Mal comienzo. El primer Gobierno de coalición en España desde la Segunda República, al que han definido pomposa y absurdamente como "de la transparencia" o "de la dignidad", inicia su andadura con un monumental error, podríamos decir también que pomposo y absurdo, en materia de comunicación. El PSOE y Podemos dieron a conocer su acuerdo para gobernar arrumbando a los periodistas como si fueran estorbos y huyendo de sus preceptivas preguntas.
Este hecho apunta, en todo caso, una de las cuestiones más divertidas que nos esperan para los próximos años. Porque habrá que ver si por gobernar juntos el presidente y el vicepresidente, tan distintos, se acabarán mimetizando. Pedro Sánchez ya se ha parecido algunas veces a Pablo Iglesias, sobre todo cuando quería buscar los votos más a la izquierda. No sabíamos hasta la citada presentación que Pablo Iglesias empieza a parecerse a Pedro Sánchez.
Iglesias daba la cara... hasta ahora
Al líder de Podemos se le pueden hacer muchas objeciones. Millones de ellas. Pero en su carrera política al menos nunca se le había podido afear la conducta por evitar las preguntas de los periodistas. Siempre respondía en las ruedas de prensa. Acudía a los programas que hiciera falta. No rehuía los debates. Podía enfurecerse o hasta pasarse de frenada en sus respuestas o en sus tuits, pero daba la cara. Hasta esta semana.
Me cuentan que la decisión de no comparecer ante los informadores partió de Moncloa. No es raro, porque Sánchez huye de la prensa desde que ocupa el poder. Poco importa de dónde partiera esa decisión. Tanto Sánchez como Iglesias desatendieron su obligación básica de dar cuentas como representantes públicos.
Es inadmisible que los periodistas ni siquiera pudieran entrar en la sala del Congreso donde se produjo la firma del acuerdo de marras. No hay excusas. Los futuros presidente y vicepresidente del Gobierno no pueden eludir el control público que se canaliza a través de los medios.
Ni RTVE ni ley audiovisual
Tampoco caeremos aquí en ese ombliguismo periodístico que sitúa a los colegas de este viejo oficio como auténticos héroes de la libertad. Habrá tiempo para que Sánchez e Iglesias respondan. Quiero decir que el lamentable ninguneo a los informadores tampoco debe ser la preocupación principal mediáticamente hablando. En el ámbito televisivo que aquí nos ocupa, resulta más preocupante el contenido del famoso pacto.
En las 50 páginas del documento solo aparece una mención a Radiotelevisión Española pese a la profunda crisis que atraviesa. Es en el apartado sexto, dedicado a "Cultura y deporte", donde se incluye este punto tan vago como vacuo: "Defendemos un modelo de RTVE plural, independiente, pública, transparente y de calidad, que se convierta en polo de producción, orientada al fomento y difusión de la cultura española, impulsando la renovación del Consejo de Administración mejorando el sistema de concurso público".
Decir esto es no decir nada. Porque cualquier español está de acuerdo en la defensa de una RTVE plural o independiente. Lo de "impulsar la renovación del Consejo" suena a promesa cuyo cumplimiento se posterga sine die. ¿Por qué no un compromiso público y claro? ¿Por qué no un plazo de actuación? ¿Por qué no una explicación directa de qué pretenden hacer con el desastre que estamos pagando todos? Lo que está pasando en la corporación es de tal gravedad que conviene actuar con celeridad y claridad.
Tampoco aparece en el pacto una sola mención a la futura ley audiovisual que puede revolucionar el sector de la televisión y de las plataformas de pago como Netflix. Aquí ya entramos en terrenos procelosos porque están en juego los intereses de los grandes grupos mediáticos. Mucho dinero sobre la mesa. Y muchas ganas por controlar el negocio. Esperemos que en esto, como en tantas otras cosas, Iglesias no se mimetice con Sánchez.