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El regreso de las Café Racer

Una de las cosas buenas de tener amigos es cuando uno te dice “He encontrado un sitio interesante” y te pones en sus manos para que lleve allí.

  • Foto con licencia Creative Commons obtenida en wikipedia. Crédito original para Russ Londo

En este caso es el Kustom, un garito abierto hace poco en la Calle Secoya de Sevilla, donde se juntan, entre otros, moteros de diferentes categorías, seguidores de la cultura “Old School” y unos tipos bastante característicos que siguen la subcultura de los “Café Racer”, nacida en los años 60 en Inglaterra. Esta subcultura nació dentro de la cultura de los “Rockers”, jóvenes británicos rebeldes, encajados en la contracultura del Rock and Roll de la época y que buscaban una moto rápida, personalizada y llamativa para viajar de lo que allí llaman un “Transport Café” (es decir una especie de bares de carretera) a otro usando las recién construidas autopistas y circunvalaciones británicas, pero también las estrechas y reviradas carreteras normales inglesas.

¿Qué es pues una Café Racer? Pensemos en que, dentro del Reino Unido, Inglaterra había quedado devastada por los raids aéreos alemanes, y que muchos de los fabricantes subcontratistas de armamento se pasaron a la fabricación de motocicletas. Si juntamos esto con dos costumbres inglesas, como es la tradición “garajista” (me meto en el garaje y voy adaptando piezas de la misma marca o de otras para obtener un mejor rendimiento) y la tradición apostadora (os apuesto a que no sois capaces de encontrar un inglés que no apueste), obtenemos un resultado: Las Café Racer eran motos inglesas fabricadas en serie en los años 50 y 60 que eran modificadas por sus propietarios, sacrificando comodidad por velocidad y maniobrabilidad, para participar en carreras “clandestinas”: Tenían que ir desde un “Transport café” conocido como Ace Café, hasta un punto predeterminado y volver antes de que terminara la canción que en ese mismo momento ponían en la “juke box”. Y dado que la música que les gustaba era el Rockabilly, en la actualidad su imagen está mezclada también con la de esa cultura.

Por tanto, solían ser motos aligeradas, con pequeños carenados, manillares bajos y cortos para permitir que el motociclista se encajase en la moto lo más bajo posible para mejorar la aerodinámica. El chasis, estriberas, colines, escapes, todo ello estaba modificado en pos de conseguir reducciones de peso. La horquilla, dirección y el basculante, con sus suspensiones, se preparaban para el uso en carreteras estrechas y con curvas, primando la maniobrabilidad. El motor estaba preparado para proporcionar más potencia, e incluso habitualmente se montaban motores de unas marcas sobre chasis de otras en aras de juntar lo que se opinaba que era el mejor motor en el que opinaban que era el mejor chasis, creando una especie de motos mixtas, con una apariencia entre asilvestrada y la  de las motos de Gran Premio de la época.

Con el desembarco de los fabricantes japoneses en Europa en los años 70, los propietarios comenzaron también a modificarlas también, adaptándose de paso al cambio de aspecto de las motos de Gran Premio. Y los fabricantes, como es obvio, se dieron cuenta de un posible nicho de mercado. Así, Harley-Davidson, Benelli, BMW, Bultaco, Derbi y otras marcas producían modelos “café racer” montados en la propia fábrica cuyas modificaciones eran estéticas, ya que no solían efectuar preparaciones de motor en ellas. Con posterioridad, las marcas comenzaron a vender versiones sport de sus motos, con lo que las motos se volvían más incómodas al ser modificadas, y la moda se desvaneció.

Pero recientemente, debido a diversos motivos, como pueden ser el interés que se ha tomado en las motocicletas antiguas, la alta presión sancionadora a la que se somete a los conductores en general (y a los motociclistas en particular) y a que los integrantes de la generación del “Baby-boom” se están jubilando y tienen tiempo y dinero para retomar la afición, se ha producido un retorno de las café racers que se extiende por toda Europa. Al fin y al cabo, los “baby-booomers” fueron los primeros responsables del crecimiento de las ventas de las motos tras la segunda guerra mundial. Y hoy día los diseñadores modernos se están fijando en este estilo para apartarse un poco del otro gran estilo que nació en la misma época, y que hoy día se considera muy visto: Las Chopper. Por otro lado, el gran número de motos de los años 70 y 80 que hay a bajo precio en el mercado permite que un aficionado pueda hacerse con una de ellas y vaya personalizándola poco a poco por su cuenta. Y al ser un estilo distinto de lo que es habitual hoy día, las nuevas generaciones se van interesando también por él.

Un poco de historia

Todo comenzó en el Ace Café de Londres, situado en Stonebridge, al noroeste de Londres. Se abrió en 1938 para dar servicio a los usuarios de la zona norte de la circunvalación de Londres. Al estar abierto durante las 24 horas, comenzó a atraer motociclistas. Una bomba alemana lo destruyó durante la guerra, pero fue reconstruido, volviendo a abrir al público en 1949.

En aquellos momentos, con una industria motociclística funcionando a su máximo nivel, la llegada a la adolescencia de los niños que habían vivido la guerra y el aumento en el tráfico, el café se convirtió en el local de moda, el sitio donde había que ir a reunirse durante 20 años. Allí iban los adolescentes a reunirse y escuchar rock & roll. Muchos grupos de entusiastas del motociclismo, clubes y bandas se formaron allí.

Tras su cierre, en 1969, parte del edificio se dedicó a taller de neumáticos. Y aunque todo parecía olvidado, a mediados de los 80 empezaron a reunirse grupos de nostálgicos de la época que decidieron hacer una reunión a las puertas del edificio en 1994 para conmemorar el 25 aniversario de su cierre. Aparecieron por allá más de 12.000 personas. En 1997 el Ace Café volvió a abrir sus puertas. En 2001 culminó su restauración. Y aunque hoy día no está abierto como antes las 24 horas del día, si que tiene un amplio programa de actividades que pueden consultarse en su página web, y es destino casi obligado de todos los moteros que viajan a Inglaterra, sobre todo si van en moto.

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