Análisis

Mariano sigue creyendo en los milagros

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

Mariano, nuestro carismático presidente del Gobierno, acudió ayer a sitio tan elegante como el Casino de Madrid para disertar ante una audiencia apretada congregada por el grupo Vocento, cuyo mascarón de proa, el diario Abc, le había puesto el domingo de chupa de dómine a cuenta de los nuevos canales de TDT que el Ejecutivo ha vuelto a regalar a sus más queridos enemigos, Atresmedia y Mediaset, ya saben, la Sexta y la Cuatro, leña al mono que es de goma, amén del amigo de toda la vida de la derechona, el sin par Florentino, especialista en concejales de urbanismo, y casi al mismo tiempo su copain Rodrigo Rato abandonaba los juzgados de Plaza de Castilla donde acababa de prestar declaración, feliz cual perdiz porque cuando llegó no estaba muy claro que no fuera a acabar la noche caminito de Jerez, no obstante lo cual el juez le retiró el pasaporte y le conminó a acudir al juzgado una vez al mes. Mariano arengaba a la nación y Rato evitaba Soto del Real. Dos flashes para resumir el estado de la nación. Las dos figuras más relevantes del PP –excepción hecha de ese tercero en discordia que hace negocios en Faes y predica en el desierto- unidas por el cordón umbilical de la corrupción que ha conducido al régimen del 78 hasta el sumidero del escarnio en el que hoy agoniza.

A poco más de dos meses de las generales, el ambiente entre buena parte de los votantes del PP es de funeral. ¿Es correcto hablar de descomposición? Tal vez el término suene fuerte, pero esa es la sensación que transmite un partido y un Gobierno por cuyas costuras supura la herida abierta de un problema ideológico, otro ético y un tercero estético. El PP parece haber perdido esa cierta alma reformista y liberal que, con todos los matices, tuvo en los primeros años de Aznar, para quedarse en una especie de retrato en sepia de lo que fue la Alianza Popular de Manuel Fraga. Lo del “capitalismo con alma” no pasa de ser una versión revisitada del viejo “capitalismo compasivo” de los partidos conservadores que en el mundo han sido. El abandono del reformismo abre a Ciudadanos de par en par la posibilidad de reemplazo de un partido que, abandonando la centralidad y renunciando a modernizarse, parece empeñado en querer representar a una España cada vez más minoritaria y más escorada hacia la derecha. Sobre la ética, poco que añadir, salvo los nombres de los escándalos que están en la mente de todos. Y de la estética ya se encargan ellos, sacando a relucir en la tele, a estas alturas de la película, este mismo domingo, a primeros espadas de la talla de Javier Arenas, el gran amigo de Luis resiste Bárcenas.

"Mariano ha visto tantas cosas en 40 años de política, que ya nada le asombra", dice un colaborador

Pero Mariano, asómbrense, anda crecido. Lo dicen todos los que en los últimos días han hablado con el personaje. Después de la entrevista con Alsina, que le pilló bajo de defensas, torpón, Mariano sale ahora de casa con la lección aprendida, como revolucionado, como subido de tono. Tal vez le ocurra lo que a aquel gallego de “Lujo” a quien la mujer metió “droja” en el Cola-Cao. ¿Qué le pone Viri a Mariano en el desayuno? Se le vio crecido ante la guapa Lomana en Antena3, y así lució ayer en el Casino de la calle de Alcalá, con Vocento a sus pies después de los palos del domingo, “es que nuestro lector no entiende que después de llevar tres años haciendo de alfombrilla, de repente el Abc se pase a Ciudadanos, un poco de coherencia, leche…”. Y ahora donde están enfadados es en Moncloa: “Pero, ¿de qué se quejan? ¿Por qué protestan? Ellos sabían que no iban a recibir una concesión, porque quien hubiera explotado esa tele es Paramount, no ellos”. Entre la comedia y la farsa, lo del PP con los medios de comunicación no tiene arreglo. “Lo que ha ocurrido esta legislatura es que los capos de los grandes grupos, todos, tenían pasta en el extranjero y les hemos pillado, eso es lo que ha pasado. Por eso están cabreados…”.

Rato era la aristocracia del partido

Si ayer lo estaban los de Vocento, lo disimularon muy bien. Don Mariano hizo un amago de contrición por el pecado que acorrala a su partido. “Sí, puede que la corrupción haya sido lo que más daño electoral ha provocado al PP, mucho más que la gestión de la crisis económica”, vino a decir. Incluso llegó a insinuar falta de reflejos a la hora de atajar el problema: “Hemos sido timoratos, y desde luego, podíamos haber sido más rápidos y diligentes”. A buenas horas, mangas verdes. Ver a un Rato Figaredo entrar y salir de los juzgados de la Plaza de Castilla, y asistir al obsceno descubrimiento de empresas, negocios y testaferros del antaño altivo responsable del llamado “milagro económico” del Gobierno Aznar, es un obús en plena línea de flotación, una enmienda a la totalidad, una realidad que contamina al PP y frena en seco la sola tentativa de levantar el vuelo camino de las generales. Rato es el PP, es la aristocracia del partido, el tipo ante el que doblaba el espinazo el capital y la gran empresa, el hombre por encima de toda sospecha, la soberbia del rico de provincias que había hecho fortuna en la capital y se creía investido de una dignidad de más quilates que el resto de los mortales. Un asunto que enloda la Transición entera.

Montoro, que ha hablado estos días con el jefe que parte el bacalao y anda de nuevo con el pulso alto, dice que hay que darle la vuelta al discurso y no amilanarse. No acollonarse. “Todo lo que está saliendo son cosas y casos de la época de Aznar y nosotros lo que estamos haciendo es darlo aire, no interfiriendo la labor de la Justicia. ¿Se imagina alguien lo que hubiera hecho el PSOE de haberle salido un caso como el de Rato estando en el Gobierno?”, vino a decir don Cristóbal. La arenga no convence a una militancia emocionalmente masacrada por los escándalos: “En el PP todo el que tiene posibles está hoy en la conspiración. Todos pensando en el 21-D, nadie en el 20-D, todos pendientes de qué hay de lo mío, qué va a ser de mí si no entro en las listas en un buen puesto con posibilidades de salir elegido”. Y mientras el pánico recorre las agrupaciones, Mariano sigue en Moncloa viéndolas venir y dejándolas pasar, asombrado por la inminencia del tsunami que se le viene encina y le impide tomar decisiones drásticas, estatua de sal, monumento en piedra al no corráis que es peor.    

Rajoy está convencido de que ganará las próximas generales y seguirá en Moncloa

Pues, con todo y con eso, dicen que Mariano está como una moto. Que no está deprimido, en absoluto, al revés, que está muy crecido. Lo de Portugal le ha dado un subidón. “Es que Mariano ha visto tantas cosas en 40 años de política, ha esquivado tantas intrigas, participado en tantos asesinatos, presenciado tantos cambios de chaqueta, que ya nada le asombra”, asegura un colaborador cercano. “El otro día, en Santander, con el alcalde de la ciudad, un tipo a seguir, su hijo, que se ha aficionado mucho a la vela, le decía contrariado:

-Papá, es que con el viento en contra no se puede navegar…

-¡A mí me lo vas a contar…! –replicaba Mariano padre, entre la carcajada general.

Rodeado de sus Michavilas, con Arriola en horas bajas, Mariano está convencido de que gana las próximas generales y, naturalmente, de que sigue cuatro años más en Moncloa, no se sabe gracias a quién, con la ayuda de quién. Es verdad, Mariano ha sobrevivido a tantas batallas en la guerra sin prisioneros de la política, que tal vez solo le falte asistir a un milagro. Porque eso es lo que va a necesitar, un milagro.

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