- Presidente, ¿Eras muy de novias? / - No, no he sido de muchas novias. He sido de lo que me dejaban, como supongo que casi todo el mundo. (…) / - ¿Te costó trabajo conquistarla? (a Elvira, su mujer) / - Tuve que dar algunos argumentos y razones. Aquí uno se bandea como puede, en las circunstancias más pintorescas. Así es Mariano. Mariano Rajoy. Presidente, registrador de la propiedad, gallego y funcionario de nivel A. El que intenta medir cada frase incluso cuando hay que bajar a la arena. El hombre que no celebró su despedida de soltero porque sus amigos tenían que votar los Presupuestos Generales del Estado y el que no tuvo viaje de novios porque había mucho que hacer. El que de joven se marchó a Ibiza de road trip con un hondo sentimiento de culpa porque su padre le había expresado sus reservas. El que se alimentó durante su etapa de estudiante de arroz blanco, pasta y latas de conservas ante su nula pericia en los fogones. Así se lo contó este miércoles a Bertín Osborne en En la tuya o en la mía, el almibarado programa de entrevistas de La 1 que está concebido para subir la reputación de los invitados y no ponerles en excesivos aprietos. Arrasó en audiencia (23%), pero desde el punto de vista informativo aportó poco. O nada. La carísima televisión pública no estuvo a la altura una vez más.
Los dos conversaron en el sofá del presentador, cocinaron mejillones y jugaron al futbolín. El mandatario y el latin lover. El macho alfa y el político. El cantante y el jefe del Gobierno. El vividor y el que teme irse de copas por si los compañeros de barra le vieran como “un especimen raro”. Hablaron de la vida de Rajoy, de fútbol, de política y de España. De la gran España, "un país de Primera División" al que a menudo se le "machaca inmisericordemente". Bertín ensalzó la bonhomía del presidente y su retranca. Rajoy le propuso presentarse a Eurovisión. Señor presidente, vamos a llevarnos bien. Pues mire usted, no puedo estar más de acuerdo.
Le lanzó varias preguntas cortitas y al pie. De esas que se formulan para no incomodar o para permitir que el entrevistado tenga a mano la salida de emergencia si no las quiere contestar. Tienen la misma edad, pero son tan diferentes que pudiera parecer que uno de los dos se crió en cautividad. El uno, con un tono solemne que rechina en una conversación cómoda. El otro, con esa campechanía que tan a menudo exagera. Son tan diferentes que no hizo falta que Rajoy le preguntara a Bertín si "era muy de novias" para saber que la respuesta hubiera sido muy diferente a la que él le dio.
El veto a Pablo Iglesias
Bertín también quiso invitar a su casa a Pablo Iglesias, tal y como reconoció recientemente. Pero los mandamases de la televisión pública se lo impidieron, puesto que no consideraron oportuno que el mesiánico líder de Podemos recibiera otra entrevista con baño y masaje. Eso sólo estaba reservado para Rajoy y para Pedro Sánchez, especialista en la impostura, como su partido. Oficialmente, TVE se niega a reconocerlo y en Proamagma, la productora del programa, no quieren abrir la boca. Pero han sido varias las voces que han hecho público este veto e incuso Bertín Osborne sugirió su existencia en una entrevista. Pero a estas alturas a nadie le sorprende que los hilos de este medio de comunicación se muevan desde Génova. Como antes ocurría desde Ferraz. E incluso con más descaro, aunque los sindicatos progresistas de la cadena no lo vean tan claro.
Que Mariano Rajoy sea entrevistado en la televisión pública por Bertín Osborne dice mucho de la clase política de este país y del nivel de TVE. Tampoco habla muy bien de La 1 el que su principal apuesta para esta temporada sea En la tuya o en la mía. Está claro que en el medio de comunicación que pagan todos los españoles tiene que haber programas del gusto de todos. Y Bertín ha sabido enganchar a varios millones de espectadores cada semana. No será aquí donde se le reste mérito. Pero La 1 huele a alcanfor, a televisión de otra época. Por momentos, parece que vaya a volver al blanco y negro. Su audiencia roza cada mes mínimos históricos porque su parilla de programación no tiene un ápice de frescura y sus informativos hace mucho tiempo que dejaron de ser una referencia por las fundadas sospechas que existen sobre que están manipulados.
La televisión pública que cuesta cada año 950 millones de euros a los ciudadanos no ha estado a la altura cuando, a pocos días de que España llegue a una nueva encrucijada electoral, ha elegido a un cantante para entrevistar al presidente del Ejecutivo. Porque las preguntas sobre la corrupción ni estuvieron ni se les esperaba, sobre Cataluña fueron malas y escasas; y sobre las trifulcas internas del Partido Popular, suaves y sin ánimo de ofender. A Bertín no se le puede pedir más, pues hizo lo que sabe, lo que le mandaron y lo que ha convertido su programa en un éxito. Pero a TVE se le debería exigir mucho más. Porque no nació para ser una pasarela en la que luzcan palmito los políticos afines al Gobierno. Ni merece la pena mantenerla para esto.