Pedro Sánchez se convirtió ayer en el Donald Trump de la política española al arrasar contra pronóstico en unas primarias socialistas por la Secretaría General a las que se presentó contra todos los pesos pesados del país: contra los 'aparatos' del PSOE que, con Felipe González, José Luis Rodríguez Zapater, Alfredo Pérez Rubalcaba y los barones a la cabeza, habían apostado abiertamente por Susana Díaz; contra el Gobierno que no disimulaba su preferencia por la andaluza, e incluso contra los poderes económicos y mediáticos.
El renacido Sánchez ha goleado en todas las federaciones, excepto en Andalucía, y ahora se abre una etapa muy delicada internamente porque, a buen seguro, esos mismos aparatos intentarán condicionarle eligiendo mil delegados al 39 Congreso (16-18 de junio) que "reequilibren" su elección y, sobre todo, impidan a Sánchez llevar a cabo el 100% de su proyecto.
Porque, si cumple lo prometido, piensa modificar la ponencia redactada por su adversario Eduardo Madina, para "abrir el partido a la militancia". Eso incluye reformar los estatutos para convertir en obligatoria la consulta a las bases para quitar a un secretario general y para ratificar los acuerdos de gobierno. Además, piensa blindarse y anulará la posibilidad de obligarle a dimitir en caso de que a los barones volvieran a forzar la marcha de la mitad más uno de los miembros de su Ejecutiva, como ocurrió en vísperas del dramático Comité Federal del uno de octubre que precipitó su dimisión.
¿Y qué harán los perdedores a partir de hoy? Para saberlo va a ser clave el resultado, este próximo fin de semana, en los congresillos provinciales donde se elige a esos mil delegados. A diferencia de lo que ocurrió en 2014, y en previsión de una victoria de Susana Díaz, la gestora dispuso que su elección fuera a la semana de las primarias con la clara intención de diluir la posible oposición de Sánchez.
"Vamos a ponernos a disposición del partido", dijo anoche Susana Díaz en su discurso de aceptación de la derrota
Díaz y los barones creían tener controlado el proceso interno que se abre hoy, pero desde este lunes, los que están en la oposición son ellos; y cuatro en malísima situación para revalidar su poder en las secretarías generales respectivas en los congresos regionales de julio por haber perdido: este es el caso de Guillermo Fernández Vara en Extremadura (a quien ya le ha salido una contrincante para el próximo congreso regional, la exconsejera Eva Pérez); del presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, a quien puede disputarle la secretaría del PSOE regional el diputado sanchista por Albacete Manuel González Ramos; y de los presidentes valenciano, Ximo Puig, y asturiano, Javier Fernández, cuestionados también en sus federaciones.
¿Cuál será la correlación de fuerzas de esos delegados? ¿Logrará Sánchez inclinar la balanza a su favor? anoche ya se dio una primera señal de desmoronamiento del poder provisional que ha representado en estos nueve meses la gestora dominada por Díaz en la sombra: dimitió el portavoz del Grupo Socialista, Antonio Hernando. Su continuidad, aunque fuera provisional hubiera sido un contrasentido porque Hernando, que primero fue mano derecha de Pedro Sánchez en el Congreso, luego se mantuvo y defendió la abstención en la investidura a Mariano Rajoy.
¿Y qué va a pasar con Susana Díaz? El asedio a su liderazgo político en Andalucía por parte de PP y Podemos, pese a la firmeza del acuerdo parlamentario con Ciudadanos, se va a ver redoblado a partir de hoy y las encuestas para el PSOE-A no son nada halagueñas.
Anoche, en su discurso de aceptación de la derrota, la candidata andaluza accedió a hacerse la foto con Pedro Sánchez y Patxi López. Antes, rodeada por su equipo de confianza señaló que "me pongo a disposición de mi partido", no mencionando por su nombre al ganador, Sánchez, y dando idea de que no piensa acceder a sus intentos de cambiar la naturaleza del PSOE, de un partido de democracia representativa a otro más asambleario. Para eso, será crucial lo que pase esta semana en la elección de delegados. "A partir de ahora lo que nos queda es arrimar el hombro, como hemos hecho siempre", recalcó la andaluza en una intervención sin preguntas plagada de incógnitas.
Rajoy tiene garantizada la continuidad de la legislatura hasta 2018 pero la elección de Sánchez abre posibilidades de una entente del PSOE con Podemos que con Díaz hubiera sido casi imposible
El panorama que se abrió anoche en Ferraz que augura también cambios en la política española. Aunque Mariano Rajoy se ha curado en salud al señalar que él ya tiene una mayoría presupuestaria con Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y el diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, que le permite llevar la legislatura, por lo menos hasta 2018 (prorrogando los presupuestos de 2017 en el peor de los casos), lo cierto es que la elección de Sánchez supone un terremoto.
Hasta hora, el presidente del Gobierno ha contado, y pretendía seguir contando a través de la elección de Díaz, con la complicidad del principal partido de la oposición como dique de contención de Podemos. Los tres candidatos a la secretaría general del PSOE, Sánchez, Díaz y López, han dejado claro que no van a apoyar la moción de censura de Podemos, pero el ganador de anoche no cierra la puerta a ulteriores acuerdos, incluso a presentar él una moción de censura para devolverle la pelota a Iglesias y que vuelva a retratarse rechazándola.
Está claro, en este sentido, la respuesta a Pablo Iglesias por parte del portavoz parlamentario que nombre Sánchez en sustitución sustituya a Antonio Hernando. Pero, a tenor de su frase "somos la vanguardia democrática", mientras era vitoreado por sus seguidores ("¡bote, bote, bote, susanista el que no vote!"), algo va a tener que hacer el segundo partido español a sus mandos para recuperar en el Congreso una iniciativa política que, por momento, parece tener el partido morado.