“¿Alguien pensaba que no nos íbamos a atrever?”. La frase la pronunció José María Aznar el día que se imprimió el último ejemplar del diario Egin, órgano de expresión y plataforma de propaganda para la izquierda abertzale, cómplice en aquellos años finales del siglo XX del terrorismo de ETA. Aznar hizo gala de la fanfarronería típica de los mandatarios que necesitan exhibir músculo para amedrentar a sus enemigos o para espantar a sus fantasmas. Una actitud diametralmente contraria a la que ha adoptado este sábado Mariano Rajoy cuando, con tono comedido -y con la boca pequeña-, ha sugerido que el Gobierno tomará próximamente el control de TV3.
Desde luego, nunca es una buena noticia que una Administración se adentre en terrenos que no le corresponden dentro un medio de comunicación, pues ese tipo de decisiones suelen producirse en donde la democracia ha enfermado o ha sufrido un duro ataque. Así ha ocurrido en Cataluña, donde sus dirigentes se mueven desde hace varias semanas al margen de la ley y han convertido a la radio-televisión pública en el principal órgano de difusión del insidioso catecismo independentista.
No es España, precisamente, un país que pueda presumir de disponer de unos medios públicos plurales e imparciales. Todo lo contrario. La televisión estatal y las autonómicas han sido históricamente un ministerio más. Siempre del lado de quien paga, siempre en contra de la oposición. Sus dirigentes -elegidos a dedo- han prevaricado con total impunidad y han derrochado cientos de millones de euros en informativos sesgados y prescindibles. Pero TV3 ha ido varios pasos más allá. Este canal hace tiempo que rompió la baraja y se convirtió en el ariete utilizado por los independentistas para resquebrajar el Estado.
Periodistas como Mónica Terribas -antes en TV3, ahora en Catalunya Ràdio- se han entregado de forma obscena a la causa secesionista. El pasado 22 de septiembre, la presentadora de El Matí hizo un llamamiento a sus oyentes para que ayudaran a localizar a los policías que formaban parte del dispositivo desplegado para impedir la celebración del referéndum del 1-O. Cada día, desde el inicio del procés, sus micrófonos han estado a la entera disposición de esa cohorte de políticos y opinadores que han llenado sus bolsillos con un discurso fundamentado en el odio a lo español. Argumentos destructivos y una Generalitat extremadamente generosa con los hispanófobos.
Artículo 155: una tarea compleja en TV3
La tarea que asumirá el Gobierno una vez reciba el plácet del Senado para aplicar el artículo 155 será ardua, puesto que las medidas coercitivas chocarán con una parte de la sociedad que se encuentra muy movilizada. Dentro y fuera de la Administración. Los funcionarios del ministerio que asuman la tutela de TV3 se enfrentarán a una redacción que durante tres décadas ha estado gobernada por ERC. Fuentes de este medio de comunicación alertaban este sábado, tras la intervención de Rajoy, de la posibilidad de que se produzcan boicots y huelgas 'a la griega' que podrían conllevar que esta televisión “se vaya a negro”.
Conviene tener presente que en este medio de comunicación se consideran lícitas actuaciones que han tenido el mismo efecto sobre la convivencia que una bomba de racimo. Tertulianos que insultan a los votantes del PP y de Ciudadanos, una escritora que prende fuego a un ejemplar de la Constitución, un corresponsal que, en una conexión, aparece dando botes sobre un vehículo de la Guardia Civil; o unos periodistas que elaboran un informativo para niños en el que definen como héroes a quienes organizaron el referéndum ilegal y como villanos a quienes trabajaron para impedir su celebración.
Corea del Norte. A un lado, los líderes. Al otro, los 'yanquis'. Los malos. Maniqueísmo atroz que durante los últimos años ha formado parte del menú diario que se servía en los hogares catalanes.
La aplicación del artículo 155 sobre la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) probablemente implique el cese -o la dimisión- de los dirigentes de TV3, con Vicente Sanchís a la cabeza. El biógrafo de Lluis Prenafeta, mano derecha de Jordi Pujol.
Ya lo contaba este periódico en un artículo anterior. Desde que el Parlament aprobó la declaración de desconexión en noviembre de 2015, los noticiarios de TV3 han dedicado más del doble de tiempo a hablar de la aventura soberanista que a informar de todos los casos de corrupción que han estado de actualidad. Síntoma inequívoco de la enfermedad contagiosa que surgió en el Palacio de Sant Jaume y que ha sido contraída por una parte de la sociedad catalana. La enfermedad del nacionalismo más delirante.