Opinión

Abascal habló de la Universidad

Lo más relevante de la participación de Santiago Abascal en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CIPAC) no es que haya estado y que haya hablado en ese foro. Es que lo ha hecho en español y

  • Universidad de Salamanca -

Lo más relevante de la participación de Santiago Abascal en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CIPAC) no es que haya estado y que haya hablado en ese foro. Es que lo ha hecho en español y ha criticado con contundencia el abismo de sinsentido en el que está cayendo la Universidad. Ese discurso de doce minutos estaba preparado a conciencia. La mención sobre los problemas de la Universidad estaba justo en la mitad del tiempo de su intervención, como si hubiera querido dejar muy claro que, en el centro de sus preocupaciones por la supervivencia de la cultura occidental, la única que pude considerarse verdaderamente civilizatoria, está la institución universitaria.

Desde ámbitos izquierdistas se han lanzado a criticar su discurso. Es una forma de reconocer su relevancia. Lo que dijo: “Las antiguas universidades como la de Salamanca, la de Bolonia o la de Harvard, diseñadas para agrandar la cultura, han sido convertidas hoy en máquinas de censura, de coacción, de adoctrinamiento y de antisemitismo. Queremos universidades que sean templos del saber, de la libertad de pensamiento, de la transmisión de conocimiento y no queremos comisarios perturbados que inventen géneros, que perviertan la inocencia de los menores, que reescriban la historia o que promuevan ideologías criminales.” (Aplausos). “Si ayer las universidades eran un espacio de libertad frente al autoritarismo del poder, hoy por desgracia, son la punta de lanza del totalitarismo que viene. Le han declarado la guerra al sentido común, a la verdad, al lenguaje y a la biología.”

Los rectores de las universidades catalanas apoyan con entusiasmo el desmantelamiento del estado derecho por la vía de la amnistía de golpistas. Los rectores del resto de universidades españolas callan y otorgan como momias en un museo de la colonización catalana

Siempre la Universidad ha sido una cuestión de estado, una institución estratégica para las naciones. Por eso, era el ámbito del combate entre ideas, entre argumentos, entre investigadores, entre pensadores. Siempre ha habido contiendas intelectuales. Antes de la aparición de las ideologías que vinieron tras la Ilustración, las discusiones eran entre concepciones religiosas y entre estas y los descubrimientos científicos. El problema que atenaza hoy a las academias occidentales es que sus dirigentes han adoptado acríticamente postulados ideológicos anticientíficos, creencias infundadas, más bien supersticiones. Es barbarie, pero es barbarie coherente con los procesos postdemocráticos del siglo XXI. Las ideologías han dejado de ser objetos de estudio para que una de ellas, la peor, la de los ODS, se haya incorporado incluso en las guías docentes.

Los rectores de las universidades catalanas apoyan con entusiasmo el desmantelamiento del estado derecho por la vía de la amnistía de golpistas. Los rectores del resto de universidades españolas callan y otorgan como momias en un museo de la colonización catalana. La Universidad, como institución que certifica los conocimientos de quienes pasan por sus aulas, ha sido incapaz de retirarle el título de doctor a Pedro Sánchez. El rector de la de Salamanca concedió el título de doctor Honoris causa a Gustavo Petro. La degradación de los títulos de doctor hace que, en muchos casos, los doctorandos más caraduras envíen tochos infumables en la creencia de que nadie los va a leer, ni el director de la tesis. En las facultades se está empleando un método de desinformación autorreferencial que se presenta bajo el disfraz, aparentemente inocuo, de “resultados académicos”. Se anima a los profesores a que los estudiantes obtengan buenos “resultados académicos”. Eso significa que deben aprobar muchos, aunque no hayan demostrado saber nada de las asignaturas que cursan.

Por eso es importante que un aspirante a presidir el gobierno de España muestre con contundencia su preocupación por la situación de la Universidad. El hecho de que sea el único dirigente español que lo hace en estos momentos de aguda crisis institucional indica la grave y culpable desorientación, cuando no deliberado desprecio, del resto de la clase política que pasta y se corrompe en esta partidocracia. Que haya hablado en español es un gesto de enorme dignidad pues español era el idioma que hablaban los que, llegados desde aquí, pisaron aquel continente a finales del siglo XV. La otra colonización que padecemos, la anglosajona, promovida también por la colonización catalana, debe ser igualmente denunciada y qué mejor que hacerlo en Washington.

Hace poco, pude comprobar con un grupo de alumnos que para ellos había desaparecido el concepto canónico de ternura, esa tendencia humana hacia la compasión que es la clave de bóveda de la civilización humanista

La degradación de la Universidad española es inocultable para todo el mundo. Y a pesar de ello, hay investigadores, profesores y estudiantes que consiguen cumplir honestamente con la misión de aumentar el conocimiento, enseñar y aprender. Cada vez más se trata de excepciones casi milagrosas.

Es extraordinaria la responsabilidad de los dirigentes de departamentos, facultades y rectorados en un fenómeno que es el del deterioro de la salud mental de los jóvenes. Son víctimas de la degradación de las sucesivas fases de la instrucción. Al haber abandonado el sagrado deber de enseñar al que no sabe, hay ya varias cohortes que tienen serios problemas en sus relaciones con la realidad. Ya que el objetivo de los actuales procedimientos de adoctrinamiento es la alienación absoluta del estudiante, nada hay de extraño en el aumento de las afecciones psíquicas. Hace poco, pude comprobar con un grupo de alumnos que para ellos había desaparecido el concepto canónico de ternura, esa tendencia humana hacia la compasión que es la clave de bóveda de la civilización humanista. La mayoría de los estudiantes creían que la ternura es la adorabilidad que gatitos y otras monadas son capaces de despertar en los adolescentes. Literalmente me dijeron que un viejo que está agonizando en la cama de un hospital no les despierta ninguna ternura, “porque no ofrece una imagen positiva”.

En general, hay que desenganchar las aulas universitarias de la función secundaria que le ha adjudicado la cultura transmedia. Habrá muchas resistencias por parte de quienes han medrado precisamente tirando del carro de la degradación -se han esforzado bastante-, pero será imprescindible aplicar los métodos propios de la ciencia: la revisión rigurosa de todos los supuestos teóricos e ideológicos, revisión de las prácticas académicas que nos han traído hasta aquí, revisión de la ejecución presupuestaria de las ayudas a la investigación, revisión de los informes de resultados de las investigaciones financiadas con dinero público. La guerra cultural tiene unas bases materiales. No es sólo lanzamiento de ideas contra los bárbaros.

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