La programación de Televisión Española hace ya mucho tiempo que dejó de tener coherencia. Entre los programas estrenados y cancelados casi al mismo tiempo, la pérdida de credibilidad de sus informativos, sus actuaciones más que cuestionables en un año electoral tan decisivo, la bajada de su franja matutina con la desaparición antes de lo previsto de Mariló Montero y el destierro a horarios imposibles de productos como Alaska y Segura, a la cadena pública le quedan muy pocas alegrías. De hecho, de sus estrenos recientes, el que mejor le ha funcionado es un formato de refritos de vídeos del archivo de RTVE narrado por Santiago Segura. Eso, ahora mismo, es lo mejor que tiene que ofrecer. Bueno, eso y MasterChef.
El concurso de cocina se ha convertido en el único bastión que resiste frente a la cruda competencia de las cadenas públicas. Poco importa si los inicios de cada edición son lentos o si otros programas consiguen arañar unos pocos telespectadores más. MasterChef mantiene su patrón intacto, con escala de audiencia en cada una de sus emisiones, y arrasa en las redes sociales -algo en lo que la cadena pública parece haberse fijado muy recientemente-. Y todo gracias a un formato que ha conseguido repetir, salvando las distancias, el fenómeno fan que consiguieron las primeras ediciones de Operación triunfo. En este caso no hay conciertos por toda España, pero las respectivas firmas de libros han generado largas cosas. Y es que no hay nada como crear héroes anónimos capaces de hacer algo que todos podemos hacer en casa. El triunfo de lo cotidiano.
Diseñar la programación alrededor del reality
Televisión Española ha aprovechado el éxito de MasterChef hasta las últimas consecuencias, invitando a sus participantes a pasearse por los demás programas de la cadena, sin darse cuenta que para imitar la estrategia que tan bien le funciona a Mediaset hay que saber cebar a la audiencia como hacen ellos. Nadie estira el chicle como Telecinco, hasta límites que rozan el paroxismo, llegando a meter con calzador un participante de reality en un programa, de entrada, dedicado a la actualidad y la política. Será discutible, sí, pero es la marca de la cadena y le funciona. No sirve con llevar a un concursante al programa de la mañana. Hay que diseñar toda la programación alrededor del reality y sacar beneficio de lo invertido. Algo nada acorde con el planteamiento de Televisión Española.
La última edición de MasterChef ha sido la más reality de todas. La cocina es ya casi una excusa para ver las relaciones entre los concursantes, los 'villanos', los favoritos y los que más lágrimas despiertan entre los espectadores. Parece que una historia personal de superación cuenta mucho más para colarse en el casting final que las habilidades en los fogones. Algo que no ha pasado desapercibido a los aficionados al formato y que ha despertado muchas y duras críticas -el episodio 'león come gamba', minuto de oro de todas las ediciones de MasterChef, sirvió para poner de relieve que lo que más interesa es el papel implacable del jurado-. Casi tantas como la ya clásica aparición de las fuerzas armadas, la publicidad un tanto sospechosa de productos -lo de los aceites es ya un escándalo- o el machaque al vegetarianismo, la bestia negra del concurso.
El toque de reality ha servido para potenciar la presencia de MasterChef en las redes sociales
Con todo, el toque de reality ha servido para potenciar la presencia de MasterChef en las redes sociales. Cada martes, miles de fieles acudían prestos a narrar todo lo que ocurría en las cocinas desde la comodidad del sillón de su casa. Así es como se diseña la televisión actual. Programas pensados para verlos con el móvil en la mano. Espectadores que saltan de Pekín Express a La Voz o Supervivientes y que aplican todo el ingenio posible para dotar de un contenido extra y gratuito la emisión de los programas -y, al día siguiente, servir de excusa para completar las noticias de los medios especializados en televisión-. Algo que TVE ha explotado a la perfección con la última retransmisión de Eurovisión y a lo que en MasterChef parece haber llegado de pura casualidad.
Con todo, el final del concurso supone también una gran pérdida para la cadena pública. No es de extrañar que ya estén diseñando la versión Junior del concurso. TVE necesita a MasterChef. De hecho, el más que posible ganador de esta edición, Carlos, ya ha fichado para el próximo reality culinario de la cadena, Cocineros al volante, un concurso de cocina sobre ruedas. ¿Le servirá para repescar el público objetivo de MasterChef y afianzar su pobre audiencia veraniega? Posiblemente, contando, sobre todo, con el poco esmero que dedican los canales actuales a los meses de máximo calor. Telecinco también esté preparando su propio reality estival. ¿Quién ganará?