Opinión

Antes de que me detengan

Ya sabíamos que nuestra democracia es el espectáculo más caro del mundo, pero Sánchez ha conseguido convertirla en un reality sobre Su Persona en el que los españoles sólo somos meros espectadores; y

  • Begoña Gómez. -

Ya sabíamos que nuestra democracia es el espectáculo más caro del mundo, pero Sánchez ha conseguido convertirla en un reality sobre Su Persona en el que los españoles sólo somos meros espectadores; y nuestros problemas, asuntos que no le importan a nadie. Me da igual que su hijo no pueda acceder a una vivienda: si no va a venir a Ferraz a corear a Raffaela Carrà y Quevedo, apártese y no moleste, señora. En la cabeza de Sánchez, echar el freno de mano y hacer derrapar a toda España debió de sonar genial; probablemente esperaba que, huérfano de su amor, el pueblo se echaría a la calle gritando “¡Pedro, quédate!”. Sin embargo, menos del 10% de la militancia acudió a rendirle pleitesía, ¡maldita lluvia! Quién iba a decirle al presidente interruptusque él sería el peor parado de esta charlotada. Su deriva autoritaria da miedo, sí, pero no podemos dejar de partirnos la caja a su costa; es como aquel chiste de Gila: “Me habéis dejado sin hijo, pero me he reído”.

Los ministros del 1 de Mayo

Por mucho que ahora intente convencernos de que el principal problema de España son la desinformación —y los bulos—, seguimos sin entender que no haya acudido a los tribunales para defender el honor de su dama. Ábalos, presunto diputado del grupo mixto, lo justificaba el otro día en el programa de Risto Mejide quejándose de que la Justicia es muy lenta. No sé si el exministro fue el primero en decirlo, pero ahora lo repiten muchos socialistas y se quedan más anchos que largos; como si el PSOE no llevara 6 años gobernando y no estuviera en su mano proveer a la Justicia de los recursos que tanto necesita. Me suena igual que cuando Óscar Puente dice que nos acostumbremos a las averías ferroviarias; ellos no parecen comprender que pagamos impuestos para que solucionen los problemas, y nosotros no acabamos de asimilar que a ellos siempre les parezca que pagamos poco. En cualquier caso, si algo caracteriza a la banda de Sánchez es su capacidad para ser gobierno y oposición al mismo tiempo; valgan de ejemplo esos ministros que se manifestaron con los sindicatos el Día del Trabajo.

Además, nadie puede creerse que, si Sánchez pone una querella, la Justicia vaya a ser con él tan lenta como con Juanito Español: ¿De quién depende la fiscalía? Pues eso. Máxime, cuando parece que piensa utilizar la abogacía del Estado para defender a su mujer. Pero pongamos por caso que el objetivo del presidente sea la “regeneración democrática”: tiene el púlpito del Congreso para proponer sus ideas, ¿por qué no ha seguido los cauces normales? ¿Qué necesidad había de recurrir al teatro del absurdo? La de —como siempre— desviar la atención; en este caso, de los negocios de Bego Fundraiser, la bachillera que vende humo y dirige cátedras. Esa, y no otra, es la razón que España haya estado cinco días en los titulares de medio mundo.

Antes de que su marido fuera candidato, Gómez reclutaba captadores callejeros para oenegés y, después, nos la presentaron como conseguidora de fondos para el tercer sector, esa lacra que asola Europa

En 2015, cuando todavía no sabíamos que Sánchez aprieta las mandíbulas si le llevan la contraria, Begoña tuvo un detalle con el Pequeño Errejón que, con el tiempo, ha confirmado lo que sospeché entonces. Tras un debate televisado entre candidatos, el entonces podemita Íñigo estaba siendo entrevistado mientras, a su espalda y como quien no quiere la cosa, Begoña fingía que charlaba con una colaboradora del PSOE para irse metiendo en plano. Y en cuanto supo que estaba enfocada, miró a cámara y nos mostró su pulgar hacia arriba como un emperador romano. Algunos calificaron aquella actuación de espontánea y divertida; yo vi la típica falta de respeto de quien no sabe guardar las formas, esa tontería que separa a la civilización de la barbarie.

Antes de que su marido fuera candidato, Gómez reclutaba captadores callejeros para oenegés y, después, nos la presentaron como conseguidora de fondos para el tercer sector —esa lacra que asola Europa—. Lo sorprendente, al menos para mí, es que entonces los medios se limitaran a vendérnosla como una gran profesional. Pero lo que todavía me resulta más difícil de comprender es por qué la oposición no ha estado machacando con esto desde el minuto uno. ¿Puede la esposa de un presidente, que es quien decide dónde va nuestro dinero, dedicarse a conseguir ese mismo dinero para sus clientes? Yo diría que no, pero si Begoña ha delinquido o no tendrán que decidirlo los jueces—que os veo venir, periodistas abajofirmantes—; eso si Sánchez lo permite, claro.

Nostálgicos y jubilados

Y aunque la finalidad de esta performance es meternos miedo como Stalin a Shostakovich —que cada noche se sentaba a esperar que fueran a detenerle—, la verdad es que no creo a Sánchez ni cuando nos amenaza. Y no porque piense que a él no le gustaría erradicar toda disidencia —y a sus socios de Gobierno, no digamos—. Pero cuando a tu grito de guerra sólo acude gente que cree en la resurrección de Franco y jubilados que se apuntan a cualquier excursión, muestras tu debilidad. Y frente a ella, sólo queda seguir escribiendo libremente y reírnos, reírnos mucho.

Ya habrá tiempo de llorar cuando nos detengan.

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