Ese héroe del separatismo llamado Carles Puigdemont nos tiene acostumbrados a sus repetidos gatillazos. El último, estar a diez kilómetros de la frontera de Francia, esperando ver si iba o no a montar el pollo delante del Parlamento Europeo. El agente cero a la izquierda se creyó todo lo que sus gacetilleros escriben a diario e, imbuido de la falsa aureola de héroe que le atribuyen, se plantó con una furgoneta decidido a cruzar el Rubicón que separa Waterloo de la cárcel de Lledoners, donde, al menos, se respira la dignidad de quienes han dado la cara por sus ideas y, si a eso vamos, por miles de personas que las creyeron.
Pero su abogado Gonzalo Boye, al que creemos al servicio de SPECTRA, le había tendido una trampa. A la que pisase suelo galo, el terrible magistrado Marchena hubiera apretado el botón nuclear, haciendo caerle encima una horda de ninjas con tricornio y gendarmes con bolígrafos cargados de dardos mojados en tinta de guionista de TV3. Fíate de tus aliados, Puchi. Así las cosas, el agente con licencia para matar de aburrimiento optó por volver a Waterloo. Había langostita de cena.
Todos los aliados del intrépido protagonista de esta historia se unieron para darle cobertura. Que si habían acudido 6.000 agentes a Estrasburgo para ayudarle a cruzar ese nuevo muro de Berlín, como si de una vieja película de Harry Palmer se tratase; que si el Parlamento Europeo estaba gobernado por Goldfinger, el Doctor No, Hugo Drax y Ernst Stavro Blofeld; que occidente está al borde de la mayor crisis jamás conocida y solo él pueda salvarlo. A la par, ese curiosísimo mini yo de Puigdemont, Toni Comín, mi nombre es Min, Co Min, se jartaba de chamullar criticando a la Europa insolidaria y fascista, la misma que les iba a apoyar. También decía que no tenim por, que afrontaría lo que viniese y, a la que las cosas se pusieron mal, se las piró con su colega Puchi hacia pagos más laxos con el golpismo. Extracción del sujeto de la zona de riesgo, que se dice en términos de inteligencia.
Creemos positivamente que la comedieta seguirá todavía un cierto tiempo, porque, aunque los que acudieron al parlamento a dar apoyo a un Puigdemont que jamás se presentó – nunca digas nunca jamás, nen – son capaces de tragarse la película de espías que sea, cada vez son menos, de edad más avanzada y más resabiados. Y ricos, vamos, gente con posibles, jubilados que han hecho del ocaso de sus vidas una aventura excitante con la que darle un sentido a esa etapa que debería ser de serena madurez y que ellos pretenden de riesgo y emoción. El catalán separatista necesita ese componente novelesco para seguir en la senda de la república, el reconocimiento mundial, la victoria sobre España y la eterna revancha del infinitamente acomplejado. Póngame una Ratafía con hielo sacudida, no agitada.
Si solo se vive dos veces, a Puigdemont se le han acabado las vidas políticas, porque los que hoy le jalean mañana lo harán con Artur Mas
No será Puigdemont quien se lleve, al final, los réditos de esta insensata operación. Artur Mas espera en la sombra para salir a la palestra cuando toque y él, precisamente él, que nos metió en este atolladero, presentarse como el héroe de la película. Entonces, Puigdemont será – ya lo es – lo que Sun Tzu definió como agente irrecuperable. Él y los suyos. Totalmente prescindibles, sin contactos con el centro y abandonados en territorio enemigo. Nadie organizará una operación de rescate. Nadie los echará de menos. Si solo se vive dos veces, a Puigdemont se le han acabado las vidas políticas, porque los que hoy le jalean mañana lo harán con Mas. Pobre Puchi, creyó que era Sean Connery, que podía pasearse por los resbaladizos salones de la política eternamente, luciendo smoking y estelada, sin saber que, tras el escocés, han desfilado muchos otros intérpretes del mismo personaje. De ahí que la neo convergencia esté preparando el glorioso retorno de Mas, Artur Mas. Título de la película: Panorama para pactar.
A Puigdemont solo le quedará una licencia para escapar, escapar de sus deudas con la justicia española, de los separatistas que no entendieron porque proclamó una república para, acto seguido, desactivarla, de los convergentes que fueron tanto o más cobardes que él, porque no supieron ni quisieron detenerlo.
Una cosa sí es segura: Rahola repetirá como chica Bond. Hay papeles que vienen adjudicados de casa. Cosas de los productores. Si les soy sincero, espía por espía, siempre me han gustado más Smiley o Palmer. Saben que, tras los oropeles fantásticos de gadgets y aventuras espectaculares, a quien acaba en el mundo de los agentes secretos solo le espera una burocracia sórdida y la razón de estado.