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Mykola Riabchuk: "El 90% de los rusos que apoyan a Putin acogen gustosos que les laven el cerebro"

Entrevista con el prestigioso intelectual ucraniano: "¿Podemos perder 100 euros al año del presupuesto personal para salvar la vida de miles de ucranianos? ¿Merecen esas personas nuestros sacrificios, como subir un grado la temperatura de nuestros aires acondicionados en verano?"

  • Mykola Riabchuk -

Cuando un pueblo sufre, los intelectuales han de esforzarse por ofrecer argumentos y respuestas, dado que en tiempos de penuria, pueden llegar a constituirse en el clavo ardiendo al que aferrarse para mantener la moral. Mykola Riabchuk ha trabajado de forma incansable desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania para tratar de ofrecer información y contexto dentro y fuera de su país sobre las verdaderas causas del conflicto, cuyos culpables se encuentran en Moscú, con Vladimir Putin a la cabeza.

Este prestigioso periodista, analista, crítico literario y escritor, adscrito al Instituto de Estudios Avanzados de París se expresa con lucidez y clarividencia sobre este nefasto episodio y lo hace de forma extensa y sin especular en sus respuestas, que trabaja durante varios días. Su lectura ahuyenta las interpretaciones simplistas y aclara el panorama, que tan enturbiado está por la propaganda del Kremlin y por su ignominiosa red de defensores.

Pregunta: El gran argumento propagandístico de Moscú para iniciar la guerra de Ucrania fue la necesidad de 'desnazificar' el país. Pero, ¿es en realidad el ultra-nacionalismo un movimiento de fuerza significativa en su país?

Respuesta: El mero hecho de que los medios de comunicación internacionales sigan planteando esta cuestión artificiosa es una perfecta (aunque lamentable) ilustración del poder de la propaganda rusa y de la susceptibilidad de Occidente a dar crédito a las diversas falsedades que propaga Moscú. Ni una sola persona que haya estado en Ucrania y haya podido adquirir un conocimiento de primera mano sobre el terreno se creería esos mitos. Pero la mayoría de la gente de otros países no sabe nada sobre Ucrania, de modo que puede comprar cualquier desinformación.

P: La desinformación...

R: Desinformación y la mentira. La mentira se multiplica poderosamente a través de los medios de comunicación, lo que lleva a que, guiados por un instinto humano básico, terminemos por afirmar: "Debe haber algo de verdad en esa afirmación, dado que si el río suena, agua lleva". ¿Pero qué "agua" de este tipo puede encontrarse en Ucrania?  ¿Quizás un presidente judío elegido de forma abrumadora (con un 72% de apoyo) en 2019? ¿Hay partidos de extrema derecha en el Parlamento? ¿Y en el resto de Europa no los hay? En Ucrania no superaron el umbral del 5% en 2014; e incluso unidos en un solo bloque, sólo obtuvieron un miserable 2% de representación en 2019.

P: Y el Kremlin basa su actuación, en parte, en esa necesidad de 'desnazificar' el país, ante los efectos que sufre su población...

R: ¿Pero acaso la libertad de expresión está siendo mermada en Ucrania por permitirse propaganda de ideología fascista? Tampoco, la propaganda fascista está prohibida en Ucrania y puede ser castigada con multas o incluso con la prisión. Irónicamente, el único periodo en la Ucrania independiente en el que un partido de extrema derecha alcanzó algo de popularidad (con un 10% de voto en las elecciones parlamentarias de 2012), fue durante la presidencia de Víktor Yanukóvich (2010-2014) y el gobierno de su "Partido de las Regiones" prorruso. Sus intentos de re-sovietización y sus ataques a la lengua, la cultura y la identidad ucranianas provocaron cierta movilización nacionalista en la sociedad que permitió al partido de extrema derecha Svoboda monopolizar el papel de principal oponente del régimen pro-Moscú. Pero incluso entonces, su éxito fue muy modesto, apenas comparable con el de los principales partidos de la oposición. De hecho, resultaron ser rivales muy apropiados para el régimen porque, por un lado, no tenían posibilidades de obtener el apoyo de la mayoría de la población, mientras que, por otro, comprometían eficazmente a la oposición más moderada tanto a nivel nacional como internacional.

La propaganda fascista está prohibida en Ucrania y puede ser castigada con multas o incluso con la prisión

P: Es muy sencillo desmontar los argumentos de los radicales...

R: Claro. Por eso Moscú también estaba muy feliz con este tipo de oposición, ya que podían fácilmente demonizarlos, exagerar su importancia, y manipularlos con innumerables agentes-provocadores infiltrados en sus filas. Sobre este particular hay mucha información en el sitio web del Grupo de Derechos Humanos de Kharkiv (también en inglés), y en múltiples análisis publicados por Anton Shekhovtsov, gran especialista de los movimientos de extrema derecha europeos, especialmente en Rusia y Ucrania.

P: Los partidos pro-rusos de toda Europa han pregonado desde el comienzo de esta guerra que Rusia se ha sentido amenazada por los movimientos de la OTAN en los países del antiguo Telón de Acero. Sin embargo, ¿el reciente movimiento de países como Finlandia permitiría dar la vuelta a este argumento para afirmar que en realidad estos Estados han buscado protección en Occidente ante la amenaza rusa?

R: No fue, de hecho, un "movimiento de la OTAN", sino todo lo contrario: fue el movimiento de los países soberanos de Europa del Este hacia la OTAN, hacia la UE; hacia un mundo occidental de prosperidad y seguridad. Y lo que es crucial: se trataba de un movimiento de alejamiento de Rusia, algo muy natural si tenemos en cuenta la muy negativa experiencia histórica con ese país, que había sido muy agresivo y expansionista desde mucho antes de que surgiera la OTAN. No era culpa de Occidente, sino de Rusia, por no deshacerse de las ambiciones imperiales y dejar de asustar a sus vecinos. La intención de Finlandia y Suecia de entrar en la OTAN es una prueba más de que todos los vecinos de Rusia quieren distanciarse de ella todo lo posible. 
En definitiva, que es Europa del Este la que se pasa a la OTAN, no es la OTAN que se expande. Además no creo que la OTAN sea una amenaza seria para Rusia. Nadie realmente lo puede ser mientras Rusia tenga el segundo mayor arsenal nuclear del mundo.
El Kremlin lo sabe perfectamente, pero afirma que la OTAN amenaza la seguridad rusa por una sencilla razón: La OTAN amenaza las ambiciones imperiales rusas impidiendo que Moscú invada algunos otros países como invadió Georgia y Ucrania. Pero el expansionismo ruso no es equivalente a la "seguridad rusa", digámoslo claramente.

P: A pesar de la guerra, ¿cree que es imparable el proceso de 'occidentalización' de la sociedad ucraniana?

R: No "a pesar de", sino, más bien, "a causa de". El nacionalismo ucraniano moderno, desde sus inicios a principios del siglo XIX, ha estado orientado hacia Occidente por la sencilla razón de que el Imperio Ruso era profundamente hostil y represivo hacia cualquier forma de identidad ucraniana distinta del mero regionalismo y los sentimientos folclóricos.
La identidad imperial rusa se construyó en el siglo XVIII, de tal manera que no había lugar para los ucranianos y bielorrusos. No hubo "Rusia" hasta que Moscovia, bajo el mando de Pedro el Grande, adoptó el nuevo nombre que aludía a la "Rus", la entidad medieval centrada en Kiev (más o menos como la moderna "Rumanía" aludía a la antigua Roma) y se apropió así de forma efectiva de unos cuantos siglos de la historia de la Rus y del núcleo de las tierras de la Rus (que entonces pertenecían a la Mancomunidad Polaco-Lituana). Lo peor de todo es que deslegitimó la propia existencia de ucranianos y bielorrusos, que fueron degradados a meros subgrupos regionales de los rusos (moscovitas). A los constructores de la nación ucraniana no les quedó más remedio que buscar apoyo, real o al menos simbólico, en Occidente, haciendo hincapié en su propia "pertenencia europea" y en su cultura política profundamente diferente, formada en un estado liberal polaco-lituano, en las antípodas de la despótica Moscovia. Los rusos no escatimaron esfuerzos para erradicar la identidad ucraniana y sus principios pro-occidentales durante más de dos siglos, pero no tuvieron el éxito deseado en el empeño. 
La guerra ruso-ucraniana, que comenzó en 2014, convirtiéndose en un genocidio manifiesto en los últimos meses, no hizo más que acelerar el proceso de deriva hacia el oeste por parte de Ucrania, que había comenzado mucho tiempo atrás, adquiriendo plena legitimidad desde que en 1991 se proclamara el Estado independiente ucraniano.

P: Zelensky ha criticado en algunas ocasiones la indecisión de la Unión Europea con respecto a Rusia desde el inicio del conflicto. ¿Cómo considera que debería haber actuado la UE ante esta encrucijada?
R: Zelensky está en lo cierto, pero hay que entender que la UE está formada por 27 Estados y funciona a través de consensos. Algunas instituciones de la UE habían sido infiltradas por agentes rusos; algunos políticos habían sido corrompidos con lucrativos tratos comerciales; y algunos otros se centraron en victorias electorales a corto plazo, deseosos de sacrificar los valores en los que se basa la UE. La guerra de Ucrania rompió este cómodo "los negocios son los negocios" y obligó a los políticos y a los ciudadanos de la UE a tomar una difícil decisión, no sólo política, económica o militar, sino también moral. 
La cuestión central es sencilla, pero no todos los europeos están dispuestos a reconocerla: ¿debemos sacrificar Ucrania, su libertad y su dignidad, para mantener nuestra comodidad, o debemos aceptar algunos inconvenientes personales como consecuencia del embargo de petróleo y de las otras sanciones impuestas al Estado canalla? ¿Podemos perder 100 euros al año del presupuesto personal para salvar la vida de miles de ucranianos? ¿Merecen esas personas nuestros sacrificios, como subir un grado la temperatura de nuestros aires acondicionados en verano, o bajarla un grado en invierno?  
Personalmente, opino que Occidente está obligado a ayudar no sólo por razones de seguridad (Rusia no se detendría en Ucrania, seguro), y no sólo por los principios normativos a los que Occidente dice adherirse, sino también por puro sentimiento de culpa.
Occidente es en gran medida responsable del ascenso del putinismo como una forma peculiar de fascismo. Durante demasiado tiempo, los gobiernos occidentales trataron de apaciguar al dictador, ofreciéndole "compensaciones" y asistencia, y un reconocimiento internacional que nunca mereció. Criaron al monstruo en Moscú y ahora dejan que sea Ucrania la que se ocupe de él. No es muy justo, por decirlo suavemente.

P: ¿Y la OTAN? ¿Debería admitir a los estados que han solicitado su adhesión, pese a las amenazas veladas de Putin sobre la posibilidad de que se desate un conflicto nuclear?

R: Planteémoslo de otra manera: ¿Estamos dispuestos a ceder al chantaje descarado o a responder al chantajista como deberían hacer las personas decentes?
Putin es muy consciente del pacifismo y de la obsesión por el "diálogo" y el "compromiso" occidentales, que practica incluso con impostores o asesinos en serie. Y juega hábilmente al juego de "quién parpadea primero". Pero Ucrania no parpadeó en febrero y no va a parpadear próximamente. Y yo les sugiero lo mismo. Si ceden al chantajista una vez, le están animando a repetir el mismo truco una y otra vez. Putin no habría llegado tan lejos si se le hubiera detenido a tiempo, si nos hubiéramos atrevido a llamar a las cosas por su nombre y a los tramposos por su nombre. El arma nuclear podría ser el último recurso del dictador del Kremlin si se encontrara bajo una amenaza mortal, real e inmediata. Pero es muy poco probable que esto ocurra en un futuro previsible, a menos que las tropas ucranianas sitien Moscú o algo (tan fantástico) como eso. Lo único que debe saber Putin es que Occidente tomará represalias, y esto, definitivamente, lo desanimará a él y a sus lugartenientes de jugar la baza de la pretendida locura.

P: ¿Han sido los motivos lingüísticos y raciales consecuencia de conflicto en Ucrania desde el fin de la Unión Soviética? ¿O es otra manipulación histórica de Rusia?

R: Ucrania, como colonia, heredó del antiguo imperio una estructura regional y etno-cultural muy compleja. Durante siglos, ha sido colonizada de múltiples maneras: mediante el reasentamiento de la población (deportación o incluso exterminio de los ucranianos e incorporación de rusos, que pasaron de ninguno en el siglo XVIII al 22% en 1990), la rusificación mediante la represión y la cooptación, y la hábil conversión de todo lo ruso en urbano y moderno, mientras que se despreciaba todo lo ucraniano como rural y atrasado. En la Ucrania postsoviética no hubo un cambio radical en las élites, lo que significa que Ucrania heredó la antigua élite soviética que había sido 100% rusoparlante (los ucranianos apenas podían hacer carrera porque el propio uso del ucraniano como lengua principal se consideraba en general como un signo de "nacionalismo burgués"). Incluso hoy en día, ni un solo oligarca ucraniano utiliza el ucraniano como su lengua principal, y de los seis presidentes ucranianos (desde 1991) sólo Viktor Yushchenko hablaba ucraniano en casa (porque su mujer, como dice el chiste, una ucraniana de la diáspora, no dominaba el ruso).
Muchos extranjeros no comprenden esta paradójica situación de la Ucrania postsoviética: la existencia de una inmensa pero socialmente desfavorecida mayoría de habla ucraniana, por un lado, y de una minoría de habla rusa, más pequeña pero dominante por otro. La situación podría compararse a grandes rasgos con la coexistencia de grupos blancos y negros en Sudáfrica, aunque con una importante salvedad: la "piel negra" ucraniana -la lengua ucraniana- podría haberse cambiado (y se hizo) fácilmente por la "blanca" -por la más prestigiosa rusa-. Esto facilitó la asimilación de los ucranianos en la época soviética, pero también facilitó su reasimilación tras la independencia, cuando se eliminaron los mecanismos coercitivos y se suavizó la presión discursiva de la "normalidad" social. Las tensiones regionales, culturales y etnolingüísticas eran inevitables en esta situación, ya que los ucranianos exigían algunas medidas proteccionistas para su lengua y cultura históricamente oprimidas y marginadas, mientras que los rusos consideraban que cualquier avance de la lengua ucraniana en la vida pública era una amenaza para su posición tradicionalmente privilegiada y dominante. 

El 90% de los alemanes apoyaron en su día a Hitler, y el 90% de los rusos apoyan hoy a Putin, y merecen por tanto, por nuestra parte, la misma actitud. 

P: ¿Cómo cambió la situación la llegada de Putin al poder?

R: Como era de esperar, los actores políticos trataron de explotar estos problemas, especialmente tras la llegada de Vladimir Putin a la presidencia rusa, pero las tensiones nunca llegaron a convertirse en una confrontación, a pesar de todos sus esfuerzos.
Lo que quedaba oculto a los ojos de muchos observadores que escribían habitualmente sobre las "divisiones de Ucrania" era, primero, el fuerte patriotismo ucraniano subyacente en todos los grupos etnolingüísticos y, en segundo lugar, la falta de una clara delimitación entre ellos: La sociedad ucraniana estaba fragmentada pero no compartimentada, las fronteras identitarias eran bastante fluidas, flexibles y permeables.
Esto permitió la consolidación civil de la nación ucraniana, facilitada por el énfasis oficial en su carácter político y no étnico consagrado en la constitución. Como resultado, los ucranianos -a pesar de sus diferentes opiniones políticas y preferencias culturales- aparecieron unidos en tiempos de crisis por un patriotismo cívico y un compromiso con los valores comunes de la libertad, la dignidad y la democracia. Es como una familia extendida: los miembros pueden estar en desacuerdo en varias cuestiones, o incluso pelearse entre ellos, pero no es de la incumbencia de los extranjeros, que no deben interferir. Este es un ejemplo perfecto de en que consiste una nación política, algo totalmente incomprendido por los rusos, con su anticuada idea de nación como personas de la misma "tierra y sangre".

P: La guerra ha generado una situación que podría ser peligrosa, y es una Rusia aislada, con los medios de comunicación internacionales restringidos y una población a la que la propaganda le transmite de forma constante que Occidente les ha agredido con sanciones injustas. ¿Cree que eso podría generar cierto resentimiento en el ciudadano ruso medio y radicalizarle?

R: Toda la cultura rusa está llena de resentimiento hacia Occidente desde finales del siglo XVIII. El putinismo no es una desviación personal, no es una patología psicótica de un agente del KGB de rango medio que se imaginó a sí mismo como un Napoleón o quizás como un Stalin. Surgió de una específica cultura imperial, de una peculiar mentalidad nacional. El noventa por ciento de los rusos que alaban a Putin y apoyan ardientemente la invasión militar rusa de Ucrania no sólo lo hacen porque tengan el cerebro lavado por la propaganda del Kremlin. Acogen gustosos que se les lave el cerebro, para sentirse partícipes de una repentina grandeza y poder, experimentando con ello una arrogancia imperial pero, eso si, sin asumir ninguna responsabilidad al mismo tiempo.
No creo que las sanciones y el aislamiento aumenten su delirio, su obsesión antioccidental y su ucranofobia, más allá de lo que padecen. De hecho, el ostracismo es la única forma de curarlos, de sanar a toda la sociedad de esa perversión fundamental, tanto mental como moral. Tienen que pasar por la desputinización, exactamente como los alemanes hicieron con la desnazificación, para convertirse en una nación normal, en un miembro respetable de la comunidad internacional. Tarde o temprano, esto debiera suceder. Y hasta entonces, tendrán que ser aislados y condenados al ostracismo, como fuentes contaminadas y como cómplices, de facto, de los crímenes de Putin.

P: ¿Detecta cierta rusofobia en Occidente como consecuencia de las acciones de sus gobernantes?

R: El término está profundamente comprometido por Moscú, que suele desestimar cualquier crítica a su política internacional e interna como supuesta "rusofobia". No deberíamos creérnoslo. Tenemos buenas razones para odiar el imperialismo ruso y el comportamiento agresivo del régimen del Kremlin, pero no tiene nada que ver con la "rusofobia" como algo intrínseco, primordial e irracional. Nuestros sentimientos hacia los rusos hoy son tan racionales y bien motivados como lo fueron hacia los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Discernimos algunas excepciones entonces y las discernimos ahora, pero la verdad es que el 90% de los alemanes apoyaron en su día a Hitler, y el 90% de los rusos apoyan hoy a Putin, y merecen por tanto, por nuestra parte, la misma actitud. 

P: ¿Considera que este conflicto interrumpirá el proceso de globalización que se ha vivido durante las últimas décadas y provocará un avance hacia un mundo dividido en bloques políticos y económicos más estancos?

R: Hablando con franqueza, no me importa mucho la "globalización" mientras mi nación esté al borde de la extinción por culpa de un régimen canalla que declara abiertamente que no somos una nación, que somos "antirrusos" y que debemos ser borrados de la tierra. No tenemos más remedio que luchar, o perecer. Puede durar meses o años, lo que sea, hasta que el imperio del mal se derrumbe. Esta es una lucha milenaria que puede traer resultados tan importantes para el mundo entero como la victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial o la caída del Imperio Soviético entre 1989 y 1991. Con el apoyo de Occidente, podemos ganar. Y para los occidentales, creo, sería mucho mejor derrotar al imperio del mal con la ayuda activa de Ucrania, que encontrarse con el mismo enemigo más tarde, después de que Ucrania sea destruida por los fascistas de Putin.

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