Cuenta la leyenda que durante el entierro de Ramón María del Valle-Inclán un anarquista se abalanzó sobre el féretro para arrancar una cruz, trastabilló en su intento y cayó sobre el ataúd. Una imagen esperpéntica digna de la muerte del literato que creó los esperpentos. Algo así podría haber ocurrido durante la exhumación de Francisco Franco este jueves. Hubiera sido la guinda perfecta para el espectáculo.
La salida del dictador del Valle de los Caídos es un hecho histórico de enorme relevancia. Para muchos españoles, entre ellos quien esto escribe, el traslado de sus restos es un acto de justicia. Tardía, pero justicia al cabo. Pero el hecho en sí mismo volvió a estar marcado -como tantos hechos relevantes últimamente- por el componente mediático. Porque asistimos a un auténtico desmadre televisivo: Televisión Española volvió a funcionar como el NODO de Pedro Sánchez y La Sexta volvió a desbarrar en su búsqueda de la espectacularidad. Un desmadre.
El acto que iba a ser "discreto"... y se convirtió en acto electoral
El Gobierno del PSOE había prometido, por boca de la vicepresidenta, Carmen Calvo, oradora indefinible, que no habría medios de comunicación para retransmitir la exhumación porque sería un proceso "discreto". Era obvio que esa promesa no se iba a cumplir. Entre otras cosas, porque el formación gobernante necesitaba este show que tanto ha enfurecido a la oposición para cambiar el marco político de cara al 10-N: hablemos de Franco y no de Cataluña. Lo que no se podía esperar, en todo caso, es que merced a ese incumplimiento finalmente el dictador saliese de Cuelgamuros casi con honores de Estado.
Por supuesto, Sánchez no faltó a su cita con los Telediarios. Porque estamos ante un hombre hecho para los Telediarios y no tanto para la verdad o la congruencia. A las tres de la tarde en punto hizo su declaración. Por supuesto, los telespectadores de TVE pudieron verlo y escucharlo en directo: "Con esta decisión se pone fin a una afrenta moral como es el enaltecimiento de un dictador en un espacio público". "Hoy España cumple consigo misma". Aun teniendo razón en lo que dice, resulta obsceno el electoralismo de este presidente del Gobierno.
Mateo no falla al jefe
El despliegue de medios de la cadena pública fue impresionante. Rosa María Mateo no podía fallar al jefe. Por ello desfilaron por los micrófonos varios ministros para vender la propaganda gubernamental. Pocas voces discordantes. Y los tertulianos habituales con sus habituales juicios pare el recuerdo. Por pura lógica, mejor hubiera sido invitar a más historiadores, es decir a los expertos en la materia, y a menos timadores profesionales.
Esto entronca, ya de paso, con uno de los grandes males del periodismo televisivo, en general, y de la televisión pública, sobre todo. Me refiero, claro está, a la omnipresencia de determinados personajes que, se hable de la exhumación de un dictador, de macroeconomía o de la política de inmigración del Gobierno de China, siempre están ahí para pontificar. Son esos "todólogos" que jamás pronuncian una frase que sin duda recorre sus mentes privilegiadas: "De este asunto prefiero no opinar porque no tengo ni idea". Y en TVE cobran sueldos opacos que pagamos todos, no se olvide.
La Sexta y el brindis
También el despliegue de La Sexta fue enorme. Es obvio que la salida del dictador del Valle de los Caídos era histórica y requería, por tanto, un despliegue informativo a la altura de las circunstancias. Ni una palabra en contra de que la cobertura fuera amplia. No se puede criticar que en las televisiones aparecieran el chino franquista, los nostálgicos exaltados o el golpista Antonio Tejero. Porque esos personajes estaban allí y mostrarlos como son, por absurdos que sean, es la labor del periodismo.
Sin embargo, resulta que hemos sabido, gracias a estas maravillas que a veces nos regalan las redes sociales, que alguien de los Informativos dirigidos por Antonio García Ferreras llamó al Partido Comunista para proponer primero y exigir después que reuniera a algunos camaradas que brindasen por la exhumación.