en el canadiense Trudeau, el francés Macron o el belga Verhofstadt. Este último será precisamente el encargado de clausurar el domingo la IV Asamblea naranja. En unos años sabremos se verá si fue la de la consolidación de Ciudadanos o la del comienzo del fin de otro intento por abrir un espacio de centro en la -¿sempiterna?- España de los rojos y azules.