Nunca he leído un libro de la escritora de éxito Almudena Grandes. No ha sido por sectarismo. He de confesar que leo poco, y que más bien releo lo que por primera vez me produjo satisfacción: por ejemplo, los dietarios y las múltiples reflexiones inclasificables de Josep Pla, el mejor escritor catalán de todos los tiempos, que fue a lo largo de su vida un gran crítico del socialismo porque, a su juicio, conducía a una existencia de vuelo gallináceo. Pero tengo amigos conservadores que devoran las novelas de la señora Grandes con enorme satisfacción. ¡Qué tendrá que ver una cosa con la otra!
Soy en cambio un lector asiduo y apasionado de las columnas que escribe todos los lunes en el diario El País. Constituyen para mí una fuente inagotable de inspiración. Aunque para ser exactos, Grandes no escribe una columna en El País sino que la vomita. Suelta en el diario que más se sigue de España por el momento su deposición semanal. Vierte en muy pocas líneas con una intensidad difícil de igualar el odio que alberga en su alma contra la derecha de la nación. No ya contra Vox, que cabría ser esperable, sino también contra el PP, que le parece igualmente un partido ultra y pérfido.
Para la señora Grandes, una vez finalizada la dictadura sin que ni ella, ni su marido -hoy prócer del Instituto Cervantes por la venia del psicópata Sánchez- ni ninguno de los famosos que han pastado siempre en el pesebre socialista tuvieran los redaños necesarios para derrotarla -pues Franco falleció anciano de muerte natural en el hospital de La Paz- la izquierda debería ocupar el poder sistemáticamente. Hasta el final de los tiempos. Para toda esta grey, mucha de ella regada de subvenciones, que vive del adocenamiento educativo decretado unilateralmente por el socialismo, la propia existencia de la derecha es una anomalía histórica y moral que hay que combatir a cualquier precio.
Los 'abajo firmantes de la ceja'
Y a ello se han puesto una vez que ha remitido la pandemia firmando un manifiesto que suscribe el grupo refundado del ‘clan de la ceja’ que aupó en hombros al expresidente Zapatero, el mandarín del que procede la división social que aqueja al país tras su decisión de impulsar el revisionismo partidista de la historia, instaurar una ley de educación sectaria y enemiga de la excelencia y pactar con todos los enemigos de la nación “discutida y discutible” dando paso al periodo de discordia civil que ha multiplicado hasta la extenuación su hijo putativo Pedro Sánchez.
Entre los firmantes están el inefable Pedro Almodóvar, la pareja ‘de moda’ Víctor Manuel y Ana Belén, también el dúo Serrat y Sabina, ¡claro!, los sindicatos siempre enemigos de la creación de riqueza y de empleo, el poeta Caballero Bonald, declarado admirador de la antigua Unión Soviética, algunos directores de los diarios digitales sanchistas y podemitas que nutren el pelotón cotidiano de fusilamiento de los execrables fachas, y otros insignes columnistas como Juan José Millás o Pepa Bueno que tienen la envidiable virtud de metabolizar con una facilidad insólita la hiel que destilan en sus artículos.
Lo sorprendente del asunto es que el manifiesto bajo el lema '¡Vamos a salir!' dice: “Saldremos adelante si no nos dejamos arrastrar por la confrontación y el odio. La crisis sanitaria y económica más intensa que hemos conocido en tiempos de paz no se puede abordar desde la dialéctica de la guerra. Pedimos a las fuerzas políticas, sociales y económicas un gran pacto para la reconstrucción social de España. Una apuesta por reforzar nuestros servicios públicos. Un país, que es el nuestro, y que necesita trabajar desde la concordia y alejarse de la crispación”. Nada más y nada menos. Con un par.
¿No es ofensivo e insolente que muchos de los que suscitan a diario el enfrentamiento y el ‘guerracivilismo’ en sus escritos y en sus manifestaciones públicas pretendan pasar repentinamente por los apóstoles de la paz?
Como ya están abiertos los bares, las playas, y ya podemos salir incluso de Madrid para visitar a nuestros familiares, Sánchez se permite decir que su operación de confinamiento brutal ha sido un completo éxito
Ahora que llega esto que los estúpidos que nos gobiernan llaman la ‘nueva normalidad’ se ha puesto en marcha una gran operación de blanqueamiento de la gestión del señor Sánchez. Parece que no importa que hayan muerto más de 45.000 ciudadanos -casi la mitad de los cuales no reconoce el Gobierno-, y se ha llegado a la insidia de considerar al doctor Fernando Simón, que ha demostrado ser un perfecto lacayo del poder y un epidemiólogo absolutamente inepto, como un héroe. Como ya están abiertas las barras de los bares, las playas, y ya podemos salir incluso de Madrid para visitar a nuestros familiares, el señor Sánchez se permite decir que toda su operación de confinamiento brutal ha sido un completo éxito, y tiene los santos cojones incluso de presumir que ha servido para salvar 450.000 vidas.
Perfecto. Doy por buena la cifra. Sólo digo que si no le hubiera corrompido la incuria de retrasar la reacción a los avisos persistentes sobre la hecatombe, que si no hubiera alentado la manifestación feminista -al tiempo que permitía otras reuniones públicas con potencial altamente contaminante-, y que si hubiera tenido la diligencia en comprar, importar y dotar a la nación de los medios adecuados de protección y de combate del virus podría haber salvado casi 500.000 vidas.
La etapa de Felipe González
El señor Sánchez quiere salir de rositas del escenario bélico más grave que hemos vivido en tiempos de paz, y sus seguidores incondicionales están muy dispuestos a ayudarle. Ya pueden imaginarse lo que predican: una defensa a ultranza del sector público, un aumento de los impuestos a los del Ibex 35, que viven bastante peor que ellos, más funcionarios por doquier y “que no se vuelva a mercantilizar nunca más a los ciudadanos”, que es la forma de decir tácitamente que el futuro del país será socialista o no será, aunque la evidencia empírica no se canse de demostrar que cada vez que este modelo político tan denostado por Josep Pla ha ocupado el poder sólo ha conducido a la postración incluso durante la era fantasiosa de Felipe González, que cuando fue derrotado por primera vez en las urnas por Aznar dejó la nación con un déficit público del 7% del PIB y una tasa de paro muy por encima del 20%.
Pese a todo, González hizo muchas cosas buenas. Abominó del marxismo y edificó el Partido Socialista relativamente decente que se han ocupado de destruir Zapatero y ahora Sánchez. Ayudó a construir la Transición y forjó el espíritu constitucional que ahora está en almoneda. Desde el punto de vista del cuidado de las cuentas públicas y de los equilibrios macroeconómicos, sin embargo, fue un dirigente nefasto. Instauró además el PER, es decir, la dependencia de por vida del subsidio estatal que ahora quiere extender a gran escala Sánchez. Y también forjó a sangre y fuego la educación contra la excelencia, que es la causa de la escasa empleabilidad de los jóvenes. Lo hizo a través de Rubalcaba, tenido por un hombre de Estado pero que en realidad fue siempre un dogmático y un sectario productor de analfabetos en serie incapaces de tener oficio ni beneficio, aunque, eso sí, todos igualados por la mediocridad lacerante que es el santo y seña de la izquierda.
Como soy perro callejero, como tengo el trocito de mierda pegado al zapato del que hablaba Henry Miller sobre la gente de pueblo, como además estoy viudo, el pasado sábado por la noche, como tantos, vi 'el De Luxe' de Telecinco, donde apareció por primera vez después del encierro Belén Esteban, la ‘princesa del pueblo’. No es que le profese excesiva admiración, y eso que la merece, porque ha tenido la envidiable inteligencia de hacerse millonaria a costa de su primer casamiento con el torero Jesulín de Ubrique. El caso es que apareció y armó un ‘cristo’.
Jorge Javier Vázquez, el presentador que dirige el programa, que es el tercer gay más influyente del país, y que es un socialista recalcitrante y además un fascista en toda regla -pues no acepta opinión contraria a la suya, que es la del apoyo incondicional a Sánchez y al doctor Simón- apenas aguantó el alegato de sentido común de la ‘princesa’, a la que en un momento determinado le dijo que estaba convirtiéndose en una "cayetana".
Belén dijo con muy buen criterio que la gestión de la pandemia a cargo de Sánchez había sido horrible, lo responsabilizó de todo lo sucedido, “pues el país estaba a su cargo”, con mando único incluido
La señora Esteban, que tiene millones de seguidores en las redes sociales, dijo con muy buen criterio que la gestión de la pandemia a cargo de Sánchez había sido horrible, lo responsabilizó de todo lo sucedido, “pues el país estaba a su cargo”, con mando único incluido, y así enfureció tanto al señor Vázquez que este abandonó el programa después de conminarla como un energúmeno machista a retractarse y a admitir que allí manda sólo él, y ya se sabe desde su último arrebato totalitario de hace un mes que ese es un programa de “rojos y de maricones”.
No deja de ser una ironía del destino que la reprobación más útil de este Gobierno fatal tenga que venir de la mano de la señora Esteban, que será lo que sea pero que tiene una sensatez implacable. Si además leyese los periódicos, si supiera que las víctimas de la catástrofe rebasan las 45.000, e incluyo si reparara en los informes del Banco de España según los cuales la caída de la actividad económica durante el confinamiento fue trece puntos superior a la de la Eurozona por el encarcelamiento extremo de este presidente infame, o que el paro en otoño va a ser brutal por mor de la incompetencia del amigo de Jorge Javier, la señora Esteban podría convertirse en la oposición más eficaz al socialismo que nos conduce inexorablemente a la existencia de vuelo gallináceo. Todavía queda un hálito de esperanza. Todavía nos queda la Esteban.