Si cualquiera de nosotros comiera carne de ballena y foca durante varios meses es probable que empezáramos a sentir los efectos sobre la salud y a desarrollar algún problema cardiovascular. Sin embargo, los habitantes de Groenlandia, los llamados inuits, llevan siglos sobreviviendo a base de una dieta rica en grasas y proteínas y lo hacen gracias a su particular metabolismo.
El omega-3 contrarresta los efectos de la grasa, pero solo en su metabolismo.
Para conocer mejor este fenómeno, el equipo de Matteo Fumagalli ha analizado el ADN de 191 personas inuits con menos del 5% de ascendencia europea y lo ha comparado con los genomas de 60 europeos y 44 chinos. Los resultados, publicados este jueves en la revista Science, identifican una serie de mutaciones interesantes en los genes que regulan la conversión de ácidos grasos omega-6 y omega-3 en grasas menos saturadas y que debieron producirse hace más de 20.000 años, cuando las poblaciones originales cruzaron el estrecho de Bering y se establecieron en lo que hoy es Groenlandia.
Lo que demuestra el trabajo es que los inuits tienen una serie de adaptaciones en sus genes que les permiten contrarrestar los efectos de una dieta rica en grasas de mamíferos marinos como focas y ballenas que a su vez se alimentan de peces con altos niveles de omega-3. Durante mucho tiempo, este hecho ha servido como argumento para defender las virtudes del omega-3, pero ahora los especialistas indican que esto es solo aplicable a la población inuit adaptada a este entorno desde la última edad de Hielo. "Hemos descubierto ahora ellos [los inuits] tienen unas adaptaciones únicas para su dieta, de modo que no puedes extrapolar a otras poblaciones", asegura Rasmus Nielsen, coautor del estudio. "Puede ser muy bueno para los inuits comer todos estos ácidos grasos omega-3, pero no para el resto de nosotros".
"Son adaptaciones que no puedes extrapolar a otras poblaciones".
Estas adaptaciones genéticas, explican los autores, aparecen en casi el 100% de los sujetos inuits de la prueba, mientras que solo se hallaba en un 15% de los genomas europeos y chinos analizados. Entre las diferencias también se han visto cambios que protegen del estrés oxidativo asociado a la toma de grasas, aquellos asociados a la cardiomiopatía, a los niveles de insulina y 'colesterol bueno' y a la diferenciación de las células adiposas y la conocida como 'grasa parda'. Asimismo, estas variaciones tienen un coste asociado con la altura de los individuos, pues el metabolismo de las grasas y el del crecimiento tienen algunas conexiones. Estos cambios concretos del crecimiento se registran también en los europeos de menos talla.
"Creemos que se trata de una adaptación bastante antigua que pudo ayudar a los humanos a adaptarse al ambiente de la última edad de Hielo", asegura Fumagalli, "pero la selección es más fuerte en los inuit que cualquiera de los otros. Es fascinante que los groenlandeses tengan una característica genética única que les permita utilizar mejor sus tradicionales recursos de comida".
“Esta adaptación ayudó a adaptarse a la última edad de Hielo”
Otra implicación interesante del estudio es que constituye otra prueba de cómo las poblaciones humanas están adaptadas genéticamente a sus recursos y se diferencias fisiológicamente en la respuesta a los mismos alimentos. De la misma forma que el conocimiento del genoma individual puede conducir hacia una medicina personalizada, ya son muchos los investigadores que trabajan en el diseño de dietas personalizadas a partir de nuestra carga genética.
Referencia: Greenlandic Inuit show genetic signatures of diet and climate adaptation (Science)