Opinión

Araceli, ¿por qué nombraste a Dios?

Araceli, seguramente usted no lo sepa, pero lo suyo no es casual. Fue seleccionada para recibir la primera vacuna en España contra la covid por su edad -96 años-, por

  • Araceli, la mujer de 96 años residente en el centro de mayores Los Olmos de Guadalajara que recibió la primera dosis de la vacuna en España.

Araceli, seguramente usted no lo sepa, pero lo suyo no es casual. Fue seleccionada para recibir la primera vacuna en España contra la covid por su edad -96 años-, por su apariencia de abuela incorrupta e incorruptible; y por residir en Guadalajara, donde gobierna el PSOE. Usted era el modelo, la mujer que estaba llamada a ser protagonista en todo el país durante todo un domingo y lo estropeó. Porque, Araceli, usted dijo un "gracias a Dios" cuando le informaron de que era la primera persona en recibir ese cóctel genético en la piel de toro. Y usted no debió nombrar al Altísimo ni recurrir a una expresión popular, sino agradecer a la ciencia el trabajo realizado.

Para la próxima vez, no olvide hacerlo, pues de lo contrario volverá a recibir la reprimenda de la izquierda censora. La cientifista, la que reniega de la importancia de la moral y la cultura en el progreso. Y, claro, la que ahora le señala a usted, pero antes lo hacía con los vecinos que no secundaban el "aplauso a los sanitarios" de las 20.00 horas. Es la que reflexiona cada día sobre los tópicos de El Roto con el poco sentido del ridículo de quién considera sublime lo obvio y se vanagloria de su mediocridad. Pero da igual, Araceli, la superioridad moral es suya.

Araceli, usted fue propaganda sin saberlo. Es la mujer que marcará el fin de la campaña mediática de terror navideño para iniciar la de vacunación, que traerá recuperación y normalidad, existan o no razones fundadas para ello. Es una anécdota elevada a acontecimiento dentro de este estúpido carrusel de noticias sobre la pandemia, que son triunfalistas o fatalistas, sin término medio. Araceli, imagine que la campaña publicitaria que se organizó a su alrededor no hubiera sido tan potente y alguien hubiera preguntado a los políticos y a los medios, al ir a visitarla a su residencia: ¿ahora venís? ¿Ahora?

La incertidumbre se mantiene

Señora mía, es posible que las vacunas sean efectivas y en los próximos meses nos libremos de este problema de salud, que ha generado maremotos económicos y sociales en todo el planeta. Pero existe la posibilidad de que no sean tan eficientes a medio/largo plazo como es deseable, pues su desarrollo ha sido tan rápido que es difícil adivinar cuánto tiempo dura la inmunidad que proporcionan. Ni que decir tiene que el virus puede mutar y eso podría complicar la situación. Quizás nos estemos acercando al colapso de la civilización y pequemos de la habitual inconsciencia que antecede a las grandes etapas de oscuridad y sufrimiento.

Los cristianos tuvieron el enorme fallo de marginar a Demócrito en favor de Platón y Aristóteles, lo que nos privó de su visión del hombre como especie, algo que le ayudaba a relativizar todo lo que le acontecía. Puede que el dolor de muelas que le acompaña a usted desde hace dos semanas haya convertido su vida en un infierno, pero a los demás nos importa un carajo y, para el planeta, no es más relevante que el fallecimiento de un pobre mono que, al pelar un plátano, se haya caído del árbol.

La vacunación de Araceli no tendría más relevancia que la de un condenado por asesinato o la del mecánico timador de su barrio, pues en todos los casos tendrá el mismo peso en la lucha conta la pandemia. Pero en este mundo siempre hay quien intenta convertir su dolor de muelas en el centro del debate o, al contrario, en enmascararlo para evitar ofrecer señales de debilidad.

Moncloa quiso vender la primera vacunación como un hito porque así le convenía, pero en realidad, no es un hecho relevante. O, al menos, Araceli no lo es. Como tampoco lo es que la mujer diera gracias a Dios en lugar de a Pfizer tras recibir la inyección, pues, a fin de cuentas, si seguimos la filosofía de Demócrito, la Tierra seguirá rotando alrededor del Sol una vez se extinga el hombre y terminen para siempre los debates humanos sobre la ciencia y la religión; o el FC Barcelona y el Real Madrid

El problema de recurrir a Araceli o a sus palabras es que el ruido que se genera alrededor de ellas desvía la atención sobre lo verdaderamente importante, y es si estamos realmente preparados para contener esta amenaza vírica

El problema de recurrir a Araceli o a sus palabras es que el ruido que se genera alrededor de ellas desvía la atención sobre lo verdaderamente importante, y es si estamos realmente preparados para contener esta amenaza vírica. Desde luego, las vacunas serán una buena herramienta, pero quizás no la definitiva. Por tanto, quienes contagian un optimismo desmedido o hablan de remedios definitivos mienten. Y lo hacen por su propio interés ante la complacencia de los mismos que cada mañana observan las viñetas de El Roto con la esperanza de encontrar argumentos de gran nivel intelectual, y así lo creen cuando las memorizan.

Hemos conseguido vacunas en un tiempo récord que parecen muy efectivas, pero a nivel especie y civilización todavía estamos amenazados por un patógeno que se expande de manera incontrolada y que ya ha causado unos cuantos millones de muertos. Desde un punto de vista planetario, somos un mamífero en el que un virus ha encontrado un buen ecosistema para sobrevivir. Y en el resto de la galaxia ni nos conocen. Imaginen la importancia real de Araceli para solucionar los problemas importantes. Por eso resulta tan ridícula la propaganda cuando se analiza desde fuera. Y por eso personajes como Iván Redondo sólo sirven para ensalzar naderías. Nadie los recordará por sus buenas obras, sino por sus daños.

Piénsenlo, es ridículo. Una señora que vive en una residencia -convertidos en centros de dolor y negligencia gubernamental estos meses- filmada por varias cámaras un domingo por la mañana por ponerse una vacuna. Y criticada por decenas de tontos perdidos en las redes sociales por acordarse de Dios en el momento. Demócrito luciría una sonrisa al analizar con sorna la escena, que es costumbrista y decadente. Pero, vista así, uno no puede evitar sentir cierta vergüenza ajena por el espectáculo, que incluye algunos de los peores ingredientes del cóctel político de estos días.

¿Quién hallará una vacuna contra eso?

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