La era en la que Miguel Ángel Revilla era recibido en las televisiones como una especie de gurú anticrisis y los economistas de moda advertían, con tono mesiánico, de la aparición de preocupantes grietas en la fachada del sistema ha terminado. Al menos, así se deduce al observar la importante bajada de audiencia que han registrado durante los últimos meses algunas de las tertulias políticas más populares de la TDT. Las que los espectadores más fieles sintonizaban para recibir un torrente de información parlamentaria o sobre corrupción; y las que sus detractores bautizaron como el Sálvame Deluxe de la política.
El incremento del peso de estos programas en la parrilla de programación de los principales canales de Atresmedia y Mediaset tuvo lugar en paralelo a la eclosión de Podemos. La izquierda radical y sus mensajes anti-casta atraían a la audiencia y los responsables de estas mesas de debate no dudaron en conceder a sus líderes una importante presencia en sus programas.
Los televidentes desayunaban con Juan Carlos Monedero enfrentándose a Francisco Marhuenda, almorzaban con Pablo Iglesias rebatiendo –fuera de sus casillas- a Eduardo Inda; y cenaban con un economista de campanillas vaticinando el próximo colapso del sistema de pensiones si no se ponían en marcha, a la mayor brevedad, las medidas que proponían los partidos de nuevo cuño.
La política-espectáculo reportó pingues beneficios a las compañías de televisión, pero no tardó en enervar al poder. Cuentan a este periódico fuentes bien informadas de las televisiones privadas que los teléfonos de sus responsables recibían llamadas casi a diario desde Moncloa, Génova y Ferraz para denunciar el enfoque que se había otorgado a un tema determinado que resultaba incómodo en ese momento. O, simplemente, para reprobar la opinión de algún tertuliano cuya cabeza no dudaban en exigir.
Era un "martilleo" constante -así lo definió Rajoy- sobre los asuntos espinosos para el Partido Popular que surgía de unas empresas que, por aquel entonces, libraban una guerra fría contra el Ejecutivo, que, en mayo de 2014, consintió el cierre de 9 de sus canales.
El nerviosismo del Gobierno con respecto a los programas sobre política es actualmente mucho menor que hace dos años, cuando Podemos todavía aspiraba al cielo. No obstante, los ‘jefes’ de las principales cadenas siguen recibiendo reprimendas y presiones que, en algunos casos, resultan ciertamente inexplicables.
Cuenta uno de los ejecutivos más influyentes de la televisión española que, hace unas semanas, después de que uno de sus periodistas entrevistara a Pedro Sánchez, recibió la llamada de una persona relacionada con el Partido Popular que le recriminó con una especial vehemencia que su cadena concediera tanto espacio a un líder político que tan crítico se había mostrado con la derecha.
¿Decadencia o bache?
Este tipo de programas, que tanta expectación despertaron durante el 2015 multi-electoral y el 2016 de desgobierno, comenzaron a perder seguidores hace unas semanas. En algún caso, a un ritmo preocupante.
Al Rojo Vivo, el informativo presentado por Antonio García Ferreras en La Sexta, registró el pasado diciembre una audiencia del 10,15%, frente al 12,17% que consiguió en el mismo periodo de 2015. Durante los primeros días de enero, ha logrado una cuota de pantalla del 10,7%, frente al 12,9% del primer mes de 2016.
La caída de Las Mañanas de Cuatro ha sido mucho menor, pero sus datos en diciembre (10,27% frente a 10,7%) y enero (10,6% frente a 11,3%) también han sido más bajos que el año pasado, cuando se celebraron elecciones generales en España.
Llama la atención que durante los últimos meses García Ferreras haya perdido la cómoda ventaja de la que disponía frente a Javier Ruiz. De hecho, en diciembre y en lo que va de enero, ambos programas han estado parejos, en cuanto a share.
El bajón de los programas políticos también lo ha notado La Sexta Noche, uno de los espacios que más popularidad adquirió cuando el bipartidismo comenzó a resquebrajarse. La tertulia presentada por Iñaki López logró en noviembre una cuota de pantalla de 8,95 puntos, frente a los 10,5 que obtuvo en el mismo mes del año anterior. En diciembre, registró 8,93 (-1.67%) y, en la primera parte de enero, 8,05 (-3,15).
Estos espacios de debate se alimentaron durante meses de la incertidumbre y la agitación que rodeaban al panorama político español; y su audiencia alcanzó cotas especialmente altas en vísperas de las citas electorales más interesantes o cuando los partidos comenzaron a moverse para intentar alcanzar pactos de Gobierno. Pero, una vez que Rajoy fue investido y todo volvió a la ‘normalidad’ (dentro de lo que cabe), su guión perdió atractivo. Y su audiencia se ha resentido.
Crisis en casa del Gran Wyoming
Las tertulias televisivas no han sido las únicas que han perdido fuelle durante este periodo. También lo han hecho los informativos. En concreto, los noticiarios de las cadenas privadas generalistas registraron una audiencia media de 8.020.000 espectadores en noviembre de 2016, frente a los 8.502.000 del mismo mes del año anterior. En diciembre, también cayó: 7.584.000 seguidores por los 7.977.000 del último mes de 2015.
Según datos de Kantar Media, el pasado diciembre los noticiarios de La Sexta perdieron 175.000 espectadores (-1,6 de share), mientras que los de Telecinco, 164.000 (-0,8), Antena 3 121.000 (-0,8) y Cuatro, 109.000 (-1%).
Esta tendencia negativa también ha afectado a 'El Gran Wyoming', conocido por sus análisis de la actualidad política en clave de humor. En noviembre, El Intermedio logró un share de 10,8 puntos, frente a los 12,2 del mismo periodo del ejercicio anterior. En diciembre, de 8,85 (10,9). Y, en lo que va de enero, de 7,6 (11,03).
Es cierto que durante la primera semana del mes –coincidiendo con el final de las fiestas navideñas-, La Sexta emite reposiciones de este programa. Pero, la audiencia no sube especialmente si se tienen en cuenta los registros de los últimos días: 8,7 puntos, frente a los 12,53 del ejercicio anterior (31 de enero).
Un conocido directivo de una televisión de la TDT compara la situación de los espacios sobre política con la que vive Telecinco con sus programas de entretenimiento. Hubo un tiempo en el que los reality-shows y los talent-shows enganchaban a la audiencia; y en el que las truculentas historias de la azarosa vida de Belén Esteban eran sinónimo de éxito. Esa tendencia ha cambiado y la parrilla de la principal cadena de programación ha sufrido un importante desgaste. La gente se ha cansado de esos formatos.
Lo mismo ha ocurrido con los programas políticos. Inda, Marhuenda, Revilla, los líderes de Podemos y los gurús economistas ya no atraen a la audiencia en la misma medida que hace dos años. Tampoco la actualidad parlamentaria ni las constantes batallas que se libran en el seno de la cainita izquierda radical. “El espectador está empachado. Estos programas han perdido frescura y han iniciado su declive. O innovan y renuevan sus tertulianos o su formato; o será difícil que vuelvan a brillar”. Es la ley no escrita que impera en la televisión, concluye este directivo.