La entrada de Vox en el Parlamento español estaba cantada, pero fue bastante menor de lo que vaticinaban los sondeos. Los 24 diputados y el 10,3% de votos cosechados en las generales del pasado domingo convierten a la formación de Santiago Abascal en la quinta fuerza política, un resultado que otros movimientos de derecha nacionalista en la UE hubieran querido tener en su estreno político. Pero la pujanza no fue la esperada.
Los partidos de extrema derecha han surgido en las últimas décadas en el Viejo Continente al calor de las periódicas crisis económicas y la llegada de inmigrantes, pero no hay un patrón identitario bajo el que se cobijen todos ellos.
Por ejemplo, hay formaciones de ultraderecha que son euroescépticas y contrarias al fenómeno migratorio que tienen un discurso nacionalista. Es el caso de partidos como la Liga Norte italiana, el Frente Nacional francés, Alternativa para Alemania, el Partido por la Libertad en Holanda, el Partido del Progreso en Noruega, el Partido de la Libertad en Austria o el Vlaams Belang flamenco que tanto apoyo han dado en los últimos meses a Carles Puigdemont en su autoexilio belga.
Hay otras formaciones del mismo signo que, siendo conservadoras y nacionalistas como Vox, evitan los discursos más radicales y prefieren no cuestionar el fondo de iniciativas como el matrimonio homosexual. Los ejemplos más próximos a la formación de Abascal son el Partido Popular danés, los Demócratas de Suecia, el UKIP británico que atizó el brexit, el Partido Popular suizo o la Concentración Popular Ortodoxa (LAOS) en Grecia, menos radicalizada que los neonazis de Amanecer Dorado.
Los ejemplos de Polonia y Hungría
El espejo en el que a Vox le gusta mirarse está en el Este europeo, concretamente en la formación polaca Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski y en Fidesz, el partido del húngaro Viktor Orban.
El PiS es el heredero de la antigua Solidaridad que desestabilizó el comunismo en los ochenta. En las elecciones generales de 2001 obtuvo un 9,5% de los votos y 44 de los 460 escaños de la Sejm, la Cámara baja polaca. Cuatro años se convirtió en el partido más votado del país con el 26,9% de los votos, que se tradujeron en 155 escaños y la mitad del Senado. Aquellos datos les permitieron formar un gobierno de coalición junto a Autodefensa de la República y la Liga de las Familias Polacas.
En 2015, después de ocho años en la oposición, Ley y Justicia obtuvo el 37,6% de los votos que le dieron la mayoría absoluta en las dos cámaras, un resultado que ningún otro partido polaco había obtenido en el período democrático.
Un nuevo tratado sobre fronteras, soberanía nacional y respeto por los valores de la cultura europea
En cuanto a Fidesz, ha dominado la política húngara en las últimas dos décadas. En sus primeros comicios de 1990 recibió el 8,9% de los votos. Ocho años después llegó la primera victoria con el 29,4% de los votos, que permitieron a Viktor Orban convertirse en primer ministro.
En las elecciones del año 2010, Fidesz consiguió una victoria histórica. En la primera vuelta la coalición obtuvo el 52,77% de los votos y ganó en 119 de las 176 circunscripciones. En la segunda vuelta celebrada en las 57 circunscripciones donde no se había impuesto ningún candidato, ganó en 54 de ellas. En conjunto, la coalición gubernamental obtuvo 263 de los 386 escaños.
Esa supermayoría le permitió a Orban modificar la Constitución con algunas medidas polémicas, pero su popularidad no se vio afectada. En las últimas elecciones de 2018, Fidesz fue reelegido por mayoría absoluta con 134 de los 199 escaños de la Cámara húngara.
Vox ha incluido varios de los postulados de PiS y Fidesz en su programa electoral de política exterior. Uno de los objetivos del partido de Abascal, por ejemplo, es “impulsar” en Bruselas un nuevo tratado europeo, en la línea de lo que defienden los países del grupo de Visegrado –Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa- “en cuanto a fronteras, soberanía nacional y respeto por los valores de la cultura europea”.
El cortejo de Salvini
En este empeño de Vox tendrán a muchos socios europeos deseosos de incluirles en su propio grupo parlamentario de la Eurocámara. La Liga Norte de Matteo Salvini ya empezó el día de las elecciones con su baile de cortejo pese a que en el pasado se inclinó por las tesis independentistas catalanas para enfado de Abascal.
Pero la ‘realpolitik’ se impone: los antiguos secesionistas padanos se han convertido en una formación federalista que mira por igual a los italianos del norte y del sur, lo que le permitió obtener un 17% en las legislativas del año pasado. Su coalición con los populistas de izquierda del Movimiento Cinco Estrellas le ha dado pingües beneficios ya que ahora está por encima del 30% en los sondeos.
Un augurio di cuore a @Santi_ABASCAL e a tutti gli amici di @vox_es, affinché possano portare in Spagna lo stesso cambiamento che la Lega ha portato in Italia col nostro governo. pic.twitter.com/gEn6vCUfkk
— Matteo Salvini (@matteosalvinimi) April 26, 2019
En otras latitudes, la tendencia es similar. El Frente Nacional de Marine Le Pen ha cambiado de nombre pero no de postulados. En las presidenciales de 2017 llegó a los 10 millones de votos en la segunda vuelta contra Emmanuel Macron –un 33% de sufragios-, el doble de lo que consiguió su padre en los sorprendentes comicios de 2002 cuando adelantó al socialista Lionel Jospin en la primera vuelta para luego hincar la rodilla en la segunda contra Jacques Chirac. Ahora ronda el 20% en los sondeos para las europeas.
Disensiones en Alemania
En la vecina Alemania, la formación hermana de Vox, Alternativa para Alemania, logró el 12,6% de los sufragios en las legislativas de 2017, pero las disensiones internas están haciendo mella en este partido igual de joven que Vox cuando aún queda la mitad de la legislatura. Mientras, la formación Finlandeses rozó con los dedos la victoria en el país nórdico con su resultado del 17,5% hace un par de semanas: los socialistas les adelantaron por una décima y ahora intentarán formar gobierno.
En Austria, el histórico FPO alcanzó un 26% en las parlamentarias de 2017 y es el socio menor de la coalición de gobierno liderada por el Partido Conservador del joven Sebastian Kurz y en la actualidad controla los ministerios de Defensa e Interior, lo que ha llevado a países europeos como Reino Unido y Países Bajos a reducir los intercambios de inteligencia por los nexos con Rusia de este partido de ultraderecha que tuvo con Jorg Haider en los noventa sus mejores resultados.