El Papa Francisco no asistirá a la reapertura de la catedral parisina de Notre-Dame, el próximo 7 de diciembre, a pesar de la insistencia del presidente francés, Emmanuel Macron. El Pontífice se niega a participar en un acontecimiento al que están invitados más de 160 jefes de Estado y de gobierno.
Cinco años después del trágico incendio que devastó buena parte de una de las catedrales más emblemáticas del mundo católico, Macron se muestra orgulloso de que se haya cumplido su promesa y las obras hayan finalizado en la fecha que él mismo exigió. El presidente francés, consciente de la conmoción que el incendio del 15 de abril de 2019 provocó internacionalmente, y no solo entre los católicos, ha previsto para la reapertura del templo un evento espectacular, con asistencia de cientos de invitados extranjeros y una cobertura de medios que le ayuden a marcar un hito en la historia de la catedral y de su propio mandato como presidente galo.
Por supuesto, para el Elíseo la asistencia del Papa se daba por descontada y junto al propio Macron el jefe del Estado vaticano era, en teoría, el principal protagonista de la ceremonia. Pero todas las presiones hacia el Pontífice no han servido para convencerle. Ya en septiembre pasado, en su avión oficial, Bergoglio insistió por dos veces y en tono abrupto: “no iré a París”. Macron ha seguido insistiendo, pero no ha servido de nada.
No hay una razón oficial para justificar la ausencia del jefe de la Iglesia católica; ningún comunicado ha sido publicado desde la Santa Sede, pero un cardenal explicó confidencialmente al diario 'Le Figaro' que “el Papa no quería convertirse en la estrella invitada del presidente de la República francesa”. Según la misma fuente, “el Papa tenía claro que Macron utilizará el evento con fines políticos, para hacer brillar a Francia internacionalmente, pero, sobre todo, para atraer la luz sobre sí mismo”. En definitiva, Francisco no quiere participar en un acontecimiento más mundano y político que religioso.
'Constitucionalización' del aborto y separación Iglesia-Estado
Para nadie es tampoco un secreto que el Papa no pueda aprobar la iniciativa de Macron por la que Francia, conocida históricamente como 'La hija primogénita de la Iglesia Católica', se haya convertido en el primer país del mundo en consagrar en su Constitución "la libertad garantizada de las mujeres a abortar". En su visita a Marsella, en septiembre de 2023, definió el aborto como "un trágico rechazo a la vida humana".
El jefe del Estado francés, que se tiene a sí mismo por el 'salvador' de Notre-Dame, había diseñado también hasta el desarrollo de la ceremonia, y ahí volvió a topar con la Iglesia. Macron pretendía pronunciar un discurso dentro de la catedral y hacer acto de entrega de las llaves de la nave al arzobispo de París, Monseñor Laurent Ulrich. Con ello hubiera violado la propia Ley de 1905, que impone en Francia una estricta separación entre lo religioso y lo político, entre la Iglesia y el Estado. Al final, el acto tendrá lugar en la explanada exterior de 1.200 metros cuadrados que precede a la entrada principal.
Algunos medios franceses ridiculizan a Macron señalando que pretendía imitar al monarca Luis IX, que en agosto de 1239 entró en Notre-Dame para depositar la corona de espinas de Cristo que compró a Balduino II de Courtenay, último emperador latino de Constantinopla, por 900 kilos de oro. Luis IX, eso sí, entró en la catedral con una simple túnica y descalzo.
París no, Ajaccio sí
El 'desencuentro' diplomático entre París y el Vaticano es todavía más áspero si se tiene en cuenta que el Papa visitará territorio francés, la isla de Córcega, la semana siguiente a la reapertura oficial de Notre-Dame. Allí, en su 47 viaje internacional, presidirá un 'Coloquio sobe la religiosidad popular en el Mediterráneo', organizado por el navarro Francisco-Javier Bustillo (54 años), arzobispo de la ciudad de Ajaccio y figura ascendente en el círculo próximo a Francisco. Fue Bustillo, que ha afrancesado su nombre – ahora, François Xavier– el encargado de comunicar a los obispos de Francia, reunidos en Lourdes, que el Pontífice no estará en la reapertura de Notre-Dame, para decepción de estos.
La ceremonia pergeñada por el Elíseo incluía también una recepción en la explanada para 1.500 invitados, con un coste tasado en 20 millones de euros. Según informa el semanario 'Le Canard enchaîné', el azobispo Ulrich se negó también a alquilar una carpa gigante y el presupuesto se redujo a la mitad. La Iglesia no tiene derecho a utilizar para ello los 846 millones de euros recibidos como donación para la reconstrucción de la catedral y tuvo que lanzar otra suscripción para financiar el cóctel que no ha tenido la respuesta esperada: solo tres millones de euros. Los principales donantes, Bernard (LMVH) y François Pinault (Grupo Kering), que contribuyeron con 300 millones a la reconstrucción, no han querido sufragar además el festejo ideado por Macron.
La ceremonia “profana” del 7 de diciembre será seguida el 8 de una misa de 4 horas. Ese día, justo una semana antes de su estancia en Córcega, el Papa Francisco celebrará en Roma un consistorio para el nombramiento de 21 nuevos cardenales de todo el mundo. Más tarde, asistirá a la tradicional “ceremonia de homenaje a la Inmaculada Concepción”, en la Plaza de España de la capital italiana. Alejado de los focos de París y de Emmanuel Macron.