Este lunes puede marcar el inicio del fin del gobierno de Michel Barnier, que depende de una decisión de Marine Le Pen para poder mantenerse en el poder. La secuencia de fuego que le espera al primer ministro comienza con su intención de aprobar su presupuesto para 2025, mediante la aplicación del artículo 49.3 de la Constitución que le permitiría obviar el voto de los parlamentarios. Sabiendo que no tiene el apoyo mayoritario de la Asamblea, es su único recurso para salvar su plan.
Si aplica el 49.3, el bloque de izquierdas que incluye desde La Francia Insumisa, pasando por comunistas y verdes, hasta el Partido socialista, presentará una moción de censura que solo obtendrá los votos necesarios para triunfar si es apoyada por los 125 diputados de la formación de Marine Le Pen, “Reagrupación Nacional” (RN).
Nunca como hasta hoy, en los menos de 90 días de vida del gobierno Barnier, Marine Le Pen había amenazado tan claramente la continuidad del gabinete. La líder de RN se ha visto con Barnier hace solo una semana para dejarle claro cuáles son las llamadas “líneas rojas”, o los límites que el inquilino del palacio de Matignon no debía traspasar para obtener su placet.
En el mercadeo entre los dos políticos, Marine Le Pen cree haber obtenido la eliminación de una medida que para sus tropas era inadmisible: el aumento de las tasas de la electricidad, lo que supondrá una bajada de las facturas de un 14%, superior al 9% previsto. Entre las “concesiones” que Barnier habría dejado entender a Le Pen para evitar la pinza de los extremos del hemiciclo parlamentario en su contra estaría la reducción de 2.000 millones en las ayudas internacionales al desarrollo, poner límite a la generosa atención médica gratuita para los inmigrantes ilegales, una nueva y más estricta ley de inmigración y la introducción de una dosis de proporcional en el sistema electoral.
Marine Le Pen no se fía ni se conforma con lo hablado con Bernier, cuyo proyecto incluye una entrada de 60.000 millones de euros de los cuales, dos tercios provendrán de la reducción de gasto público y el resto de nuevos impuestos. Todo ello, para llegar hasta un soñado déficit público del 5% el año que viene y reducir una deuda nacional de casi tres billones y medio. Consciente de que su estancia el poder depende de Le Pen, Barnier y su aparato de comunicación, alarman a los franceses diseñando un panorama de invierno nuclear si la moción de censura triunfa esta semana.
“O Barnier, o el caos”
“O Barnier o el caos”, se ha atrevido a anunciar un secretario de Estado. Ese supuesto caos también ha sido cifrado por el equipo gubernamental: si el presupuesto no es aprobado y Barnier es guillotinado, “el IRPF aumentaría en más de 3.000 millones, ya que el baremo no podría ser indexado a la inflación; no se podría aumentar la partida prevista para la defensa, el ministerio del Interior y el de Justicia; los tipos de interés aumentarían para todos; freno a la contratación de profesores especializados en alumnos con hándicaps; imposibilidad de aumentar los salarios a los profesores, a los policías, a los militares; incapacidad para aumentar la vivienda social, imposibilidad de hacer pagar más a las grandes empresas y a los más ricos, además de otra serie de implicaciones negativas para agricultores, pensionistas...”. Un panorama de horror para que los Reyes Magos castiguen a Marine Le Pen si impide que Michel Barnier pueda comer el turrón en Matignon.
Le Pen intenta aguar esas amenazas apocalípticas e insiste en que, si el presupuesto de 2025 no se aprueba, el país podrá seguir funcionando con el de 2024. Es decir, no hay posibilidades de “shutdown” a la estadounidense, el Estado seguirá funcionando y pagando mediante leyes especiales ad hoc. Muchos especialistas le dan la razón. Lo que sí parece más claro es que la respuesta de los mercados y los prestamistas internacionales no vean con buenos ojos una situación de inestabilidad que ya cuesta a Francia muchos millones de euros.
Marine Le Pen y sus adjuntos han enviado mensajes de amenazas hasta el último momento, para reblandecer la resistencia de Barnier. Así, Sebastien Chenu, uno de sus lugartenientes, volvió el sábado a exigir que todas las pensiones sean revalorizadas a partir del 1 de enero. En la misma entrevista al diario económico “Les Echos”, muestra su desconfianza ante la falta de claridad del plan de Barnier para poder financiar el conjunto de sus medidas.
Pero, por encima de la discusión sobre eventuales cifras y cálculos contables, lo que Marine Le Pen y su partido van a decidir en las próximas horas es si ha llegado el momento de hacer caer al gobierno, como le exigen sus militantes - agobiados por la agudización de la crisis económica social y de seguridad - o jugar la baza de la estabilidad que le ayudaría, en teoría, a profundizar su legitimidad como futuro partido de gobierno y como aspirante al poder máximo, la Presidencia.
La decisión de Le Pen: guerrillera o mujer de Estado
Marine Le Pen debe elegir entre tumbar a Barnier y provocar la crisis que ello supondría, o dejarle de momento con vida, en una decisión que le ayude a conquistar una parte del electorado que todavía se le resiste. RN es el partido de los obreros, de los empleados con bajos salarios, de los parados, de los agricultores y de buena parte de los jóvenes. Pero para alcanzar una eventual mayoría en las próximas legislativas y, sobre todo, en las presidenciales, le faltan dos segmentos: el de los cuadros y diplomados superiores y el del conjunto de los jubilados. Y estos dos bloques temen y detestan la inestabilidad.
Marine Le Pen, con el hachazo al gobierno Barnier, mostraría por otra parte su ira y venganza contra “el sistema”. Derrotada en las últimas elecciones por el llamado “cordón sanitario” que unió a macronistas y a la extrema izquierda, se siente también acosada por los jueces que buscan, según ella, “asesinarla políticamente”. A principios de 2025 se conocerá la resolución de los tribunales sobre la decisión de la Fiscalía, que ha pedido su inhabilitación política por el asunto de los salarios de sus asistentes en el Parlamento europeo, supuestamente desviados hacia las arcas de su partido.
En ese pulso de Marine Le Pen contra (casi) todos, la aspirante al Elíseo disfrutaría también derribando a Barnier para poner en dificultades a su verdadero “ogro”, Emmanuel Macron. El sueño de RN y sus seguidores es forzar una situación que llevara a la dimisión al actual jefe del Estado y forzar así un adelanto electoral para sustituirle. Es un anhelo que comparte con el jefe de los “insumisos”, Jean-Luc Melenchón. Esta semana ambos podrían unir sus fuerzas para golpear a Macron abatiendo a Michel Barnier.