El vídeo tiene ya medio millón de reproducciones y ha sido compartido miles de veces en Facebook sin censurar ni citar procedencia por una de esas cuentas acostumbradas a compartir contenido viral sin ponerlo en contexto.
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El documento muestra a un chaval que abre un regalo de primera comunión ante la atenta mirada de sus familiares. Una figura de una virgen dorada con mantón aterciopelado, ribetes y corona dorada. ¿Qué será?¿Qué será? ...cantan sus familiares mientras el chaval abre impaciente la caja.
Lo que se comenta en redes después no te sorprenderá...
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Los prejuicios son más virales que la verdad
La viralidad del documento se ha construido por una montaña de prejuicios de unos cuantos adultos juzgando cosas de niños: lo que tiene que sentir, lo que tiene que pensar, lo que tienen que hacer sus padres. El adoctrinamiento, la reacción del niño, la religión, las costumbres, todo se aprovecha para defender un discurso de adulto por un simple gesto de un menor. Es absurdo.
El vídeo no cuenta lo suficiente para defender un discurso doctrinal y aunque lo cuente el chaval no se lo merece
El vídeo no cuenta lo suficiente para defender un discurso doctrinal y aunque lo cuente el chaval no se lo merece. No sabemos qué otros regalos ha recibido el niño. No sabemos su relación con la religión, con la iconografía, con su familia. La historia puede ser radicalmente distinta. Puede que al protagonista simplemente le encante coleccionar o jugar con muñecos, puede que sea una tradición familiar y que solo se sienta orgulloso de ello. Puede que la figurita perteneciese a un familiar fallecido o que se la haya donado y se sienta orgullosos de ello. Puede que la historia no sea como tú quieres que sea para vender tus ideas.
En realidad estamos construyendo una crítica basada en hechos no consumados. Aunque pueda ser legítima no es la mejor forma usar la imagen de un menor para defenderla. Aunque pueda ser reprochable utilizar imaginería para adoctrinar emocionalmente a los menores nunca podemos juzgarle a él por ello. Aunque las comuniones se hayan convertido en competiciones de ostentación los responsables no son los niños.
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Nunca publiques material en tus redes que no te gustaría ver en el telediario
Normalmente este tipo de vídeos se publican en cuentas privadas para el disfrute de familiares y amigos cercanos. Esa es la intención, pero siempre hay alguien que lo saca de ahí para compartirlo en otro grupo privado: 'su grupo privado'.
Conforme salta de grupo privado a grupo privado el compromiso y la fidelidad familiar se van diluyendo hasta perder totalmente el pudor y la intimidad por compartirlo. Al no haber una identidad conocida comprometida es mucho más fácil moverlo sin remordimientos de conciencia. "No le conozco y me puedo reír de él". Sí, pero no deja de ser un niño. Mañana podría ser el tuyo.
La responsabilidad de los padres incluye controlar la exposición futura de sus hijos en las redes. Comparte solo aquel material de ellos que dejarías publicar en el WhatsApp del familiar con el que menor confianza tengas. Lo que para tu grupo cercano solo es una chiquillada para un youtuber del otro lado del mundo puede ser una oportunidad de ganar dinero.
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De la religión se puede salir, de un vídeo viral no
Cuando el niño crezca, cuando decida por sí mismo lo que quiere que la religión haga de él se va a encontrar con una huella indeleble en su infancia que le haga difícil rectificar o autoafirmarse. Un vídeo viral que alguien convirtió en mofa sin su permiso. No es un recuerdo familiar de una fiesta privada es un documento que ha recorrido el mundo para reírse a tu costa de tu ingenuidad.
Cuando el protagonista tenga la edad de decidir si aquel regalo fue adoctrinamiento, cuando tenga la edad de repudiar o abrazar la religión se encontrará con un vídeo contra el que no podrá hacer nada. No es la primera vez ni será la última que un viral ha arruinado, en mayor o menor medida, la vida de su protagonista.
Ningún vídeo viral vale la humillación de un niño.