La guerra de Ucrania no solo está dejando muerte y destrucción a su paso, también mucho hambre. Tras más de un mes de conflicto, los fabricantes, agricultores y ganaderos mantienen su actividad parada, lo cual hace indispensable el consumo de alimentos imperecederos, que también están prácticamente agotados. Para los ucranianos, comer lo mínimo para subsistir es cada vez más complicado. Esto también le ocurre al ejército ruso, que no se preparó para una resistencia tan prolongada. Las tropas están famélicas, pero en su caso, nada les detiene cuando deciden quitarle a otro su trozo de pan.
Los saqueos por parte de las tropas invasoras son comunes. Ya lo fueron muy al principio de esta guerra. En las primeras semanas arrasaron los supermecados: llenaban carros hasta arriba y se los llevaban con total impunidad. Ahora, las estanterías y lineales de estos establecimientos están vacíos, por lo que los robos han comenzado a producirse en hogares ucranianos. Si los rusos escuchan el rumor de que alguien tiene víveres, entran a su despensa o almacén por la fuerza sin ningún tipo de reparo.
Vitaly Suárez, nuestro contacto en Jersón, nos cuenta que el miedo a un saqueo ruso es permanente. El 'botín' que posee en sus almacenes es jugoso: hay comida más que suficiente para que varias familias sobrevivan muchos días. Pese a que el acopio tiene fines solidarios, a los rusos les importa poco. Es por esto que ha decidido dividir sus suministros y esconderlos en tres localizaciones diferentes: si los rusos entran a robar, al menos solo se llevarán una tercera parte de sus reservas.
Nos cuenta que la dignidad de los ucranianos se mantiene firme, aunque las tripas ya suenen más fuerte que nunca. Siguen haciendo colas kilométricas para poder llevarse algo a la boca y salvo en casos excepcionales, no se producen altercados entre 'paisanos' por conseguir víveres. Si necesitan cualquier cosa, la piden, pero no anteponen su propio bienestar por encima del de sus vecinos.
Nos cuenta que los ucranianos señalan con el dedo al invasor, ya que en Jersón, los tanques pintados con la 'Z' son los que bloquean las carreteras e impiden la llegada de suministros a la ciudad. Creen que si están pasando hambre es únicamente por la voluntad de los soldados rusos. A Vitaly, de hecho, le han dado el alto varias veces, aunque por fortuna, si llevaba víveres, no se los llegaron a requisar nunca.
El ejército ruso mantiene bloqueadas las carreteras, pero esto no es lo único que causa hambre. La ayuda humanitaria no está llegando a la parte sureste del país. Las toneladas de comida procedentes de toda Europa nunca llegan a emprender su viaje hacia Jersón y zonas de alrededor. En el mejor de los casos, se queda entre los que están a ambos lados de la frontera de Ucrania. En el peor, los comerciantes ucranianos hacen negocio con estos víveres: se encargan de recogerlos para después venderlos, a un precio muy por encima del habitual, a los ciudadanos que aún siguen en el país.
Pase lo que pase, estos víveres se quedan en las poblaciones más al oeste del país, lo que implica que cada kilómetro recorrido hacia el este equivalga a un viaje irrefrenable hacia la hambruna y la escasez. La falta de suministros y la opresión del ejército ruso está haciendo que miles de familias sufran desnutrición al oeste del país y que esta situación, cada dia que pasa, sea peor.