Silvio Berlusconi ha vuelto a comprobar en las últimas semanas que el poder y la influencia son relativos; y que el simple coletazo de uno de los grandes peces del acuario puede hacer que se diluyan como azucarillos. Durante muchos años, su familia ha capitaneado el transatlántico de Mediaset con la tranquilidad de quien sabe que en su territorio es el rey. Con la competencia sometida a sus dictados y la cuenta de resultados en un intenso color verde. El problema es que en su camino ha aparecido un enemigo con fuertes intereses en sus principales mercados, España e Italia; y eso ha complicado sus planes y ha empequeñecido su figura. Dicho antagonista es Vivendi, una multinacional francesa con un músculo mucho mayor que ha decidido erigir un gran imperio televisivo en el sur de Europa. De ahí que haya comprado casi el 30% de las acciones de Mediaset.
El movimiento de Vivendi no se puede definir como una maniobra de supervivencia, dado que la compañía goza de una salud envidiable. Lo que realmente pretende con esta operación es afianzar su posición dentro de un sector en el que los grandes grupos cada vez tienen más fuerza y en el que las compañías europeas cada vez se sienten más amenazadas por sus rivales anglosajones y chinos.
Sin ir más lejos, hace unas semanas Rupert Murdoch (Twenty-First Century Fox) desembolsó 14.000 millones de euros en efectivo para tomar el control de otro gigante, la británica Sky. Con esta adquisición, podrá hacer frente con muchas más garantías a la amenaza de nuevos actores del mercado, como HBO y Netflix.
Un directivo de uno de los dos principales grupos de televisión de este país comentaba hace unas semanas a este periódico que, en este nuevo contexto, Atresmedia o Mediaset podrían resultar perjudicadas en el corto y medio plazo. Basta con que en los planes de uno de estos grandes holdings internacionales figure la producción de contenidos en España para que su negocio se vea afectado o incluso sus acciones cambien de manos. Todo es posible en un sector audiovisual cada vez más heterogéneo y en el que las empresas con más solera parecen cada vez más indefensas ante el desarrollo de las nuevas plataformas de vídeo bajo demanda.
La familia de la prensa tradicional
Juan Luis Cebrián situaba este jueves a las compañías que operan en la TDT dentro la familia de la prensa tradicional. La que en su opinión, está mejor preparada para denunciar los desmanes del poder, pero, a la vez, cada vez se encuentra más condicionada por la poliédrica realidad de internet. A la vista de estos acontecimientos, vaticinaba que en los próximos cinco años se producirán grandes fusiones en este sector, en un intento de los medios de comunicación del establishment por sobrevivir.
Las televisiones tradicionales observan con inquietud el crecimiento de las nuevas plataformas de vídeo bajo demanda.
Al contrario que ha ocurrido en países como Italia –donde el pasado marzo se unieron La Stampa y La Repubblica-, en España no se ha producido la fusión de grandes cabeceras o de empresas editoras de periódicos desde que arreció la crisis de la prensa. Las televisiones dominantes se concentraron para configurar un próspero duopolio que aglutina el 85% de la inversión publicitaria y condiciona el día a día de los pequeños competidores. Pero no ha ocurrido lo mismo en los otros subsectores.
Las conversaciones más intensas las mantuvieron Vocento y Unidad Editorial a lo largo 2014. Pero, según publicaron entonces varios medios, las diferencias a la hora de configurar la estructura de la nueva empresa, de repartir su deuda o de definir su jerarquía dieron al traste con esta operación.
Donde sí se han producido algunos movimientos ha sido en el sector de la prensa digital, cada vez poblado por un mayor número de competidores.
El Confidencial y Weblogs establecieron una alianza el pasado diciembre. Poco antes, en septiembre, eldiario.es compraba Vertele y El Español se asociaba con Crónica Global. Unas semanas antes, dos medios con una marcada línea editorial de izquierdas, como el diario Público y el semanario Ctxt, llegaron a un acuerdo para intercambiar contenidos y poder acceder en mejores condiciones al mercado de la publicidad.
“En internet, la comida basura se digiere igual que la de sitios con dos estrellas Michelín”, afirmó este jueves Juan Luis Cebrián
Son sólo una parte de los diversos pactos comerciales o en materia de contenidos a los que han llegado los medios de comunicación digitales para ganar músculo y evitar caer en el ostracismo. Porque, según reconocen varios editores de prensa en internet, a medio plazo sólo sobrevivirán los más fuertes en internet.
La reconquista de América
Otra de las estrategias que los grandes medios de comunicación pusieron en marcha hace unos años –más allá de la obvia, que es la de crecer en internet- es la de explorar nuevos mercados. Uno de los ejemplos más significativos es el de The New York Times, que desde hace un tiempo dispone de ediciones en chino y en español.
El País, por su parte, cuenta con una importante presencia en Hispanoamérica y prácticamente la mitad de los lectores de su web proceden de ese mercado. Y el pasado martes, Unidad Editorial anunciaba un acuerdo entre Marca y Claro Sports para intentar convertirse en una “referencia de la información deportiva en castellano” en esta región.
Resulta llamativo, por otro lado, que los medios de comunicación tradicionales, que hace unos años observaban con recelo a las grandes compañías de internet, hayan comenzado a buscar acuerdos con los dueños de Google o Facebook para potenciar su negocio. En otras palabras, se han rendido ante la evidencia de que hace mucho tiempo que no tienen el monopolio de la información y de que, en este contexto, la estabilidad de sus negocios depende, en parte, de sus sinergias con los ‘reyes de lo digital’.
En abril de 2015 Google puso en marcha un proyecto para fomentar "el periodismo de alta calidad a través de tecnología e innovación". Entre los socios de este programa se encontraba el Grupo Prisa, quien había exigido durante meses que Google pagara una tasa por enlazar las noticias de sus periódicos en su plataforma ‘News’, clausurada en España en diciembre de 2014.
Prisa y Unidad Editorial han realizado durante los últimos tiempos algunos movimientos para ganar presencia en el panorama mediático Hispanoamericano.
Esta semana, El País anunciaba una alianza con Facebook para combatir la acción de los medios de comunicación que se dedican a lanzar bulos y noticias falsas en la Red. “En internet, la comida basura se digiere igual que la de sitios con dos estrellas Michelín”, afirmó Juan Luis Cebrián este jueves, para justificar su anexión al proyecto contra la post-verdad puesto en marcha por la empresa de Mark Zuckerberg.
Con todos estos datos disponibles, parece obvio que, en el mercado actual, no existe ninguna empresa con la capacidad económica y técnica suficiente para actuar como un ‘llanero solitario’. Ahora bien, habría que preguntarse hasta qué punto está condicionada su información, por un lado, por las normas impuestas por las grandes compañías de internet; y, por otro, por los dictados de los mandamases y accionistas –entre estos, entidades financiera y fondos de inversión- de los cada vez más potentes holdings de comunicación internacionales.