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Prisa sondea a grandes fortunas españolas para inyectar capital en el grupo

La compañía ha tanteado a diferentes empresarios para ofrecerles la posibilidad de entrar en su accionariado y reforzar su estructura de capital, dañada tras 15 años de constantes problemas financieros

  • Sede de Prisa en la madrileña Gran Vía

En busca de un balón de oxígeno. Prisa sondea a grandes fortunas españolas para inyectar capital en el grupo y reflotar la compañía, que arrastra desde hace años una abultada deuda. La intención es colocar entre grandes inversores un bloque significativo de acciones para reforzar el núcleo duro de accionistas, según distintas fuentes financieras consultadas por Vozpópuli. También estaría abierta la opción de que un socio financiero se comprometiera a entrar en una eventual ampliación de capital en el grupo.

Fuentes oficiales del Grupo Prisa no hicieron comentarios sobre el intento de captar inversores para entrar en la compañía. Se trata de contactos iniciales a través de bancos de inversión, que, en algunos casos, han ofrecido a fondos y fortunas españoles comprar paquetes accionariales del 10%, según fuentes conocedoras.

Un movimiento en este sentido, que implicaría un desembolso de unos 30 millones de euros a los precios actuales a los que cotiza Prisa en Bolsa, provocaría un cambio en la estructura accionarial de Prisa, que tiene a Amber Capital y a Vivendi como grandes accionistas, con el 24% y el 12% del capital, respectivamente.

Alguno de los grandes inversores contactados, que piden el anonimato, se han echado atrás para lanzarse a esta operación, sobre todo, tras los pactos de investidura de Pedro Sánchez con ERC y Junts. “No es el mejor momento para invertir en Prisa”, sostienen las fuentes.

Exploración recurrente

No es la primera vez que Prisa realiza una ronda entre potenciales inversores para tratar de atraer capital al grupo. De hecho, la llegada de Vivendi hace tres años se atribuye a la buena relación que entabló con Joseph Oughourlian durante las maniobras que había emprendido entonces la familia Bolloré (propietaria del grupo galo) para tratar de controlar Lagardére.

Unos años atrás, en el verano de 2017, se articuló una operación por la cual el grupo Henneo, con sede central en Zaragoza y editor de Heraldo de Aragón y 20 Minutos, trató de adquirir una parte de la participación que entonces controlaba Telefónica para convertirse en socio industrial de Prisa. El movimiento no llegó a materializarse, entre otras cosas, porque en el Gobierno de Mariano Rajoy no estaba a favor de que la compañía de telecomunicaciones redujera su posición en Prisa, dado que consideraban que eso debilitaría a su entonces presidente ejecutivo, Juan Luis Cebrián.

El propio Cebrián había tratado de reforzarse previamente con la entrada en el capital -durante los años más duros de la crisis de Prisa- de los cataríes de International Media Group (con 64 millones de euros) y de los mexicanos de Grupo Herradura Occidente (100 millones). La participación de ambas empresas se ha diluido en los últimos años como consecuencia de las diferentes ampliaciones de capital o conversiones de bonos en acciones que ha planteado Prisa, que uno u otro socio no han secundado al 100% en algunas ocasiones.

La dificultad de atraer inversores

Esta necesidad periódica de financiación ha dificultado a Prisa la labor de atraer en el pasado a inversores al grupo, que lleva 15 años en una crisis financiera y cuya evolución en bolsa ha sido casi siempre negativa. 

De hecho, hace casi dos años que un grupo de empresarios afines a Moncloa (Global Alconaba) adquirió la participación de Telefónica en Prisa. La operación ascendió a 34 millones de euros y le otorgó el 7% del capital. Cada acción fue retribuida a 68 céntimos. Esa inversión se ha depreciado en más de la mitad de su valor si se tiene en cuenta que los títulos del grupo cotizan actualmente a 29 céntimos.

El grupo cerró el noveno mes del año con unas pérdidas acumuladas de 36,7 millones de euros. Los negocios de educación y medios mejoraron sus números en este tiempo, pero la situación financiera del grupo -con una deuda de 807 millones de euros- y el encarecimiento de los tipos de interés volvieron a situar la última línea de su balance en negativo.

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