Al Rivera más sentenciador, al “inquisitorial”, que le llama el líder del PP, se les escuchó ayer en la casa del Grupo Zeta un “sí” tajante que traerá cola. Mucha cola. “¿Descarta abstenerse en la investidura del señor Rajoy?”, le había preguntado directamente el moderador del desayuno, el director de El Periódico de Catalunya, Enric Hernàndez. El presidente de Ciudadanos acompañó su respuesta afirmativa con otras dos aseveraciones tan cristalinas como arriesgadas: “No lo puedo decir más claro”. “No queremos que Rajoy siga gobernando”. “Si el PP quiere hablar con Ciudadanos tiene que aceptar cambios y uno de ellos es que el presidente no esté bajo la sospecha de Bárcenas, Gürtel o con la sede embargada”, apostilló.
Fue la tercera ocasión tras el debate electoral del lunes (10.496.000 espectadores y 57% de share) en que volvió a negar a Rajoy. Pero esta vez, lo hizo de manera definitiva. El lunes apostó por un cambio de rumbo en el gobierno del país, pero dijo que “aquí no hay vetos” cuando se le planteó la continuidad de Rajoy. Sin embargo, el martes ya confesó en El Hormiguero que "no pactaría un acuerdo de coalición con Rajoy como líder" y el miércoles fue todavía más allá en los pomposos salones del Ritz delante una complaciente Cifuentes: “Sin regeneración siempre se cuestionará la autoridad moral del presidente, siempre te dirán que hay que corrupción, siempre te recordarán que no cumpliste. ¿Alguien cree que yo voy a estar en un Gobierno dando ruedas de prensa en las que tenga que defender a Bárcenas o Barberá?”, se preguntó.
Los 'pajaritos', esos informadores que sirven al eunuco Varys en Juego de Tronos, ya le han debido trasladar a Rivera que algo se está moviendo en el castillo de Génova y en la ciudadela de Moncloa
El jueves llegó la tercera negación antes del segundo canto del gallo, la que incluye también, aquí el bombazo, la abstención de la formación naranja si Mariano intenta la investidura. ¿Se ha precipitado Rivera con este anuncio? ¿Todo vale con tal de retener el voto de centro-derecha descontento con la figura del presidente? ¿Tanto asusta esta fuga? ¿Acaso su principal objetivo no era cazar votos entre 600.000 indecisos de centro-izquierda? Todas estas cuestiones se responden fácil: si Rivera se ha atrevido dar semejante paso, determinante, si ha osado de esta manera concluyente a marcar a Rajoy el camino de Pontevedra o Santa Pola, gane éste o pierda, convenza o defraude, ha sido porque los pajaritos, esos informadores o espías que sirven al eunuco Varys por los Siete Reinos de Juego de Tronos, ya han debido trasladar al candidato naranja que algo se está moviendo en el castillo de Génova y en la ciudadela de Moncloa. Los Margallo, Casado, Santamaría o Cifuentes son nombres que no generan repulsa en el círculo de Rivera. De lo contrario, de no estar al tanto de lo que se cuece en los fogones de sendas fortalezas, no se entiende que el líder centrista haya dado jaque a Rajoy sin conocer el veredicto de las urnas.
El episodio de este jueves marca un antes y un después en plena antesala del 26J. Al igual que lo marcó aquel vertiginoso cambio de estrategia de Ciudadanos el pasado 18 de diciembre, a sólo dos días de las anteriores generales, cuando Rivera, en el mismo foro y ante el mismo moderador (¿causalidad?), abrazó la abstención –la que ahora desecha– en el supuesto de que Rajoy o Sánchez resultaran ser los más votados. Durante las semanas previas, había rechazado cualquier apoyo a estos candidatos, tesis que no le funcionó. La citada pirueta en el descuento le sirvió para maquillar su marcador el 20-D.
Aquel 18 de diciembre, 48 horas de abrirse las urnas, Rivera sostenía que "la lista más votada tiene que intentar formar gobierno". Medio año después, ha retirado tal potestad moral a la lista de Rajoy
Aquel 18 de diciembre, a 48 horas de abrirse las urnas, Rivera sostenía que "la lista más votada tiene que intentar formar gobierno". Medio año después, ha retirado tal potestad moral a la lista que encabeza Rajoy. Éste es el Rubicone que ha atravesado el líder naranja, y las consecuencias pueden ser nefastas para sus intereses si luego se ve forzado a regresar sobre sus pasos. Es decir, a enmendar su posición, ya sea a última hora de esta campaña, como hizo el 18D, o en las posteriores negociaciones para la formación de gobierno. De hecho, así actuó al acabar pactando con Pedro Sánchez (aunque alega que fue tras el 'no' de Rajoy al Rey y con la intención de poner a España en marcha). Precisamente, este miércoles no descartó reeditar el pacto de El Abrazo con los socialistas. Pero, insistamos, si ahora Rivera ha soltado amarras y ha desplegado velas es porque debe manejar información meteorológica favorable y muy fiable.
La vez anterior que compareció ante el director de El Periódico, Rivera dejó la puerta abierta a la abstención (para que gobernara PP o PSOE) con una doble motivación: evitar un bloqueo institucional ("Me parece correcto dejar empezar la legislatura") e impedir un Gobierno con presencia de Podemos ("No voy a apoyar a Podemos, Bildu y Compromís con el PSOE y a quienes además no ganen las elecciones"). Ahora, y así lo dicen todas las encuestas, las posibilidades de que haya un Ejecutivo con Errejones y Bescansas, son mayores que en diciembre. ¿Volverá a descartar Rivera la abstención en una investidura de Rajoy, si de esta manera entrega el Gobierno a PSOE-Podemos? Los pajaritos ya le han tenido que deslizar el futuro inmediato de Rajoy, seguro.
Como la frase que Suetonio atribuye a Julio César en su arenga a las tropas tras cruzar el río Rubicón, límite con la Galia Cisalpina, en el cuartel general de Ciudadanos retumba ahora mismo aquello de Alea iacta est (La suerte está echada). El desafío es histórico.