Entrevista

Gastrópoli

Carolina Inaraja: "El vino tiene un componente personal, sentimental y emocional"

La joven bodeguera se enfrenta al desafío de liderar un proyecto vinícola de tradición familiar en la D.O. Toro, apostando por técnicas sostenibles

  • Carolina Inaraja

Carolina Inaraja se ha convertido en una de las figuras más interesantes del vino español contemporáneo, liderando Bodegas Monte la Reina en la Denominación de Origen Toro. A sus 30 años, Inaraja ha tomado las riendas de este proyecto familiar, que aúna tradición agrícola y enología moderna, con una apuesta firme por el enoturismo y la innovación en los procesos de vinificación.

“Realmente, la primera generación soy yo”, afirma Inaraja, que reconoce que, aunque fue su padre quien inició el negocio de la finca y la bodega, ella es la primera en dedicarse profesionalmente al vino. “Mi padre no era bodeguero, nunca ha estado en la bodega, nunca ha hecho vino. Por tanto, considero que la primera generación soy yo”. Con esta declaración, la bodeguera muestra el respeto y el cariño que siente por la visión de su padre, aunque deja clarísimo que ha sido su propio esfuerzo el que ha consolidado la bodega como una entidad relevante en el sector.

Un proyecto con raíces familiares y un legado diferente: la visión de Carolina

El proyecto de Monte la Reina comenzó con la visión empresarial de su padre, quien veía en la finca un espacio para la agricultura y la producción de uvas sin mayor intención de hacer vino. “La finca sigue siendo un proyecto agrícola en su mayoría, en un 90%”, aclara Carolina, quien enfatiza que las uvas en un principio se vendían “como vendemos zanahorias ahora”. 

Esta perspectiva agrícola evolucionó cuando se construyó el castillo que actualmente sirve como hotel y restaurante. Aunque la bodega ahora es el epicentro del proyecto de Inaraja, Monte la Reina no ha perdido su esencia agrícola. “El enoturismo es simplemente un complemento”, explica, subrayando que el núcleo sigue siendo la finca, fuente de ingresos y de identidad para la familia.

Carolina Inaraja

Monte la Reina se distingue de otras bodegas de Toro por una característica fundamental: una interpretación moderna de la viticultura y el enoturismo. Carolina Inaraja representa una generación que, aunque aprecia las tradiciones vitivinícolas de la zona, busca formas de conectar con un público más amplio y diversificado, respetando el origen pero con una visión amplia. “Quizá me ven demasiado innovadora”, comenta sobre la percepción que otros bodegueros de la región tienen de ella. “Pero creo que los cambios son para mejor, que dan amplitud a la zona”.

Para Carolina, los vinos de Monte la Reina deben reflejar tanto el respeto por Toro como una visión fresca y actual que esté en sintonía con las tendencias globales. “Quiero que se perciba la esencia de lo que soy yo, una persona inquieta, trabajadora, que nunca se rinde, que siempre lucha por mostrar cosas nuevas”, explica sobre su aspiración de que los consumidores experimenten esta mezcla de tradición y modernidad.

El proceso de asumir el liderazgo: conocer la bodega y una apuesta por el Verdejo

Antes de asumir el liderazgo de Monte la Reina, Carolina se esforzó por conocer cada área de la bodega, desde los aspectos administrativos hasta las tareas en los viñedos y la producción. Esta preparación no fue solo un mandato familiar, sino también una forma de ganar el respeto de su equipo. “Fue algo vital, que agradezco mucho a mi padre y a mi hermano, que de alguna forma me dijesen que lo hiciese”, cuenta. Esta experiencia práctica le dio una visión integral del trabajo y, sobre todo, le permite “resolver dudas, poner soluciones, saber a quién llamar, e incluso, en muchos casos, bajo yo y lo hago”. Este conocimiento profundo de cada área también le ha otorgado una autoridad que pocos en su situación pueden reclamar, siendo una mujer joven en una región tradicional como Toro. “Creo que soy una persona respetada por todos mis compañeros, por los conocimientos”, concluye.

En una región dominada por la tinta de Toro, Monte la Reina ha destacado por su experimentación con la uva verdejo, una variedad inusual en esta zona de Castilla y León. “Realmente, la plantación de la uva verdejo fue una cosa de mi padre”, explica Inaraja. Aunque fue su familia quien tomó la decisión de plantar esta variedad, Carolina ha continuado con su apuesta por el verdejo, contribuyendo a que esta uva sea reconocida dentro de la D.O. Toro.

Pero la innovación no se detiene ahí. Carolina ha explorado variedades como el chardonnay, que aún no están amparadas por la denominación de origen. Su interés en la diversidad es claro: “¿Quién sabe si algún día más bodegas la pondrán?”, dice, sugiriendo que el camino de Monte la Reina podría abrir puertas para otros en la región.

Inaraja, un vino con historia personal

Entre los vinos que produce Monte la Reina, uno de los más destacados es el Inaraja, un tinto que lleva el apellido de la familia y que tiene un significado especial para Carolina. “Al final, la bodega iba a ser un proyecto de pequeña producción donde siguiésemos vendiendo la uva a otras bodegas y elaborar poquita cantidad aquí para hacer Inaraja”, explica. Este vino se concibió inicialmente para regalarse a los compromisos profesionales de su padre, lo que lo convierte en una pieza esencial de la historia familiar. “Es el vino más especial, al que más cariño mostramos”, confiesa Carolina.

A este le sigue otro vino significativo, el “Salvaje”, que Carolina describe como una creación que encarna su lucha y resiliencia en un periodo difícil de su vida, justo antes de la pérdida de su padre. “Es un vino que representa constancia, lucha, perseverancia... no rendirse ante los problemas”, comenta. Para ella, estos vinos son más que productos, son vehículos de recuerdos y simbolismo.

Desde que Carolina asumió la dirección de la bodega, ha puesto un especial énfasis en el enoturismo y la expansión internacional, elementos clave en su estrategia de crecimiento. Monte la Reina recibe actualmente visitantes que buscan una experiencia inmersiva en la cultura del vino de Toro, donde se ofrecen catas, visitas guiadas y eventos especiales en el castillo y la bodega. “El enfoque enoturístico es una parte de nuestro crecimiento, pero sin perder en ningún caso el proyecto agrícola que sustenta a la familia”, explica Inaraja, quien busca equilibrar ambas facetas.

Vino Inaraja

En cuanto a la internacionalización, Carolina ha apostado desde el principio por la exportación. “La primera botella que vendí fue a nivel internacional”, afirma, subrayando la importancia de abrir mercado fuera de España. Hoy, Monte la Reina exporta sus vinos a más de 40 países, donde la D.O. Toro es apreciada y reconocida. “Es la tercera denominación de tintos en el mundo entero y todo el mundo conoce la D.O. Toro”, comenta Inaraja, quien confiesa que la inserción en el mercado nacional le ha resultado más compleja que la internacional.

Monte la Reina cuenta con viñedos centenarios, algunos de los más antiguos de España, y Carolina está comprometida con su preservación a largo plazo. En este sentido, aplica principios de sostenibilidad en cada proceso, desde el cuidado de los suelos hasta la gestión de recursos. “La preservación en el caso del viñedo está asegurada siempre y cuando haya los pilares básicos del mantenimiento de un viñedo: nutrientes, agua y luz”, asegura. Aunque no hace “nada extraordinario” en términos de tratamientos específicos para las cepas antiguas, Inaraja se compromete a mantener un equilibrio que permita la sostenibilidad y la longevidad del viñedo, clave para asegurar la calidad en sus vinos.

Para Carolina, el vino es mucho más que una bebida; es un símbolo de identidad, esfuerzo y creatividad. “Si vendiese tornillos solo buscaría vender más, más, más… pero el vino tiene un componente personal, sentimental y emocional”, explica. Su objetivo es que los consumidores perciban en los vinos de Monte la Reina “la esencia de lo que soy yo, una persona inquieta, trabajadora, que nunca se rinde”. 

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