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The Windy City y la escultura al aire

La ciudad del viento, como se conoce a la muy europea Chicago al otro lado del Atlántico, es famosa por su época del Hampa y por el lago Míchigan, pero también por una arquitectura que ha salido en más películas de las que recordamos y que merece para sí un artículo ¡como poco! Por supuesto, con su sobreurbano, por así decir, ya que su metro elevado es tan clásico como el puente sobre su río homnimo, con sus torres que hemos visto tantas veces aunque nunca hayamos aterrizado en su aeropuerto de O’Hare.La ciudad del viento, como se conoce a la muy europea Chicago al otro lado del Atlántico, es famosa por su época del Hampa y por el lago Míchigan, pero también por una arquitectura que ha salido en más películas de las que recordamos y que merece para sí un artículo ¡como poco! Por supuesto, con su sobreurbano, por así decir, ya que su metro elevado es tan clásico como el puente sobre su río homnimo, con sus torres que hemos visto tantas veces aunque nunca hayamos aterrizado en su aeropuerto de O’Hare.La ciudad del viento, como se conoce a la muy europea Chicago al otro lado del Atlántico, es famosa por su época del Hampa y por el lago Míchigan, pero también por una arquitectura que ha salido en más películas de las que recordamos y que merece para sí un artículo ¡como poco! Por supuesto, con su sobreurbano, por así decir, ya que su metro elevado es tan clásico como el puente sobre su río homnimo, con sus torres que hemos visto tantas veces aunque nunca hayamos aterrizado en su aeropuerto de O’Hare.La ciudad del viento, como se conoce a la muy europea Chicago al otro lado del Atlántico, es famosa por su época del Hampa y por el lago Míchigan, pero también por una arquitectura que ha salido en más películas de las que recordamos y que merece para sí un artículo ¡como poco! Por supuesto, con su sobreurbano, por así decir, ya que su metro elevado es tan clásico como el puente sobre su río homnimo, con sus torres que hemos visto tantas veces aunque nunca hayamos aterrizado en su aeropuerto de O’Hare..

La ciudad del viento, como se conoce a la muy europea Chicago al otro lado del Atlántico, es famosa por su época del Hampa y por el lago Míchigan, pero también por una arquitectura que ha salido en más películas de las que recordamos y que merece para sí un artículo ¡como poco! Por supuesto, con su sobreurbano, por así decir, ya que su metro elevado es tan clásico como el puente sobre su río homnimo, con sus torres que hemos visto tantas veces aunque nunca hayamos aterrizado en su aeropuerto de O’Hare.

Entre los muchos atractivos culturales de esta airosa ciudad está, como no podía ser de otra manera, la Chicago Sculpture International: un grandioso museo de escultura al aire libre. Museo interactivo y sin museo, en cuanto que podremos imbuirnos de las tres necesarias dimensiones que toda escultura necesita, allá donde nos encontremos con alguna de las 53 piezas de reconocidos autores, que se reunieron gracias a esta iniciativa. Con el marco de los espectaculares rascacielos de fondo, y algunas tan sólo paseando por el imperdible Parque del Milenio.

Causa curiosidad y una sonrisa inevitable la enorme Crown Fountain del barcelonés Jaume Plensa, cuya pasión por las grandes formas ha tenido su posibilidad real en este hermoso parque, donde los paseantes pueden interactuar con ella. Nadie quedará indiferente ante la misma. Sus monolíticas formas contrastan con las imágenes que aparecen en sus dos torres de cristal confrontadas sobre un sobrio estanque de granito. Vídeos que surgen gracias a sus miles de LED, y que constituyen toda una atracción, independientemente de si a alguien le da por reflexionar sobre la dualidad que el autor quiso evocar.

Algo parecido ocurrió con la popularmente conocida como “la alubia” o “the bean”, esto es, la escultura inicialmente nominada como Cloud Gate del artista anglo-indio Anish Kapoor. Su frío acero pulido donde queda reflejada la ciudad, su entorno, y todo aquel que se acerque para jugar un poco al Callejón del Gato valleinclanesco, es un imán para todo paseante voluntario u ocasional. El omphalos bajo el gigantesco poroto es el lugar preferido para tomar las mil y una tópicas fotos.

Pero no podemos pensar en Chicago y en escultura sin buscar y hallar más compatriotas. Entre otras cosas, porque la primera que se plantara al aire libre en 1967, en este caso en la zona histórica conocida como The Loop, es una del universal Pablo Picasso. Se encuentra frente al Centro Daley, donde reconoceremos los elementos del malagueño, pero donde tendremos que imaginar qué quiso plasmar en ese maremágnum de formas en acero soldado. La mujer picassiana en su estado más abstracto, no cabe duda.

Cerca del Ayuntamiento, y no muy lejos de la de su compatriota, un autor que nunca deja indiferente nos deja su legado y su rivalidad para dejar a Chicago una mujer que la represente. Por cómo se la conoce, parece que el catalán Joan Miró ha ganado la mano con su El Sol, la Luna y una Estrella, y que popularmente es conocida como Miss Chicago. En esta escultura, el surrealismo del barcelonés es más que patente, con todos sus elementos diferenciadores bien a la vista.

Aunque el surrealismo no es patrimonio sólo de nuestros artistas, por supuesto, y otro clásico a admirar es el flamenco que encontramos rodeado de edificios estilo Bauhaus. No, no es que siga haciendo patria hablando de un bailaor sevillano en medio de la calle Adams. Me refiero al Flamingo del artista Alexander Calder, cuyo imposible escorzo de la presunta ave contrasta con la rectitud arquitectónica que lo rodea, quedando tan tremenda obra como suspendida sobre nuestra cabezas de manera sorprendente.

Claro que, con los títulos de las obras, es difícil saber qué se puede encontrar, como con Monumento con la Bestia de pie, del francés Jean Dubuffet, que parece como si nos topáramos con un cómic en tres dimensiones, aguardando a que desentrañemos la historia que parece contarnos. La idea, según cuentan, es que sea una invitación no sólo a acercarse a ella, sino a entrar en la escultura.

Como último apunte no puedo menos que citar una obra ciertamente desasosegante, o al menos esa es mi impresión. Los amantes de las series la habrán podido ver en una escena no menos desasosegante de la serie Boss: la del conjunto escultórico llamado Agora de la artista polaca Magdalena Abakanowicz, situado en el parque Grant. Una serie de enormes figuras de hierro, torsos andantes descabezados y cada uno siguiendo un caminar sin rumbo, se cruzan en nuestro devenir, haciéndonos sentir, insisto, de todo menos sosegados. Impresionante no cabe duda de que es.

La Ciudad de Viento, está claro, no nos dejará ayunos en materia de arte, y eso que este breve pica-pica nos obligará inevitablemente a volver y a seguir degustando esta maravillosa urbe en una próxima ocasión.

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