La televisión es un medio de comunicación en el que lo barato salta a la vista. Las cámaras pueden maquillar la realidad, pero no hacer milagros, de ahí que baste con comparar cualquier programa de debate de la 'TDT Party' con uno de La Sexta o de Cuatro para cerciorarse de cuál ha sido producido sin estrecheces económicas y cuál ha requerido de una elevada dosis de imaginación y un acto de fe para poder emitirse. De ahí que unas cadenas compitan por el liderazgo de audiencia, con más de 300 millones de euros de presupuesto, y otras se conformen con arañar cada mes unas décimas del share con programas enlatados.
En ocasiones, se produce el milagro y un programa barato -o relativamente barato- rompe los audímetros. Bertín Osborne se sienta en el sofá de su casa, entrevista a un torero, a un futbolista o al presidente del Gobierno y triunfa. Sin más. Así ocurrió a principio de año con En la tuya o en la mía, aunque poco duró la alegría en casa del pobre, puesto que no pasaron muchas semanas antes de que una cadena privada se lo arrebatara a TVE.
Esta historia se ha repetido varias veces desde que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió eliminar la publicidad de la televisión pública. Y el guión siempre es el mismo: TVE estrena un programa que gusta entre la audiencia y, pocas semanas después, bien por la falta de visión de sus directivos o bien por el ansia de ganar más dinero de su productora, aterriza en una cadena privada.
¡Es el dinero, estúpido!
Bertín Osborne regresó a la primera línea mediática en 2015 gracias a que algún directivo de la pública, por alguna razón, pensó que era buena la idea de Proamagna de ponerle a hacer entrevistas o a cocinar mejillones al vapor a personajes famosos. Pero, en esas, llegó Mediaset con un cheque mucho más generoso y cualquier sentimentalismo quedó orillado.
La productora de 'Cuéntame cómo pasó' firmó un precontrato con Atresmedia ante las dudas de RTVE sobre su renovación
El último caso de este tipo que ha afectado a Televisión Española es el de Cuéntame cómo Pasó, una serie que ha mantenido en su parrilla durante 17 temporadas, pero sobre la que sus directivos han sido especialmente cautelosos a la hora de tramitar su renovación, toda vez que la investigación sobre el presunto fraude fiscal de sus protagonistas está en curso y, en primavera, cuando tocaba realizar este trámite anual, las elecciones generales se vislumbraban, amenazantes, en el horizonte. Por estas razones, encargaron una auditoría para descartar que los contratos que ha rubricado RTVE durante años con su productora, el Grupo Ganga, incluyeran ninguna irregularidad.
Mientras los inspectores de la corporación escudriñaban estos documentos, los responsables de Ganga tantearon a las cadenas privadas, en busca de un acuerdo que les permitiera salvar una serie por la que ingresaban más de medio millón de euros por capítulo. Atresmedia mostró su interés y el acuerdo entre ambas partes no tardó en llegar.
El Consejo de Administración de la corporación se reunirá antes del final de julio para decidir si iguala la oferta presentada por la compañía de Planeta o si desiste de su empeño. Pero fuentes del órgano de gobierno de RTVE detallan que, aunque la pública quiera retener la serie, la tarea no será sencilla, puesto que el preacuerdo puede incluir condiciones difíciles de asumir. "Y pueden ser económicas, pero también de forma", precisan.
La cúpula de RTVE argumentó que uno de los motivos de la cancelación de la serie 'El Caso' es que su nueva temporada iba a estar ambientada en la época franquista, que considera que está muy trillada
Si los Alcántara emigraran hacia Antena 3, se podría decir que el prime-time de La 1 sufriría un nuevo golpe que se uniría al que recibió hace unos meses con la fuga de Bertín. Si a esto se une el que pende una gran incógnita sobre el futuro de Águila Roja, una serie que ha dado claros síntomas de agotamiento; y que TVE ha cancelado El Caso, entre otras razones, porque la cúpula consideraba que la época franquista en la que se iba a contextualizar la siguiente temporada está muy trillada -según contó Bluper-, se puede decir que la televisión pública tiene un problema grande para ser competitiva durante la próxima temporada.
Las productoras van a lo suyo
La facción del Consejo de Administración más crítica con su presidente, José Antonio Sánchez, le culpa de haber renunciado a producir programas dentro de los estudios de TVE -de los pocos que no están afectados por el amianto o han sido derribados o vendidos- para, en su lugar, contratar a productoras audiovisuales que han cobrado facturas por un importe de varios millones de euros durante su gestión, pese a que no han garantizado el éxito. Estas empresas, como es lógico, cuando reciben una oferta más alta que la que les plantea RTVE cambian de cadena.
Está claro que TVE no tiene ni los medios ni la necesidad de asumir el 100% de la producción de una serie de televisión de primer nivel. Lo lógico, en ese caso, es comprársela "llave en mano" a una productora. Sin embargo, entre los consejeros más críticos se preguntan, por ejemplo, por qué no asumió la realización del programa de Bertín Osborne. En ese caso, hubiera sido más sencillo evitar su marcha.
Montoro sobre las televisiones privadas: "Ahí las tienen, tan encantadas y tan objetivas siempre, a costa del ente público"
La realidad que subyace detrás de estos hechos es que, desde que Rodríguez Zapatero suprimió la publicidad de TVE, la pública es menos competitiva que las cadenas privadas y éstas, a su vez, un poco más fuertes gracias a los ingresos extra que absorbieron.
Con un tono más contundente lo expresó Cristóbal Montoro en el Parlamento a finales de 2014: “Ese es el papel que estamos haciendo desde comienzos de la legislatura, en contra de sus pronósticos y en contra de la ruina en que sumieron al organismo público (RTVE), quitándole la publicidad para dársela a las televisiones amigas, y ahí las tienen, tan encantadas y tan objetivas siempre, a costa del ente público”.
El pasado junio, La 1 cerró con una cuota de pantalla del 9,5% que fue tan sólo 0,6 décimas superior a su mínimo histórico, que registró en el verano de 2014. Con un presupuesto limitado por la crisis económica española, con unas productoras audiovisuales que, lógicamente, quieren vender sus mejores productos a las cadenas con más audiencia, y con una parrilla de la que han ido desapareciendo progresivamente reclamos como los derechos de los deportes de motor o de la Champions League, las expectativas de que esta situación se revierta no son excesivas. De hecho, más bien son pocas.