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La sociedad paliativa o por qué ya no habrá más revoluciones

El personaje de Will Smith en 'Hitch, el especialista en ligues' representa una especie de lo más extendida hoy en día, los coaches. O lo que es lo mismo, "consejos

El personaje de Will Smith en 'Hitch, el especialista en ligues' representa una especie de lo más extendida hoy en día, los coaches. O lo que es lo mismo, "consejos vendo pero para mí no tengo". Este driblador de corazones ayudaba a gente del montón a enamorar a las mujeres de sus sueños gracias a trucos dignos del más pícaro Lazarillo. Pero mientras sus clientes se adentraban en las serpenteantes fosas del amor, Hitch solo admitía relaciones de una noche para evitar todo el sufrimiento que le había provocado una relación anterior.

Will Smith es, en este personaje, el vivo reflejo de la sociedad anestesiada, que huye del dolor a toda costa, y que refleja el filósofo surcoreano Byung-Chul Hang en su ensayo 'La sociedad paliativa' (Herder Editorial). El autor comienza dando cuenta de un síntoma que a ninguno se nos escapa, la obsesión por el yo como pandemia del siglo XXI.

La tesis de Han se centra en que cada uno se ocupa solo de sí mismo, de su psicología, en lugar de cuestionar críticamente la situación social. Lo que ocurre a nuestro alrededor, como se suele decir, nos la refanfinfla, y buscamos la respuesta a cualquier dolor en nosotros mismos. De esto tienen mucha culpa los coaches de la autoayuda.

Como dice Han, "el sufrimiento se privatiza". Ya no hay que mejorar las situaciones externas, sino los estados anímicos. "La psicología positiva consuma el final de la revolución", el tiempo de las revoluciones ha terminado porque ya no hay tiempo para la res publica (cosa pública), solo para la res privada.

La psicología positiva consuma el final de la revoluciónByung-Chul Han, filósofo

Hoy en día están muy de moda los filósofos helenísticos. Basta darse una vuelta por cualquier librería para ver la cantidad de autores y filósofos que reivindican el estoicismo, el epicureísmo o el cinismo como la panacea para alcanzar la felicidad en nuestros días. No es de extrañar que estas corrientes estén tan de actualidad, dadas las similitudes entre nuestra época y las del nacimiento del período helenístico, con la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.), la desintegración de las polis y un mundo marcado por la inestabilidad y la necesidad de respuestas.

Es en ese contexto cuando nacen filosofías como la de Epicuro, que señala que hay que huir del dolor a toda costa. Solo así se alcanzará la ataraxia (paz espiritual). Recomienda, incluso, abandonar la política, pues causa desasosiego. Byung-Chul Han denuncia esa voluntad actual de combatir el dolor, sea cual sea. Lo que recuerda Han es que el dolor refleja desajustes socieconómicos, de los que "se resienten psique y cuerpo". Los analgésicos ocultan las situaciones sociales causantes del dolor. La farmacia impide que el dolor se transforme en crítica al sistema.

Es por ello que no importa lo que hagan nuestros políticos, no importa si mienten, si nos provocan un perjuicio, nosotros seguiremos disfrutando de nuestro rato de Netflix por las noches o de alguna terraza analgésica.

La felicidad, como apunta el ensayo, es igual a la despolitización, "cada uno debe preocuparse por sí mismo y su felicidad". La felicidad pasa a ser un asunto privado. "En lugar de revolución, hay depresión". Nos esforzamos por cuidar el alma y descuidamos lo que nos rodea. Y es que el fermento de la revolución es el dolor común.

El dolor trae la felicidad

Lo que el autor muestra es una constante elipsis según la cual buscamos nuestra felicidad en nosotros mismos, para huir del dolor exterior, y es la ausencia del mismo el que nos lleva a un standby donde, como diría Camus, no vivimos, sino que fingimos vivir.

Han defiende que la "felicidad doliente" no es un oxímoron, pues "toda intensidad es dolorosa". En la pasión se fusionan dolor y felicidad. "Nietzsche decía que dolor y felicidad son dos hermanos y gemelos, crecen juntos, juntos siguen siendo pequeños". Sin dolor, "la felicidad se trivializa y se convierte en confort apático". Quien no es receptivo para el dolor, tampoco lo es para la felicidad.

Es por ello que la vida de Hitch, por muy especialista en ligues que sea, está vacía hasta que se atreve a sufrir, pasarlo mal y degradarse por la persona que quiere. El dolor es vínculo. Quien rechaza toda situación dolorosa es incapaz de construir vínculos.

La vida no se narra, se mide

Byung-Chul Han alude a la histeria por sobrevivir en la que vivimos actualmente. Este temor al dolor generalizado ha reducido "la vida a un proceso biológico". La vida ha perdido "toda dimensión meta-física".

Síntomas de ello son la hipocondría de nuestro tiempo, el afán por la automedicación, por el fitness, por las herramientas que miden constantemente nuestro pulso cardiaco o las grasas que hemos quemado. Son elementos que según Han degradan la vida a una función, sobrevivir. "La vida es despojada de narrativa, ya no se cuenta, se mide, se numera".

La vida es despojada de narrativa, ya no se cuenta, se mide, se numeraByung-Chul Han

Aludiendo al cuento de 'La princesa y el guisante', de Hans Christian Andersen, sobre un princesa que no puede dormir por un guisante que hay en su colchón, el autor defiende que, hoy en día, dolores insignificantes, como pueden ser los "padecidos" por los jóvenes que han estado en cuarentena en un hotel, resulten insoportables. Una incapacidad para el dolor motivada por la falta de trascendencia que nos rodea. "No hay instancias superiores que hagan el dolor soportable. Sin guisante, lo que duele es el colchón y, al final, el sinsentido de la vida misma".

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