Opinión

Boadella llama a manifestarse el domingo

El genial dramaturgo Albert Boadella, a la sazón Muy Honorable Presidente de la República de Tabarnia, ha hecho una proclama a todos los españoles para que este domingo acudan a la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana bajo el lema “No e

  • El dramaturgo y actor Albert Boadella. -

El genial dramaturgo Albert Boadella, a la sazón Muy Honorable Presidente de la República de Tabarnia, ha hecho una proclama a todos los españoles para que este domingo acudan a la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana bajo el lema “No en mi nombre. Ni amnistía ni autodeterminación”. Albert debe ser uno de los catalanes más odiados por el separatismo. Desde la ya lejana “Operació Ubú” en la que ponía de chupa de dómine a Jordi Pujol, ha dicho lo que nadie más osaba decir en mi tierra. Su precio ha sido la muerte civil, el ninguneo, el desprecio, la falta de reconocimiento por parte de una banda de ágrafos con corbata que aun llevan en los suelas los excrementos que han pisado en sus lejanos poblachos, repletos de carcunda, odio y matrimonios consanguíneos. Albert no les ha hecho caso. Consellers hay y ha habido muchos. Boadella, sólo hay uno.

Albert no les ha hecho caso. Consellers hay y ha habido muchos. Boadella, sólo hay uno.

Por todo eso fue elegido Presidente de lo que pretendía ser una dulce e irónica broma, Tabarnia, a la que deberíamos ir pensando dar una forma concreta en lo político. Y hete ahí que nuestro amado Presidente, al que debo respeto y acatamiento – modestamente, servidor es Ministro de Cultura de Tabarnia – ha lanzado un vídeo en el que nos exhorta a dejar de vivir como ovejas que pacen de rodillas y alzarnos como seres humanos con dignidad, libertad y sin dictaduras. ¡Qué diferencia vital entre los ochenta años de Albert y los noventa y tres de Jordi Pujol! No es que el patriarca del separatismo esté peor por acumular más vueltas al sol que Boadella; es que Boadella siempre ha vivido en la Luz, respirando a pleno pulmón la libertad y sin la menor ambición. Pujol y su progenie política, en cambio, tienen mal envejecer. Porque así como el sabio acumula arrugas por sus carcajadas, los Tartufos se encorvan bajo el peso de su vanidad, su animadversión contra la alegría y su terrible complejo de inferioridad.

Bien puede, pues, Boadella exhibir ese humor – ¡y esa agilidad física, caramba, cómo se agacha y se pone de pie este hombre! – porque está tocado por los dioses. Y comparte ese don con todo el mundo siempre que la causa sea justa e, insisto, sonriente. Decía un personaje de Dumas que se batía en duelo alegremente para demostrar que todo el mundo se bate, pero solo los franceses lo hacen riendo. Por eso Boadella y los tabarneses somos blanco de invectivas y gestos de úlcera de estómago por parte de los avinagrados de la estelada; por eso la presidenta Ayuso, que además de serlo de Madrid lo es también de Tabernia, nación hermana con Tabarnia, es diana de los dardos cargados de mala leche de esa caterva de sinsontes aburridos y pagafantas.

Decía un personaje de Dumas que se batía en duelo alegremente para demostrar que todo el mundo se bate, pero solo los franceses lo hacen riendo.

Y es que no renunciamos a reírnos del poderoso, del burro que se creía sabio, del comegambas corruptible por una bandeja de Dendrobranchiata, de la clase Malacostrata y filo Arthropoda, clasificación superior Decapoda, o sea, del langostino, leñe, o del lameculos con aire de senador romano, del lacayo que se pasa el día husmeando, de la promiscuidad capilar en axilas femeninas pareja al exilio del desodorante, de la cutrez de los niños de papá disfrazados de clochards, de esa república que más que forma de estado es casa de tócame roque, del sobrecito deslizado por debajo de la mesa al periodista, en suma, de la deleznable conducta de amnistiadores y amnistiados, iremos a la manifestación para hacer efectivo lo que mi hermano Girauta decía el otro día: no hay que ceder un milímetro más. Hay que avanzar, y que sean ellos quienes vayan cediendo. Y todo con firmeza, con la ley en la mano y, por descontado, con una enorme, luminosa sonrisa. Eso es lo que más les jode.

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