Se celebran desde la Edad Media -con algunas interrupciones- para coger fuerzas y soportar mejor la llegada de la Cuaresma. Las tradiciones en torno a estas fiestas son casi tantas como pueblos hay en España. Y aunque los carnavales de Cádiz, Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria sean los que congregan más turistas por méritos propios, hay otros muchos por los que merece la pena pasarse al menos una vez en la vida. Aquí os dejamos siete de los carnavales más auténticos de España que este año se celebran entre el 27 de febrero y el 9 de marzo.
Carnaval de Laza (Ourense)
Más conocido como el Entroido de Laza, es uno de los más antiguos de Galicia. Comienza el miércoles de ceniza, cuando todo el pueblo recorre las calles con antorchas. El domingo aparecen los peliqueiros, con sus cencerros en la cintura, una máscara labrada en madera con símbolos totémicos y un látigo con el que fustigan a cualquiera que se cruce en su camino. Ese mismo día y el martes es el desfile de carrozas, decoradas en clave de humor. Entre ambos, la farrapada, una batalla en la que se usan como armas trapos manchados de barro. Por la tarde llega la Morena, un vecino disfrazado con una máscara de cabeza de toro y una manta sobre la espalda que juega a atacar a las mujeres mientras sus compañeros arrojan hormigas y tierra al público.
Carnaval de Villarobledo (Albacete)
Como casi todos los carnavales, tiene sus desfiles, el concurso de murgas y chirigotas y el tradicional entierro de la sardina. Pero además cuenta con otras tradiciones propias que se han convertido en seña de identidad y reclamo para los foráneos. Empiezan con la llegada de los juanes -así llaman a unos pájaros muy característicos de esta zona- que dan la bienvenida al carnaval el jueves lardero, cuando todos los juanes se disfrazan de la temática elegida con la condición de que acompañen al disfraz con un pico y unas garras; sigue con el rastrillo de carnaval, donde los vecinos disfrazados se reúnen en la plaza vieja para vender cualquier objeto acompañando la venta con una parodia; continúa con la noche del orgullo manchego, en la que se premian los disfraces más originales con temática de raíces manchegas; y se cierra con un divertido concurso de bodas, en el que los grupos participantes parodian los cortejos de bodas entre personajes famosos, miembros de la realeza o cualquier animal, vegetal u objeto inanimado que casan con lo que tercie, risas mediante.
Carnaval de Herencia (Ciudad Real)
En Ciudad Real, igual que en Albacete, son muchas las localidades que cuentan con un carnaval de raíces propias que merece la pena visitar. Uno de los más originales es el de Herencia, también conocido por adelantarse al resto del país más de una semana con su tradicional domingo de las deseosas (desde hace unos años se adelanta todavía más con el sábado de los ansiosos y el viernes de los prisillas). Uno de los personajes más característicos es la figura del Perlé, que ataviado con pijama de rayas azules y blancas, representa el orden establecido en tono de burla. Es el encargado de abrir los desfiles poniendo orden a golpe de látigo en el suelo. Otra figura imprescindible son las jinetas, parejas de niños disfrazados con trajes de época que llevan ofrendas en honor a las ánimas (hoy representan a cada uno de los gremios del lugar). ¿La única condición para asistir a estos carnavales y vivirlo como uno más? Una máscara para no desentonar. Todos los vecinos salen a la calle con una.
Carnaval de Tarragona
Es uno de los más emblemáticos de Cataluña, con un largo listado de actos presididos por el Rei carnestoltes, quien con su sermón invita a la libertad y a la crítica del orden social. El notario Lucifer es el encargado de leer el testamento en el que se ridiculizan las acciones sufridas por los ciudadanos y se lega algo a los bellos infames. La presentación de los ninots, la degustación de butifarra de huevo y de la coca de chicharrones, el concurso del Disfraz de Oro y las ruas de los pequeños son algunos de los actos tradicionales. El broche final lo pone el desfile mortuorio, protagonizado por tambores, mascaradas y las míticas plañideras, donde todo gira en torno al ritual del fuego.
Carnaval de los indianos (Santa Cruz de La Palma)
Es una parodia de la llegada de los emigrantes que habían hecho fortuna en las Américas y regresaban a casa con los bolsillos llenos y la mirada altiva. El plato fuerte tiene lugar el lunes de carnaval, cuando se representa esa llegada en la que los asistentes reciben a los adinerados indianos con una batalla de polvos de talco. Ese día toda la ciudad se tiñe de blanco porque además de los polvos de talco que flotan por toda la ciudad, los indianos visten sus mejores galas siempre que sean de color blanco o beige. El desfile transcurre por las principales calles de la ciudad al ritmo de guajiras, guarachas o guaguancós.
Carnaval de Almiruete (Guadalajara)
Es un pequeño pueblo que cuenta con 24 vecinos según el INE, y sin embargo sus carnavales consiguen atraer a cientos de visitantes año tras año. La razón es que mantienen la tradición de los Botargas y las Mascaritas, que comenzó hace más de 1000 años. La celebración comienza con el toque del cuerno, tras el que aparecen los Botargas vestidos de blanco, con una faja negra atada a la espalda, cinco cencerros enganchados, un sombrero alto adornado con flores y una careta hecha con materiales naturales imitando animales o elementos de la naturaleza. Bajan por los cerros que rodean al pueblo y haciendo sonar sus cencerros van a recoger a las Mascaritas, que les esperan en una casa vestidas con camisa y falda blancas, un delantal adornado con flores y la careta de tela. Las Mascaritas recogen confeti, y los Botargas pelusa que arrojan a los asistentes como símbolo de fertilidad, tras lo que hay bailes populares en los que aparecen otros personajes, como la Vaquilla y el Oso con su Domador, que provocan a los asistentes.
Carnaval de Lantz (Navarra)
Aunque en Navarra hay varios carnavales con siglos de tradición, como los de Ituren y Zubieta con sus Zanpantzar, los de Lantz esconden una historia legendaria. Cuentan que como el pueblo era lugar de paso obligado entre Navarra y Francia, muchos viajeros que pretendían cruzar la frontera se quedaban a dormir en la posada del pueblo. Uno de esos viajeros, que en los carnavales representa a Miel Otxin, se dedicó a robar a los vecinos del pueblo. Estos decidieron darle una lección, y tapándose el rostro para no ser reconocidos, tras perseguirlo por todo el pueblo le pegaron dos tiros y lo quemaron en la plaza. Ahora, cada martes de carnaval se celebra el apresamiento, juicio y muerte en la hoguera del mítico bandido Miel Otxin, un muñeco de tres metros con los brazos en cruz al que acompañan otros personajes como Ziripot, que representa al hombre bueno; Zaldiko, el caballo de Miel Otxin; los Arotzak, que llevan martillos y tenazas y corren tras Zaldiko para herrarlo; y los Txatxos, que enfundados en pieles de animales y armados con palos y escobas, gritan al público.