La población de Bosnia y Herzegovina está llamada a las urnas este domingo para unas elecciones presidenciales, parlamentarias y locales marcadas por un repunte de la retórica nacionalista que ha hecho planear el espectro de la guerra que sacudió el país europeo entre 1992 y 1995.
En juego están los puestos en la Presidencia tripartita bosnia -integrada por un bosniaco, un serbobosnio y un bosniocroata-, la Asamblea Parlamentaria bosnia, los organismos legislativos de la Federación y la República Srpska -las dos entidades que integran el país-, la Presidencia y la Vicepresidencia de la República Srpska y diez asambleas cantonales en la Federación.
El complejo proceso de votación pone así sobre la mesa 518 cargos, con más de 7.200 candidatos acumulados, el 43 por ciento de los cuales son mujeres. Así, los candidatos concurren en las filas de 90 partidos y 38 coaliciones, mientras que 17 lo hacen como independientes, según recoge la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES).
Las elecciones tendrán lugar en medio de la peor crisis política en el país desde el final de la guerra en 1995, especialmente por la intención declarada por el líder serbobosnio de impulsar un proceso separatista de la República Srpska y el fracaso de las negociaciones para modificar la ley electoral, algo defendido por los bosniocroatas y a lo que se oponen los bosniacos.
La guerra de Bosnia se cerró en 1995 con la firma de los Acuerdos de Dayton, que establecieron una Constitución que conformó dos entidades autónomas --la Federación, de mayoría bosniaca y bosniocroata, y la República Srpska, de mayoría serbobosnia-- y tres pueblos constituyentes. La situación derivó en un Estado central debilitado que daba importantes competencias a las entidades y que terminó por derivar en bloqueos políticos a causa del disenso entre las distintas comunidades respecto a la toma de decisiones.
Así, el Gobierno nacional quedó estructurado con unos poderes limitados, mientras que las entidades cuentan con autoridad en asuntos de defensa, seguridad, justicia, impuestos, educación y sanidad, entre otros, lo que dejó una suerte de cascarón casi vacío en Sarajevo que tuvo que ser complementado con la creación en 1997 del Consejo de Aplicación de la Paz, encabezado por un Alto Representante y encargado de supervisar la materialización de los Acuerdos de Dayton.
La situación agregó lo que algunos perciben como una injerencia extranjera en los asuntos políticos bosnios, especialmente debido a que el Alto Representante no es elegido de forma directa. De hecho, entre 2011 y 2021 dejó de ejercer sus competencias, si bien en julio de ese año Valentin Inzko, quien entonces ocupaba el cargo, anunció una ley con sanciones para aquellos que nieguen el genocidio, algo que afecta especialmente a las masacres en 1995 en Srebrenica, provocando críticas de los serbobosnios.
Tensiones entre las comunidades
La iniciativa de Inzko derivó en un drástico repunte de las tensiones y un bloqueo político por parte de los serbobosnios, que reactivaron sus esfuerzos para intentar lograr una secesión de la República Srpska, ante la preocupación internacional y la suspicacia de los otros integrantes de Bosnia y Herzegovina.
A ello se suma el aumento de las diferencias entre bosniacos -bosnios musulmanes- y croatas en relación con la ley electoral, lo que ha dañado también la gobernanza en la Federación y a nivel nacional, en el marco de una lucha de poder sobre el control de los organismos del país, según ha recogido el 'think tank' International Crisis Group.
Christian Schmidt, el ahora Alto Representante, planeó entonces una propuesta que incluye cambios en la Constitución y la ley electoral bosnia, así como un paquete de medidas para luchar contra el fraude electoral. Sin embargo, su propuesta se encontró con una dura respuesta de los líderes bosniacos, incluido el presidente del Partido de Acción Democrática, Bakit Izetbegovic, quien aludió directamente al riesgo de estallido de una nueva guerra civil.
En este contexto, la nacionalista Unión Democrática Croata de Bosnia y Herzegovina (HDZ) ha llegado a apuntar de forma poco velada que podría negarse a colaborar en las autoridades que salgan de las urnas, mientras que la campaña se ha visto además afectada por la guerra en Ucrania, desatada en febrero por la orden de invasión del presidente ruso, Vladimir Putin, en una muestra de las alianzas regionales y los lazos de Moscú en la zona.
Así, el líder serbobosnio, Milorad Dodik, se ha mostrado crítico con los países occidentales y ha respaldado públicamente las políticas de Putin en los Balcanes, donde cuenta con Serbia como su principal aliado. "No podemos seguir en Bosnia y Herzegovina", sostuvo recientemente, antes de denunciar que el país "es un lugar que reprime constantemente" a los serbobosnios. Dodik afirmó así que las condiciones para una posible escisión "están siendo creadas" y agregó que "Europa está cada vez en más problemas".
Pocas caras nuevas
Las elecciones contarán con pocas caras nuevas en las papeletas, dado que los principales candidatos son conocidos por la población bosnia, que muestra además un escaso nivel de confianza en la integridad y justicia de los procesos e instituciones electorales del país, según un sondeo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Así, entre los candidatos bosniacos a uno de los puestos en la Presidencia tripartita figuran Izetbegovic -quien aspira a un tercer mandato tras cuatro años fuera del cargo-, Denis Bezirovic y Mirsad Hadzikadic; mientras que Zeljko Komsic busca un cuarto mandato entre los representantes bosniocroatas, con Borjana Kristo como principal rival.
En el caso del puesto serbobosnio, la principal favorita es Zeljka Cvijanovic, aliada de Dodik y actual presidenta de la República Srpska. Dodic, quien abandona así la Presidencia bosnia, aspira a intercambiar puestos con Cvijanovic.
Por su parte, el presidente de la comisión electoral, Suad Arnautovic, ha anunciado que, por primera vez en la historia, se retransmitirán las actividades del organismo a través de un canal especial para intentar mejorar la transparencia, tal y como ha recogido el diario 'Sarajevo Times'.
Las elecciones figuran como un punto clave para determinar la dirección de la crisis política en Bosnia y Herzegovina, especialmente debido a que la propuesta de Schmidt ha quedado aplazada hasta que se instauren las nuevas instituciones para que sean ellas las responsables de aplicar cualquier posible reforma.
Pese a ello, la apatía es la sensación general entre la población ante el estancamiento político de los últimos años. "El problema en Bosnia es que sólo el 50 por ciento de la gente va a votar. Es la otra mitad la que contribuye directamente a la victoria de partidos nacionalistas", dice Miran Kovacevic, residente en Tuzla, en declaraciones a la cadena de televisión BIRN.
En esta línea, Milos Orlic, residente en Banja Luka, capital administrativa de la República Srpska, afirma que "no espera nada" de los comicios. "Son las elecciones con las peores campañas. Todos comunican lo mismo, algo de defensa y protección del territorio cuando los precios han aumentado un 70 o un 80 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado", lamenta.
El país se encuentra bajo una importante presión por la crisis económica, ahondada por la pandemia de coronavirus y el estancamiento político. El Banco Mundial apunta que el principal desafío del país es hacer frente al "desequilibrio" del modelo económico, marcado por una preponderancia del consumo sobre la inversión y de las importaciones sobre las exportaciones.