Lo ha intentado hasta el último minuto, pero el célebre negociador europeo parece ya incapaz de frenar el “Barnierexit”. Salvo milagro, en el que ni siquiera los políticos más creyentes confían, en la tarde de este miércoles el gobierno más efímero de la V República caerá, víctima de una tenaza electoral apretada simultáneamente por el bloque de izquierdas (4 formaciones con 193 diputados) y por el partido Reagrupación Nacional, de Marine Le Pen (125). Las dos fuerzas enemigas, situadas en los extremos opuestos del Hemiciclo, sobrepasan juntas el mínimo para alcanzar la mayoría, 289 votos de los 577 escaños.
A través de una entrevista en directo en las dos principales cadenas de televisión francesas, Michel Barnier jugó su última baza para evitar ser ejecutado. Para ello, intentó jugar la incoherencia que según él supone que los diputados de Reagrupación Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen, apoyen la moción de censura de la extrema izquierda. En ese empeño, blandió los folios con el texto presentado por el bloque de las izquierdas para justificar su iniciativa y subrayó una frase en especial: ““Después de que una mayoría de nuestros ciudadanos decidieran cerrar el paso a la extrema derecha en las elecciones legislativas, el primer ministro ha cedido a las más viles obsesiones de RN”.
Con ello pretendía dificultar la adhesión de los diputados lepenistas a la iniciativa del llamado “Nuevo Frente Popular” (“La Francia Insumisa”, socialistas, comunistas y ecologistas), que fue el primero en anunciar una moción de censura contra el gobierno. Marine Le Pen ya había respondido a las invectivas melenchonistas preguntándose si la izquierda y la extrema izquierda tienen de verdad ganas de que su partido vote la censura. ”Normalmente”, dijo “no se insulta a quienes van a votar conjuntamente una moción contra el gobierno”.
Para Marine Le Pen no es un problema apoyar iniciativas parlamentarias propuestas por la extrema izquierda, y así lo ha demostrado en otros casos, pero el bloque izquierdista nunca lo ha hecho y tampoco lo hará este miércoles cuando RN presente su propia moción para derribar al gobierno de centroderecha de Barnier. Esa querella entre los dos feroces enemigos -pero aliados anti-Barnier y anti-Macron - fue para algunos una señal de que la líder de RN podría cambiar su voto y acabar aprobando el presupuesto del gobierno.
La esperanza se diluyó este martes en la sesión de la Asamblea previa al “Día D”, la última sesión de Michel Barnier como primer ministro, en la que la posición de RN cerró las esperanzas de los más optimistas.
Macron tacha de “cínica” la actitud de Le Pen y acusa a los socialistas de “haber perdido todas sus referencias”
Esa última sesión antes de la decisiva dejó claro también el objetivo de “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Melenchón, uno de cuyos diputados exigió a Barnier la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas. Una idea que, por cierto, el grupo comunista en la cámara no apoyó. Por su parte, los socialistas siguen divididos entre su dirección, que prefiere permanecer como rehén de Melenchón en la extrema izquierda, y la minoría que optaría por acercarse al centro y volver a ser considerado un “partido de gobierno” e, incluso, haber aprobado el presupuesto de Barnier. Macron, desde Arabia Saudí, les envió una andanada lamentando “la pérdida completa de orientación del PS”.
Melenchón y Marine Le Pen quieren adelantar la cita de 2027 conscientes de que si se cumple el calendario, el centro y la derecha tradicional podrían tener el tiempo necesario para encontrar una figura que aspire al palacio del Elíseo. Tanto Melenchón como Le Pen consideran que solo un enfrentamiento directo entre los dos, sin centristas ni conservadores, puede llevarlos al podio supremo. En el caso de Marine Le Pen, a causa de la espada de Damocles judicial que pesa sobre ella, por el asunto de los empleos ficticios en el Parlamento Europeo, la urgencia de llegar a las urnas es más acuciante.
Pero Emmanuel Macron no solo no piensa dimitir -“es hacer política ficción”, dijo desde Riad-, sino que va a hacer todo lo posible para para apartar del poder a los dos extremos, aunque cuando le conviene pide el apoyo de la extrema izquierda y, así, ha podido ser presidente dos veces. Si la situación continuara bloqueada y deviniera una crisis más grave, el presidente podría incluso aplicar el artículo 16 de la Constitución, que le otorga plenos poderes. Una medida que le haría pasar por un monarca absoluto o un sátrapa constitucional, pero que le libraría de la obstrucción política.
En todo caso, Macron sigue negando que la disolución de la Asamblea decidida por él el pasado mes de junio sea la causa de la crisis actual. Saltándose la norma de no abordar la política nacional desde el extranjero, el presidente hizo declaraciones que no ayudaban a su primer ministro. Tachó primero “cinismo insoportable” la actitud de RN, cuando Barnier seguía creyendo en un cambio de actitud milagroso de Marine Le Pen, cuyos portavoces aseguraban, a última hora, que desactivarían la guillotina si en el presupuesto se incluía la indexación de las pensiones desde el uno de enero, sin esperar a junio como prevé el proyecto.
Además, Macron advirtió que no se debe jugar con el miedo, contradiciendo así los mensajes de Barnier y sus ministros, dedicados a demostrar con cifras los efectos negativos de la no adopción del plan gubernamental. Todo parecía ya indicar que Macron daba por muerto a un Barnier que seguía llamando desesperado a la responsabilidad de todos los diputados.
La vuelta al mundo político francés en 80 días ha sido poco tiempo para que Michel Barnier pudiera convencer a los legisladores de aprobar su presupuesto, que encalló definitivamente el lunes cuando se discutió el bloque referido a la seguridad social. Desde que Barnier, “el breve”, decidiera evitar el voto en la Asamblea, aplicando el artículo 49.3 de la Constitución, las negociaciones quedaron paralizadas y se dio paso a las acusaciones cruzadas entre partidarios del gobierno, portavoces de Le Pen y, lo que es más sabroso, los insultos de las izquierdas a RN, para intentar justificarse de recibir el apoyo lepenista sin el cual su misión de censura no puede prosperar.