Análisis

Elecciones en Reino Unido: cuando los votantes mandan y los políticos dimiten

  

Uno, dos, tres. One, two, three. 3. Dimisiones. Antes de comer y antes de haberse terminado siquiera el recuento de votos en todas las circunscripciones. Cameron consigue la reválida y con amplia mayoría, y los uno, dos, tres líderes de los principales partidos de la oposición -Miliband (laborista), Clegg (liberal demócrata) y el famoso Farage (UKIP) ya han dimitido. Cameron ha tenido su audiencia con la reina y ya está de vuelta en Downing Street como Primer Ministro. Sin grandes historias, sin luchas internas interminables y sin complots mezquinos para apuñalar al contrincante y mantenerse en la poltrona un buen rato más tras perder y fracasar el proyecto que cada uno proponía. Regeneración.

A los políticos españoles se les llena la boca con la palabra pero luego les cuesta horrores llevarla a la vida real, salvo excepciones más o menos honradas como la marcha de Rubalcaba al día siguiente de las europeas el año pasado. Luego resultó que hasta eso tuvo gato encerrado porque no se iría hasta julio para asegurar el tema de la abdicación frente a la amenaza de Madina. Lo curioso es que poder, podrían, si quisieran, y del todo. Entre los artículos de la Constitución encontramos que desde el primer día está el artículo 167 que prevé -si sus señorías así lo quisieran. "la revisión total" de la Carta Magna "y la disolución de las Cortes". En teoría.

Ahora UKIP tiene el mismo problema que Izquierda Unida: relativamente muchos votos pero casi ningún escaño

Tras años intentando explicar las diferencias entre un país y otro, a mi parecer el quid de la cuestión radica en sólo dos aspectos: la inmediatez de la relación entre políticos y votantes y el sistema que se usa en cada país para repartir los escaños: en España la famosa Ley d'Hondt con listas cerradas y en Reino Unido el First Past The Post («el primero en llegar») con circunscripciones uninominales. No hay listas, ni cerradas ni abiertas. A nivel de resultados, ambos sistemas son más o menos criticables si nos ponemos, y ambos, como hemos visto, producen distorsiones entre el voto real y la cantidad de escaños que recibe cada partido. Ahora UKIP tiene el mismo problema que Izquierda Unida: relativamente muchos votos pero casi ningún escaño. En el caso de UKIP, un 12,6% del voto, el respaldo de 3,8 millones de británicos, pero un solo escaño en Westminster.

Pero a nivel de regeneración y de exigencia de responsabilidades políticas -que no jurídicas- son mundos aparte. Aquí las listas cerradas hacen que toda la lealtad de un diputado o senador fluya hacia arriba en cada nivel, hacia el presidente del partido a nivel autonómico o nacional. Deben su existencia en esas listas, y su posición dentro de ellas, al jefe y no al votante, y de ahí tantas comparaciones con los partidos de fútbol y los banquillos en el gran clásico político. Si existe alguna manzana podrida, o varias decenas de ellas como parece ser el caso ahora en el Partido Popular, es imposible quitarla porque el sistema no ofrece esa opción. Hay que seguir votando al equipo, cuyos jugadores los votantes no eligen, hasta que la situación sea tan tremenda que uno no aguante más, se vote al otro partido en masa y haya un cambio de banda radical.

En el sistema británico, cada diputado debe revalidar su escaño cada cuatro o cinco años ante los electores

No así en el sistema británico dónde cada diputado, por muy alto que haya llegado o por mucho que pese dentro de un partido, debe revalidar su escaño cada cuatro o ahora cinco años ante los electores en su circunscripción. Desde el candidato más joven y novato hasta el mismo Primer Ministro y todos los dirigentes veteranos. Y a mayoría simple: quién gane más votos, va a la Cámara de los Comunes. El resto, a sus casas. Se escenifica con el gran anuncio del resultado en cada escaño tras el recuento, con todos los candidatos presentes en la tarima. De ahí que cada vez que hay elecciones generales en Reino Unido, varios pesos pesados pierden su escaño y quedan automáticamente fuera de juego. Lo vimos anoche con una larga lista de liberal demócratas de renombre en la calle, los portavoces laboristas de Economía y de Asuntos Exteriores también, e incluso uno de los tránsfugos conservadores a UKIP, tan convencido él de que revalidaría con Farage sin problema alguno.

Allí mandan los votantes y aquí mandan los partidos. Allí es posible deshacerse de las manzanas podridas sueltas cada cuatro o cinco años sin grandes distorsiones ni largas cazas mediática-jurídicas, y aquí no lo es. Allí no hace falta que llegue la honradez o la mendacidad de sus señorías al Tribunal Supremo, aforamientos e imputaciones mediante. Si hay dudas, se exigen responsabilidades políticas y se pagan. Allí existe la regeneración como parte inherente del sistema, aquí se menciona de boquilla de vez en cuando, si algún periodista logra hacer una pregunta fuera de tono en una rueda de prensa en la que en teoría se le había prohibido hacer preguntas. Hasta ese desprecio mediático, que en realidad es un desprecio no hacia el periodista sino hacia los ciudadanos, está relacionado con las listas cerradas, pero ese tema lo dejamos para otro día.

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