Uno ya no sabe si es chulería, estupidez, inconsciencia, falta de vitaminas o qué, pero los líderes separatistas dicen cada vez más barbaridades como la catedral de Burgos. Y no es que sean personas que carezcan de preparación académica o que estén en la edad del pavo en la que suelen estar las hormonas revolucionadas – también las ideológicas –, al contrario, estamos ante individuos poseedores de un cierto bagaje intelectual que, a priori, debería servirle de freno a la hora de dejar a la sin hueso a su libre albedrío.
Que no es así es una constatación evidente. Torra aboga por la vía eslovena, Torrent se inflama dialécticamente a lo bonzo, Budó se lanza a la piscina de la invidencia frente a puñetazos, insultos o lapos, y Paluzie sentencia que eso de las barricadas, los cócteles molotov, el asalto al aeropuerto de El Prat o los ladrillazos a la policía sirve para que el conflicto catalán sea más visible a nivel internacional. ¿Se han vuelto locos?, se preguntarán las gentes sensatas con un mínimo de caletre; ¿de verdad alguien mínimamente sensato en España y a estas alturas del siglo XXI puede creerse tamañas enormidades?, se planteará la mayoría de personas con dedos de frente; y, la pregunta del millón, ¿nadie entre esas gentes comprende que todos esos excesos nos llevan a todos, catalanes y resto de españoles, a un terreno peligrosísimo del que se sabe cómo entrar, pero no cómo salir?
Ya no pueden hacer nada más que seguir avivando el incendio de las barricadas y subir uno tras otro los peldaños de esa maldición denominada violencia social
La respuesta es terrible por lo contundente: lo saben y les da exactamente igual porque creen que, de perdidos, al río. Estoy convencido que las diligencias que la Fiscalía ha abierto contra la presidenta de la ANC lo único que le han producido es el estremecimiento interior de quien se siente mártir de una causa a la que solo le queda la ruptura de la convivencia y la siembra del odio. Porque ese es el asunto, ya no pueden hacer nada más que seguir avivando el incendio de las barricadas y subir uno tras otro los peldaños de esa maldición denominada violencia social.
La Fiscalía puede muy bien proceder como le parezca, pero el problema no es lo que diga esta persona o aquella o la de más allá. El problema es que el principio de autoridad, la ley que a todos nos obliga y las normas de convivencia democrática están pulverizadas en Cataluña y eso no se arregla con parches ni, por descontado, con ese diálogo que preconizan los paniaguados, puesto que no se puede dialogar con quien solo exige que le des la razón.
Al contemporizar con la violencia, Paluzie se ha enganchado ella sola en el anzuelo. Demuestra hasta qué punto está dispuesta a llegar la clase dirigente catalana, promotora de esta revolución de ricos contra pobres. También les diré que, con los mil guardias civiles acantonados sin que nadie les dé la orden de actuar, y con un gobierno serio dispuesto a proceder con la ley en la mano, la tontería les duraría cero coma. Pero mientras todo sean fintas jurídicas, cárceles a plazos y amenazas de parvulario, aquí seguirán apretando y apretando. Como les pide Torra.