España

Rubalcaba se inclina por tirar la toalla al conseguir solo un cierre artificial de filas en el PSOE

 La tarea que Marcelino Iglesias desarrolló en la noche del 20-N en Ferraz fue comparada ayer en privado por un dirigente socialista con la que se desplegó el 23-F desde Zarzuela para conocer las capitanías generales que estaban con el Rey y las que apoyaban el golpe de Tejero.

 La tarea que Marcelino Iglesias desarrolló en la noche del 20-N en Ferraz fue comparada ayer en privado por un dirigente socialista con la que se desplegó el 23-F desde Zarzuela para conocer las capitanías generales que estaban con el Rey y las que apoyaban el golpe de Tejero. Lo que quería averiguar la noche de autos el secretario de Organización del PSOE eran las federaciones socialistas que defendían la dimisión inmediata de Zapatero como secretario general y las partidarias de que tutele su proceso de sucesión hasta la celebración del 38º Congreso.

El examen telefónico no reflejó una foto nítida de la situación, por lo que Zapatero decidió esperar a la ejecutiva celebrada ayer lunes en Ferraz para dar la cara. Y lo hizo confirmando la convocatoria del comité federal para el próximo sábado, cita en la que se fijará a su vez el 38º congreso ordinario para la primera semana de febrero. Será entonces y no antes cuando Zapatero entregue el testigo de la secretaria general, cargo desde el que pilotará durante mes y medio un proceso de sucesión que, a la vista de la magnitud de la derrota sufrida el domingo, se anuncia muy movido.

Rubalcaba ya ha hecho saber a personas de su confianza que después de haber cosechado una catástrofe electoral sin precedentes, incluso peor que la que afrontó en 1977 un Isidoro recién salido de la clandestinidad, no tiene el cuerpo para batallar por la secretaría general, en un momento, además, en el que ya hay federaciones que han pedido un punto y aparte y refundar el partido casi desde cero al no tener nada que perder: casi todo el poder territorial se esfumó el pasado 22 de mayo.

José María Barreda, Guillermo Fernández Vara y Tomás Gómez, representan a tres federaciones, la castellano manchega, la extremeña y la madrileña, que no quieren a Rubalcaba como candidato a la secretaría general. “Hoy es el comienzo del regreso al futuro”, dijo este lunes Barreda antes de asistir a una reunión de la ejecutiva que constató el enorme boquete electoral que se le ha abierto al PSOE por todos sus costados. Entre los abstencionistas, los que han apostado por el PP, IU y el partido de Rosa Díez, han hurtado a los socialistas cerca de cuatro millones de votos si se comparan estos comicios con los de 2008.

La niña mimada de Zapatero

Rubalcaba se lo hubiera pensado en caso de obtener un mínimo de 120 escaños, cifra simbólica muy cercana a la que logró Joaquín Almunia en 2000. Con 110 diputados y el 29% de los votos, el candidato concluye que carece de fuerza para disputar la secretaría general a Carmen Chacón, la niña mimada de Zapatero. Ni fuerzas ni ganas, después de contemplar que el cierre de filas que ayer escenificó la ejecutiva es puramente artificial. El inicio del regreso al futuro que describió Barreda alude, pues, al arranque de las últimas primarias socialistas, finalmente frustradas por el órdago que Rubalcaba lanzó al presidente para forzar la retirada de Chacón a la cuneta.

Zapatero ha pedido a los dirigentes de su partido responsabilidad para conducir un proceso que desea que se desarrolle con libertad. Los que escucharon sus palabras en la dirección socialista interpretaron que estos deseos encierran una cierta contradicción: la responsabilidad parece invitar a que no surjan candidatos como setas, un criterio que puede limitar la libertad de los militantes. El propio Zapatero hizo uso de esta libertad en 2000 cuando se midió con José Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández.

Lo que la mayoría de los dirigentes tienen claro es que si Rubalcaba se retira finalmente de la carrera sucesoria, la que reúne mayores papeletas para hacerse con la secretaría general es Carme Chacón, a pesar del duro varapalo electoral sufrido en Barcelona, donde era cabeza de cartel. “Es algo así como agarrarnos a un clavo ardiendo”, resume gráficamente un veterano miembro del comité federal, convencido de que habrá más candidatos que aun no se conocen para hacerse con el control de Ferraz.

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