Análisis

Todas las vidas importan

Entre 2000 y 2010 morían al año a manos de la polícia entre 425 y 608 personas. En los tres años siguientes, la incidencia de estas muertes se ha duplicado.

  • Agentes de la policía de Dallas permanecen en guardia este viernes.

Los Estados Unidos están conmocionados por el ataque perpetrado por varias personas contra los policías que custodiaban la manifestación, que debía ser pacífica, del movimiento Black Lives Matter en Dallas. Al menos dos francotiradores, de los cuatro sospechosos identificados, se apostaron en lugares altos de la ciudad, al paso de la manifestación, para disparar contra los agentes. Uno de los sospechosos, cuando negociaba su salida con la Policía, dijo que querían “matar a los blancos”, y especialmente si eran policías.

Después de frotarse los ojos ante esta desgraciada noticia, sólo cabe preguntarse cómo se ha podido llegar a esta situación

Después de frotarse los ojos ante esta desgraciada noticia, sólo cabe preguntarse cómo se ha podido llegar a esta situación. Para entenderlo hay que prestar atención a los excesos de la Policía, por un lado, y a la cuestión racial, por otro. Pero también hay que observar qué ideas han podido llevar a estas personas a planificar un atentado como este.

El país tiene un problema con la violencia en los encuentros con la Policía. Hay varias organizaciones que están intentando hacer un recuento exhaustivo y contrastado de cuántas personas mueren en encontronazos con las fuerzas del orden. Sus datos no coinciden, pero arrojan un resultado parecido. The Guardian, por ejemplo, ha contabilizado hasta el momento la muerte de 566 personas en lo que va de año, mientras que The Washington Post recoge 509 y la web Killed by Police 604. El año pasado y el anterior perdieron la vida más de un millar de personas. Si nos fijamos en una sola fuente, para poder hacer comparaciones entre diferentes años, Fatal encounters muestra que entre 2000 (no tiene registros anteriores) y 2010 morían al año entre 425 y 608 personas. En los tres años siguientes, la incidencia de estas muertes se ha duplicado, y en 2013, 2014 y 2015 supera las 1.200.

El motivo no está claro. No se puede haber duplicado por cuestiones raciales; las empresas demoscópicas no han encontrado un aumento del racismo en los últimos años. Tampoco parece estar en la posesión o el uso de las armas, que evolucionan lentamente año a año, y no de forma brusca. Podría ser que se documenten más casos en los últimos años que en los anteriores, pero la multiplicidad de fuentes, y su coincidencia, parecen descartarlo. En definitiva, por el momento no sabemos qué es lo que está pasando.

Luego está la cuestión racial. Una parte de la opinión pública está convencida de que la policía trata peor a los negros que a los blancos. Es una idea anclada al recuerdo de las discriminaciones que han sufrido los negros hasta hace unas décadas, y al acendrado racismo de una parte, cada vez menor, de la población blanca. Pero no está claro que esa opinión esté anclada en la realidad actual. Según las fuentes, entre el 24% y 30% de las muertes a manos de la Policía son de personas de raza negra, pese a que son sólo el 13% de la población.

Louis Farrakhan, hizo el año pasado un llamamiento a reclutar “10.000 hombres sin miedo” para matar a los blancos

Pero este dato, por sí solo, no explica nada. Por ejemplo, desde 1976 se han ejecutado en los Estados Unidos a 1.436 personas, de las cuales 53 son mujeres. ¿Se debe ello a un odioso prejuicio contra los hombres en las leyes y actitudes de los Estados Unidos? No, se debe a que la inmensa mayoría de los crímenes penados con la muerte son cometidos por hombres, y muy pocos por mujeres. Aquí ocurre lo mismo. Los negros son el 13 por ciento de la población general, pero el 37,7% de la población reclusa, un porcentaje que ya se acerca más a la trágica estadística de encuentros con la policía. También son de raza negra los responsables de la mitad de los asesinatos desde 1976.

Pero claro, una cosa es la realidad y otra, a veces muy distinta, es la ideología que se hace a partir de ella. Black Lives Matter, que se creó hace justo tres años, es una plataforma que llama la atención sobre la muerte de los ciudadanos negros, y sólo de ellos, a manos de la policía. Y que no discrimina las circunstancias en las que se producen los hechos: los negros son siempre víctimas, los policías son siempre culpables. Dentro de la plataforma hay movimientos que tienen muchos años de vida, pacíficos algunos, violentos y radicales otros. Como Nation of Islam, cuyo portavoz, Louis Farrakhan, hizo el año pasado un llamamiento a reclutar “10.000 hombres sin miedo” para matar a los blancos y acabar, así, con “la vida bajo la tiranía”. “Debemos levantarnos y matar a aquéllos que nos matan”, que no es una lista de asesinos condenados, sino aquéllas personas que sean de raza blanca. Estas palabras han resonado en Dallas, cuando uno de los sospechosos, lo recogíamos al principio, se ha justificado diciendo que quería “matar blancos”.

De nuevo, el discurso emotivo tiene que huir de la realidad. Si tenemos que avanzar por las vías del criterio racista, como un tren a punto de descarrirar, digamos que el 90% de los crímenes cometidos por personas de raza negra tienen como víctimas a personas de la misma raza. Este es ya otro debate, pero lo que debería quedar fuera de toda discusión es que todas las vidas importan.

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